Entender más

Argentina: elecciones en un país en ruinas

Cientos de personas aclaman a Javier Milei

Cientos de personas aclaman a Javier Milei / LUIS ROBAYO / AFP

Abel Gilbert

Abel Gilbert

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"¿Existió realmente la Argentina?". La pregunta era formulada hace 31 años por un arqueólogo imaginario que encarnaba el cómico Tato Bores . Las pantallas de televisión mostraban a un tal Helmut Strasse en el lejano 2492. De caquis y bermudas, encabezaba excavaciones en territorios de lo que había sido aquel país. Quería saber "cómo y por qué" se había convertido en ruinas. La escena hacía desternillar de risa. En su momento supuso una crítica al Gobierno del presidente Carlos Menem, quien había instituido la paridad entre el peso, la moneda nacional, y el dólar, hasta que todo estalló por los aires durante la gran crisis de 2001. La figura del desopilante Strasse es por estos días recordada por interrogantes similares. "Si esto sigue así, dejaremos de existir", rezonga una abuela en la puerta de una verdulería, pasmada por el alza de los precios. Cuando el país celebra elecciones presidenciales, la economía renueva su estado ruinoso, la inflación anual supera el 140% y el dólar vuelve a despertar fantasías en una población desesperada. Parte de esa angustia la capitaliza el ultraderechista Javier Milei, favorito en los sondeos. A 40 años de los comicios que inauguraron la transición democrática, el programa que la dictadura militar no pudo completar porque sobrevino la guerra con Gran Bretaña por las islas Malvinas, amenaza con reactivarse con la legitimidad de las urnas. 

"Con la democracia se come, con la democracia se educa, con la democracia se cura", arengó Raúl Alfonsín en su ruta hacia la presidencia, en 1983. "¿De verdad decía eso?", pregunta con sarcasmo alguien nacido este siglo. Reparte comida con su bicicleta. Ni siquiera conoce el nombre de aquel líder de la Unión Cívica Radical (UCR) que entró a la historia por haber promovido los juicios contra los excomandantes de las Fuerzas Armadas que promovieron el terrorismo de Estado. Su Gobierno no pudo materializar las certezas que se había propuesto (dar de comer, educar y curar). Una hiperinflación lo sacó del poder seis meses antes. El arqueólogo alemán encuentra entre rocas una foto suya. La escena podría repetirse con las imágenes de otros presidentes que lo sucedieron, entre ellas la del actual, Alberto Fernández.

Pobreza y hambre

La recuperación de las instituciones bajo el agobio de un fuerte endeudamiento externo no fue garantía suficiente para restañar heridas sociales que, con los años y las tormentas cíclicas, terminaron de agravarse. Medio siglo atrás, solo un 4% de los argentinos eran pobres. El número se ha multiplicado por diez en 2023. En 2021, las exportaciones de alimentos procesados y productos agroalimentarios llegaron a los 26.000 millones de dólares. Esas fuentes nutricias no llegan a muchísimos estómagos. El 44% de los niños y adolescentes sufre de "inseguridad alimentaria". Estos cambios brutales en la dieta, basada por lo general en hidratos, han comenzado a cambiar los cuerpos. La propia Unicef ha detectado los efectos de la malnutrición: baja talla y exceso de peso en las nuevas generaciones. El hambre es también impulsor de una revuelta por derechas: un 60% de los jóvenes de hasta 24 años dicen que votarán al utltraderechista Javier Milei.

Argentina se ha fracturado al punto de ser irreconocible para muchos viajeros que retornan después de un tiempo. La fantasía de ser una incrustación de Europa en Sudamérica, alimentada por la presunción de su élite, se ha hecho añicos. La bonanza y la miseria conviven de manera "natural". En 2018, el presidente de derechas Mauricio Macri pidió 48.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI). Las gestiones de su amigo Donald Trump dieron su fruto y el organismo giró una suma de dinero sin antecedentes en su historia que fue destinada en buena parte para sostener la fuga de capitales al exterior. Al asumir, Fernández denunció el peso de la deuda heredada, pero la refinanció con el FMI en condiciones que le hicieron perder millones de votos en las parlamentarias de 2021 y las primarias de agosto. El ajuste no solo provocó desafección. La bronca tuvo un nombre: Milei.

