Guerra en Europa

Ucrania perfila su contraofensiva ante una Rusia blindada en los territorios ocupados

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Ukraine bids farewell to Azov battalion fighter killed in Olenivka prison blast

Ukraine bids farewell to Azov battalion fighter killed in Olenivka prison blast / Sergey Dolzhenko / EFE

Ricardo Mir de Francia

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En Ucrania la llaman la estación del barro, la época que se extiende desde el final del invierno hasta mediados de la primavera, cuando el deshielo encharca los caminos y los suelos arcillosos eternizan el drenaje. Las pistas de tierra se vuelven impracticables, particularmente para los vehículos pesados de esta guerra, tanto que el término ruso que designa el fenómeno –'rasputitsa'– se ha traducido en ocasiones como "cuando los caminos dejan de existir". Pero esa estación del barro está ahora a punto de concluir. En el sur ha comenzado a secarse la tierra negra de la estepa, y en el este y el nordeste lo hará de aquí a mitad de mayo, según los meteorólogos. Las condiciones para hacer la guerra volverán pronto a ser propicias y la esperada contraofensiva ucraniana tendrá vía libre para tratar de romper las defensas rusas después de varios meses de conflicto hibernado, sin nuevas ofensivas de envergadura ni grandes cambios en el frente.

A nadie se le escapa que los meses cálidos que se avecinan serán decisivos para determinar el curso de la guerra. Si Ucrania no logra recuperar más territorio ocupado por Rusia y el conflicto se enquista, el apoyo férreo que recibe de Occidente es susceptible de menguar, al tiempo que aumenta la presión para que se siente a negociar con Moscú una solución en condiciones desfavorables. "El riesgo aquí es el cansancio de Occidente con la guerra, tanto militar como político", afirma el profesor de Estudios Bélicos de la universidad británica de Warwick, Anthony King. "Si el conflicto se congela, es probable que desemboque en una negociación para partir Ucrania o que Rusia retenga parte de los territorios ocupados".

Como no podría ser de otra manera, el hermetismo es la norma en torno a la contraofensiva, cuya demora está sembrando la inquietud en algunos despachos. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, dijo el mes pasado que la operación no comenzará hasta que sus militares reciban más armas de sus aliados, mientras 'The Washington Post' atribuía recientemente el retraso a las condiciones meteorológicas, la escasez de munición y el retraso en las entregas de algunos sistemas de armamento. La frustración del liderazgo ucraniano en ese sentido es palmaria. El secretario de su Consejo de Seguridad y Defensa Nacional, Oleksiy Danilov, ha acusado a algunos de los aliados de Ucrania de "prometer una cosa y hacer otra completamente distinta".

Armas de Occidente

Desde la OTAN sus dirigentes se defienden. "Más del 98% de los vehículos de combate prometidos a Ucrania, ya han sido entregados. Eso significa en torno a 1.550 vehículos armados, 230 tanques y otros equipos, lo que incluye una gran cantidad de munición", dijo esta semana su secretario general, Jens Stoltenberg. Esa lista de la compra incluye sistemas como las primeras baterías antimisiles Patriot, importantes para tratar de blindar los cielos del país, pero excluye armas aún por llegar como los tanques estadounidenses Abrams. También se espera que estén listas para finales de este mes las 12 nuevas brigadas de combate ucranianas, compuestas cada una de ellas por 4.000 soldados, que Washington y sus aliados han formado desde principios de año, según la reciente filtración de documentos de la inteligencia estadounidense.

No hay duda, por tanto, de que Ucrania contará con armas más sofisticadas de las que tuvo el año pasado, cuando logró liberar las regiones al norte de Kiev en abril, la provincia de Járkov en septiembre y las márgenes occidentales del Dniéper en Jersón en octubre. Pero todo indica a que esta vez será bastante más difícil. Rusia, que sigue ocupando una quinta parte del territorio ucraniano, ha dedicado los últimos meses a fortificar sus defensas como el mundo no había visto en muchas décadas.

Cientos de kilómetros de líneas defensivas

De acuerdo con algunas estimaciones, derivadas de imágenes tomadas por satélite, sus militares han levantado una línea defensiva de 800 kilómetros en las inmediaciones del frente, que tiene unos 950 kilómetros. No muy distinta a la Línea Sigfrido erigida por los nazis en los años 30 o a la Línea Maginot construida por los franceses un poco antes. Las imágenes muestran tres líneas separadas de trincheras, con fosos antitanque, barreras con conos de hormigón, zonas intermedias minadas, torretas para las ametralladoras y búnkeres para el mando.  

"El objetivo de esas defensas no es cerrar herméticamente el paso a las tropas ucranianas, sino ralentizar su avance y hacerlas vulnerables al contraataque de la artillería y la aviación", asegura King, el analista militar. Esa clase de líneas defensivas –sostiene– funcionaron bien en el siglo XX, cuando los ejércitos tenían cientos de miles de soldados, pero aquella era ya no existe. "Rusia tiene unos 120.000 soldados de combate en Ucrania y la cuestión pasa por saber si será capaz de poblar esas defensas con suficientes militares para que esos obstáculos verdaderamente lo sean. No olvidemos que una línea defensiva es tan buena como los soldados que la defienden", añade King.  

El optimismo que la OTAN lleva vendiendo desde hace algún tiempo sobre la inminente contraofensiva ucraniana contrasta con la evaluación para consumo interno de la inteligencia estadounidense. De acuerdo con los documentos filtrados del Pentágono, Washington tiene muchas dudas de que los próximos meses puedan provocar un vuelco considerable en las zonas controladas por cada bando. Una idea similar a la expresada por el ministro de Defensa británico. "Tenemos que ser realistas. No habrá un momento mágico en el que Rusia colapse", dijo recientemente Ben Wallace.  

Pero en Ucrania –castigada nuevamente esta semana con un bombardeo coordinado sobre varias ciudades que dejó una veintena de muertos– las encuestas siguen reflejando una confianza extrema entre la ciudadanía, que cree mayoritariamente que su país podrá ganar la guerra o, como mínimo, seguir reconquistando territorio. "Creo que nuestro liderazgo es muy consciente de lo que nos jugamos en la contraofensiva", afirma el analista militar ucraniano del Razumkov Center, con sede en Kiev, Oleksiy Melnyk. "Sería mejor seguir obteniendo pequeñas victorias que fracasar porque nuestros objetivos son demasiado ambiciosos. De otro modo, nos exponemos a un conflicto congelado en el que Rusia pueda imponer los hechos sobre el terreno o ganar tiempo para lanzar nuevas ofensivas", añade Melnyk.

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