Invasión rusa de Ucrania

Vídeos| El entrenamiento de ucranianos en España: de Toledo a la guerra

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Ejercicios de soldados ucranianos en diversos puntos de España

Enseñanza a soldados ucranianos en diversos puntos de España. (Imágenes cedidas por Defensa). /

Juan José Fernández

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En medio de una batalla hay cosas básicas que tener claras para no perder la vida: “Lo primero que te preguntas es dónde me pongo, cómo avanzo, cómo me cubro para que no me den... Te ves en el suelo disparando y debes saber dónde quieres ir, por dónde ir, cómo ir y cuándo ir. Y si no tienes respuesta para alguna de estas preguntas, tienes un problema…”, explica el capitán de Infantería Aurelio Navarro.

Es un proceder que sobrepone el orden al desconcierto, el método al pánico. Entre las balas y los morterazos, mejor saber si conviene levantarse y correr hasta otra posición, o gatear despacio por la derecha, o arrastrarse por la izquierda después de la última explosión. Y este sencillo prontuario del soldado inicia el adiestramiento que reciben las tropas que envía Ucrania a la Academia de Infantería de Toledo.

Entrenamiento de los soldados ucranianos en bases españolas

Entrenamiento de los soldados ucranianos en bases españolas / David Castro

De 30.000 ucranianos que habrán sido instruidos en octubre en toda la UE, más de 3.000 han recibido ya formación en España en el marco de EUMAM, la Misión Europea de Enseñaza Militar que arrancó en noviembre de 2022 para que lleguen ante las ametralladoras rusas lo menos indefensos posible. “En Ucrania no pueden distraer mandos para la enseñanza, porque los necesitan en el frente. Por eso les apoyamos con el adiestramiento aquí”, explica el teniente coronel Juan Carlos Cortés.

Hablan ambos con el ajetreo, de fondo, de la llegada de un nuevo contingente al cerro sobre el Tajo que alberga a la academia, mirando sus ventanas a la milenaria ciudad. En uno de los soleados patios de piedra forman hileras los ucranianos recogiendo petates para iniciar ya mismo lo que Cortés llama “el milagro”.

Y el milagro consiste en embutir en cinco semanas la “instrucción básica del combatiente”, que desgrana el capitán instructor Vicente Traver: “Despliegue en el terreno, uso del material, combate de precisión, enmascaramiento, trato de prisioneros según los acuerdos internacionales…”, además de módulos de “formación específica”.

“Soy un hombre pacífico”

“Mira, si te soy sincero, yo no tengo ganas de estar aquí, pero es la vida: debo venir a adiestrarme. A mí gusta el pacifismo, arreglar las cosas de forma pacífica, pero hay que hacer lo que hay que hacer para que mi gente, hijos y nietos tengan un territorio libre”, dice el capitán Sasha dándole vueltas a su gorra mimetizada entre las manos. Antes de la guerra de Ucrania, este hombre de 36 años con el cráneo rapado y triste mirada azul era un farmacéutico de Kiev sin belicismo alguno en la cabeza.

Le pasa como al capitán Serhii, su compañero de armas, de 49 años. Antes de que le pusieran un traje de camuflaje con el tridente dorado ucraniano en un hombro, tenía una plácida vida de ingeniero en Odesa.

Sus apellidos y sus unidades no se dicen por seguridad. Apenas llevan 24 horas en España, recién llegados con otros 200 ucranianos movilizados, cuando lo aborda este diario.

Hablan los soldados ucranianos que se adiestran en Toledo

Hablan los militares ucranianos que se adiestran en Toledo. /

La debacle mortal de su país no ha golpeado aún a la familia de Serhii, pero el drama ucraniano se le ha hecho de carne y hueso desde que le destinaron a instruir a otros soldados, a medida que ha ido recibiendo noticia de que ese alumno, y aquel, y aquel otro han fallecido en el frente o han caído heridos. “Y eso da mucha pena”, comenta austeramente.

Serhii trae de Ucrania un relato de patriotismo. Repite la palabra para explicar cómo es posible que su pequeño país parara el golpe del segundo ejército del mundo: “Ellos vienen en sus tanques, pero no traen la misma motivación que nosotros: el patriotismo”. En Ucrania, dice, “la gente está cansada, pero sigue esperando con ansia que llegue la victoria”.

De los 3.000 soldados que ya se han adiestrado en España, el 80% en Toledo, el retrato robot es el de un hombre de 30 años, que nunca había tomado las armas como profesional, en un país que antes de que le arrebataran Crimea tenía un ejército testimonial, con todo su arsenal nuclear y buena parte de su marina entregada a Rusia y con apenas 20.000 militares activos.

Entre tanta gente movilizada enviada a aprender a esta punta de Europa hay multitud de heroísmos particulares, íntimos. Uno de los que más ha impresionado en la academia toledana es el de una mujer apuntada a filas por amor de madre. “Tengo a mi hijo en una trinchera. ¿Qué hacía yo en casa?”, les explicaba a sus instructores.