Niños que no comprenden lo que leen

En aquel remoto país de los grandes escritores –con Jorge Luis Borges a la cabeza - el 46% de los estudiantes de tercer grado no comprenden textos adecuados a su edad. Solo el 14% de los estudiantes pobres terminan secundaria con los saberes suficientes en lengua y matemáticas. Alejandro Horowicz es uno de los más destacados ensayistas argentinos, autor de 'Los cuatro peronismos', observa con perplejidad las mutaciones. "El derecho a la educación se correspondía con una educación pública de alta calidad. Para los nacidos en 1950, llegar a tercer grado era leer de corrido, y además sumar, restar, multiplicar y dividir. Buena parte de los que hoy salen de ese mismo edificio no saben ni leer ni escribir, porque la escuela es un merendero. Y sin escuela primaria, la secundaria resulta imposible", le dice a este corresponsal. No es en los libros sino en TikTok donde se encuentran con un furibundo ultraderechista que parece hablarles a ellos sobre sus frustraciones. Prosigue Horowicz: "El derecho a la salud se apuntalaba con el hospital público, hoy desfondado y desabastecido con médicos y enfermeros precarizados y la instalación desvencijada".

La antesala de las elecciones está atravesada por una nueva fiebre especulativa. Milei dijo que el peso vale "excremento" y miles de ahorristas salieron a comprar dólares. La unidad de la moneda norteamericana costaba 60 pesos cuando llegó Fernández. Esta semana horadó la barrera de los 1000 pesos. Los rostros impasibles de Lincoln, Franklin y Washington adosados a los billetes norteamericanos son el telón de fondo de un desastroso fin de temporada. Solo un milagro permitiría al candidato peronista y actual ministro de Economía, Sergio Massa, ganar los comicios.

La ilusión dolarizante de la economía ya tuvo sus malas experiencias en Argentina. La obstinada manía alrededor del dólar como moneda de ahorro e inversión, inevitable para las transacciones inmobiliarias e incluso menudencias diarias, fue detectada por Tato Bores en un programa televisivo de 1962. "Con esto de la expansión monetaria, en vez de pagar el dólar a 80 o 90 mangos (pesos), lo estamos pagando a 135. Y si nos mojan la oreja lo vamos a pagar a 200", monologaba frente a las cámaras.

Cada época oscura remite al mismo problema. "El que apuesta al dólar, pierde", dijo en 1981 el ministro de Economía de la dictadura, Lorenzo Sigaut. El peso argentino se derrumbó un 30%. "Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo", se lamentó en 1988 el ministro de Economía, Juan Carlos Pugliese, impotente para contener la hiperinflación durante el primer Gobierno post dictatorial. Tres años más tarde, Domingo Cavallo, un funcionario de aquel régimen castrense, reciclado timonel de la economía de Menem, fijo el precio del peso al dólar y predijo seis décadas de bonanza. Todo se hizo trizas en diciembre de 2001.

Las bromas de Bores de hace 60 años revisten una poderosa actualidad. El cómico se interrogaba que sucedería cuando todos los argentinos "tengamos todos los dólares del mundo". Ese día, "vamos a ir a los Estados Unidos y nos van a tener que entregar el país". De acuerdo con cifras oficiales, los argentinos tienen 428.635 millones de dólares en activos en el exterior, entre personas físicas y jurídicas. La cifra casi duplica a la deuda externa y es cercana al PIB del país. Gran parte de ese dinero es fruto de la evasión y de maniobras con las exportaciones.

