Violencia y narcotráfico

La campaña electoral de Ecuador se "bukeliza" ante la creciente violencia

El fantasma de Bukele recorre América Latina

Marcha de la Mujer en Ecuador en apoyo a las protestas por la carestía de la vida

Marcha de la Mujer en Ecuador en apoyo a las protestas por la carestía de la vida

Abel Gilbert

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La campaña electoral en Ecuador corre el riesgo "bukelizarse". El nombre del presidente salvadoreño deviene verbo y llamamientos a la mano dura, durísima, frente al aumento de la violencia que, desde las cárceles, atiborradas de narcotraficantes, se irradia hacia las principales ciudades y puertos. Los candidatos se ven impelidos a plantear soluciones drásticas frente a los niveles sin precedentes de inseguridad que comenzaron a agudizarse en 2015 y transfiguraron la vida del país. En la primera mitad de 2023 se computaron 1.390 muertes violentas, casi el total de todo el año anterior. Se ha vuelto un lugar común escuchar noticias sobre coches bomba, secuestros con fines de extorsión, decapitaciones, descuartizamientos, policías asesinados, niños atravesados por balas y jóvenes colgados de puentes en señal de venganza o escarmiento.

Los ecuatorianos irán a las urnas el 20 de agosto, y seguramente habrá segunda vuelta, el 15 de octubre, dos fechas sembradas de minas en el camino. El presidente conservador, Guillermo Lasso, quien se vio obligado a anticipar las elecciones para evitar una moción de censura parlamentaria por presunta corrupción, ha decretado el toque de queda en tres provincias y el estado de excepción en las 36 unidades penitenciarias del país. Lasso alegó la "grave conmoción interna" derivada de las reyertas en la cárcel de Guayaquil, que provocó la muerte de 31 presos. Pocos días antes, otro episodio concluyó con seis internos asesinados en la prisión de El Litoral. En los últimos 28 meses perdieron la vida 459 reclusos en 14 masacres.

Un asesinato impactante

Varios candidatos han pedido la custodia policial después de comprobar hasta qué punto se han modoficado las condiciones de la actividad política. La última y atroz demostración tuvo lugar el pasado 23 de julio en la ciudad costera de Manta, a 400 kilómetros de Quito, cuando su popular alcalde, Agustín Intriago, fue acribillado mientras recorría una obra pública. "Estoy sin palabras. Esto ya supera cualquier límite imaginable", dijo desde el exilio el expresidente Rafael Correa.  

El peso del narcotráfico

El reciente episodio de Manta no hizo más que recordar hasta qué punto se vinculan entre sí los problemas que convirtieron a Ecuador en un país irreconocible. La tercera ciudad del país, ubicada en la provincia de Manabí, alojó una base militar norteamericana hasta 2009, cuando Correa puso fin a esa relación. Pero también es un enclave portuario relevante, no solo de la economía legal sino de la ruta de la cocaína que, desde allí y Guayaquil, viaja a México, Estados Unidos y Europa.

Desde hace años, Ecuador, geográficamente ubicado entre Perú y Colombia, dos grandes productores de coca, recuerda a aspectos de la trágica experiencia mexicana, y no solo por la presencia tentacular en ese país de sus carteles (Sinaloa y Jalisco Nueva generación) sino por las tramas que los conectan con buena parte de las esferas de la vida pública. "El crimen organizado ha permeado al Estado, las organizaciones políticas y a la misma sociedad", reconoció Lasso.

Sus autoridades se incautaron el año pasado de 210 toneladas de droga. Las cárceles se han convertido un nodo vital de la actividad delictiva a partir de la existencia de bandas como Los Lobos, Los Tiguerones, Los Chonekillers y Los Choneros. Las disputas territoriales se reproducen en el perímetro penitenciario. Los grupos han anunciado que buscan un acuerdo para poner fin a las matanzas en las prisiones. El Gobierno asegura que esa intención no cambiará su voluntad de "enfrentar la ilegalidad".

Los ecuatorianos sienten de cerca la inminencia del desastre. Así lo reconoció el diario 'El Universo' en un reciente editorial. Cualquier ruido anómalo puede percibirse como una señal de peligro. Esa sensación de zozobra es tan nueva como inquietante y se ubica en el centro de las preocupaciones colectivas a tres semanas de las elecciones. La sociedad, remarcó 'El Universo', "no puede resignarse ni autocompadecerse".

El espectro de Bukele

El diario 'Expreso' llamó la atención sobre la ligereza con la que se habla de lo que ocurre en El Ecuador como un modelo exitoso de gestión de la seguridad. "Los gobernantes deben ser muy cuidadosos con esas políticas". La tentación de emularlo es grande en algunos contendientes. La candidata del correismo, Luisa González, lidera las encuestas de opinión y se ha visto obligada a poner en el centro de su campaña la cuestión de la violencia, aunque con un programa menos punitivo que el de sus rivales. Con casi 30% de intención de voto, ella propone proteger y reparar a las víctimas de la violencia, mejorar la investigación y persecución del delito, desarrollando planes de reinserción social y, a la vez, estrategias de inteligencia que permitan combatir con eficacia el cibercrimen.

Otto Sonnenholzner, el delfín de Lasso, promueve una reforma carcelaria y otras medidas drásticas que el actual Gobierno no se anima a realizar. Yaku Pérez, uno de los representantes del movimiento indígena, tercero en los sondeos, insiste en la necesidad de recuperar el control portuario.

Cuando les preguntan sobre Bukele, miran hacia otro lado, salvo un excéntrico candidato. Se trata de Jan Tomislav Topic Feraud, un economista, político y empresario ecuatoriano-francés relacionado al sector de la seguridad que pasó por la Legión Extranjera Francesa. Además, se jacta de haber combatido en Ucrania, Siria y África. Su culto a las armas y la guerra le permiten presentarse como la encarnación doméstica del autócrata salvadoreño. Topic Feraud cuenta con el  respaldado por el Partido Social Cristiano (PSC). Su popularidad ha ido creciendo al compás de cada episodio sangriento. Pero ese ascenso acaba de frenarse en seco. Topic Feraud no pudo conciliar su voluntad manifiesta de luchar hasta el fin contra el narcotráfico y fumarse un porro de marihuana durante una entrevista.

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