Un soldado ucraniano ensaya en un pinar de la Academia de Infantería de Toledo los métodos que ha aprendido para localizar y señalar minas.

Un soldado ucraniano ensaya en un pinar de la Academia de Infantería de Toledo los métodos que ha aprendido para localizar y señalar minas. / David Castro

Sasha tiene su propia teoría sobre la guerra, que concentra en pocas palabras, tratando de hacerse entender por los occidentales él, que era farmacéutico, que se vio movilizado por primera vez en 2017 para los interminables combates de Donetsk, y que ahora vuelve a vestir uniforme y botas. Las cosas de la vida, ya se sabe: “Para mí la guerra es una catarsis, un renacer de la persona... Te ves obligado a dejar lo anterior, cualquier peso que tuvieras... Eres una persona, llega la guerra, y te convierte en otra persona".

Errores mortales

En Toledo son 71 instructores, y en ocasiones también los aporta la Infantería de Marina en Cartagena o la Legión en Almería, los carristas en Madrid o la Infantería en Sant Climent Sescebes… según las necesidades específicas que expresa Kiev: artillería, combate en zonas urbanas, sanidad militar…

Cada contingente pasa cinco semanas de trabajo de lunes a domingo, diez horas al día si no hay también instrucción nocturna. “La regla de oro es la flexibilidad. Nos adaptamos a lo que pida Ucrania”, dice Cortés.

Y eso incluye, según sea el curso, guerra nuclear, biológica y química, uso de transportes acorazados, manejo de un carro de combate Leopard, o una de las más perentorias necesidades hoy en el país invadido: desminar, limpiar uno de los territorios más infectados de trampas explosivas en la historia.

Enseñando a neutralizar minas

La teniente Mar García Navarro enseña a sus alumnos ucranianos a localizar y neutralizar minas. /

“Volvemos al pasado: al fin y al cabo, soldados a pie y sorteando minas…”, comenta la teniente de Ingenieros Mar García Navarro, valenciana de 26 años que anda en un pinar enseñando a una docena de ucranianos. Esta mañana han delimitado una ladera con rectángulos de cuerdas blancas, y están al calor de agosto pasando detectores de metales, pinchando la tierra, limpiando con brochas el suelo, aprendiendo a sacar minas de la tamuja.

La teniente ha pasado de alumna en la academia madrileña de Hoyo de Manzanares a profesora en esta colina manchega. “Doscientos gramos de pentrita es mucho explosivo, ¿sabes?”, relata mientras mira evolucionar a su gente, un pelotón que se levanta a las seis de la mañana cada día para jugársela cuando vuelva a Ucrania. “Pondrán sus cuerpos encima del explosivo... No pueden cometer errores, porque en este trabajo un error es el último”.

Mejor poner distancia

A los ucranianos acogidos en Toledo “se les enseña bastante instrucción de tiro de combate y tiro de precisión. Salen capaces de coger un arma en una línea de fuego, reaccionar, responder…”, explica Traver. “Y su supervivencia aumenta muchísimo -tercia Navarro que acaba de volver de la misión acorazada OTAN en Letonia-. Con los conocimientos sanitarios que reciben pueden estabilizar a un compañero que ha recibido un balazo, hacer un torniquete… Eso salva vidas”.

Bajo el sol forman los 200 novatos en otro patio para ir al comedor. Un porcentaje de esta gente cuajada por la adversidad perderá la vida en combate. “Vienen encuadrados, pero no instruidos. Tienen que salir bien formados, porque la guerra es una lotería, y algunos no van a volver…”, reflexiona Cortés. Por eso subraya “la ratio”. O sea, un máximo de 16 alumnos por instructor.

“Eso asegura calidad de enseñanza”, explica el sargento Carlos Rivas, cordobés que ha dedicado 12 de sus 35 años al Ejército, y que ahora está “en la misión más bonita que he tenido”.

Las lecciones del sargento Rivas

Las lecciones del sargento Rivas / David Castro

Dice Rivas que lo más útil que puede enseñar es “que hay una jerarquía, y que hay que seguirla con orden. Al principio muchos iban corriendo de frente hacia el enemigo… Aquí no hay trucos, solo la confianza en el que tienes al lado en que tienes por encima”.

En el lenguaje militar, plagado de siglas, a esta tribu de tipos corriendo de acá para allá lo llaman TTCC. Todo lo que aprendan en el Toledo Training Comand Center les resta papeletas en la oscura lotería que Rusia obliga a jugar a su pueblo.

Con tanto trabajo, de vez en cuando conviene “la descompresión”. Así llaman a una tarde libre visitando las callejuelas medievales y la catedral de Toledo. En Cartagena, los infantes de Marina los llevan a bañarse al mar Menor. “Es emocionante cuando los ves relajarse un rato”, dice Cortés.

Apreciarlos es inevitable, pero no conviene porque “te arroja encima un montón de incertidumbre cuando pones un whatsapp y no hay respuesta”. Lo sabe bien el sargento Rivas: “Somos humanos, pero mejor no entablar demasiados lazos, porque sabemos dónde van a ir...”