Los desastres ambientales

Un viejo chiste autoflagelante y capaz de condensar un historial de fracasos, aludía a la gran paradoja de este país: cuatro climas, ríos, una vasta plataforma marina y suelos de una gran fertilidad. Había sido un regalo del cielo, pero Dios incluía una cláusula que convertía las ventajas en desventajas: "Vamos a llenar ese territorio de argentinos". El chascarrillo ya no se ajusta a la realidad. Incendios récord destruyeron más de 1,2 millones de hectáreas. Una prolongada sequía afectó millones de hectáreas de la zona centro. Las olas de calor han sido extremas. La frontera agropecuaria se expande al compás de la soja y la ganadería extensiva erosionando cada vez más el suelo. En los noventa se utilizaban cinco millones de hectáreas para la soja. Hoy son 18 millones. Los glaciares retroceden.

El 87% de la energía argentina se basa en combustibles fósiles. "Hay un imaginario de la abundancia sigue presente y asociado a la visión de que la naturaleza debe adaptarse a la economía y no a la inversa. Creo que habría que hablar en ese sentido del lugar que tiene en las narrativas de las elites el tema del desarrollo, algo que va más allá del progresismo o el neoliberalismo. Los economistas desconocen la cuestión ambiental”, le dice a EL PERIÓDICO la investigadora Maristella Svampa. Ella ha escrito un libro que es un grito de alerta: 'El colapso ecológico ya llegó'.

Según Svampa se cree todavía en la idea de una Argentina como un reservorio infinito de recursos. "Una suerte de fetiche a partir del cual se instala la creencia de que su explotación abre la puerta para acortar distancias con los países centrales". Por eso se habla de la extracción de gas en el subsuelo (fracking) o el litio sin tener en cuenta los límites ambientales. "Las elites argumentan que el dinero que viene de la materia prima se utilizará para morigerar la pobreza. Sin embargo, al final del ciclo progresista (2002-15, con el kirchnerismo) se beneficiaron más a los sectores ricos y la pobreza no se resolvió". A su criterio, todavía hay un fuerte "consenso fosilista" en todas las fuerzas políticas. "Eso obtura cualquier discusión sobre los impactos ambientales". Y algo peor: "Argentina no tiene una hoja de ruta de transición energética ni de políticas de adaptación lo que se viene". De todos los candidatos presidenciales Milei es el único que no cree en el cambio climático. Dice que es un invento del "marxismo cultural" y que escupirán sobre el Acuerdo de París si llega al poder.

El huevo de la serpiente

El negacionismo climático se complementa con su rechazo a los consensos sobre los horrores de la última dictadura y la demolición de una idea rectora de escaso cumplimiento: donde hay una necesidad, hay un derecho. Milei ha dicho que la justicia social es "una aberración". El sociólogo Pablo Semán, uno de los académicos que alertaba en el desierto lo que se venía, le dice a EL PERIÓDICO que el fenómeno que encarna "no ha nacido de un repollo". Una parte de la sociedad se ha vuelto "mileista" de manera gradual. "Esto se empezó a incubar en 2008".

Semán, un estudioso del fenómeno pentecostal, cree que Milei profundizó con agresividad el giro a la derecha iniciado por Mauricio Macri que tiene hoy a su albacea, Patricia Bullrich, candidata a presidente del espacio conservador tradicional. La pandemia fue un campo propicio para la diseminación de este discurso radical. La dirigencia política subestimó de manera "irresponsable" su ascenso. "Milei no gana porque grita mucho. Él se sube a una ola de sensibilidad crítica hacia el Estado, a la política y la economía". Sus arrebatos contra la "casta" política, a la que responsabiliza de todos los males, han ganado adeptos entre los que menos tienen, especialmente el electorado masculino. Aquellos que lo siguen en las redes sociales, incluso en pueblos que nunca visitó, se impresionan por su iracundia mucho más que sus propuestas de eliminar el Banco Central y poner en manos de la Reserva Federal norteamericana la soberanía económica, así como entregar a la lógica del mercado todos los asuntos mundanos, inclusive la venta de órganos.

"La casta tiene miedo", gritan los adeptos del economista, pasando por alto que Milei es uno de sus hijos dilectos. Pero el canto tiene una parte de verdad: más de un 50% de los argentinos sienten a esta altura pavor por lo que pueda suceder este domingo en las urnas.

Suscríbete para seguir leyendo