Perfil

María Lvova-Belova, de profesora de guitarra a deportadora de niños ucranianos

La funcionaria, casada con un religioso ortodoxo, acoge en su domicilio hasta a 23 infantes, uno de ellos natal de Mariúpol y adoptado recientemente por su familia

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Àlex Bustos

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Maria Lvova-Belova es el paradigma de lo que se espera de una mujer rusa desde el punto de vista más conservador. Entregada a los niños y a la familia, con valores tradicionales y fervientemente cristiana. Incluso está casada con Pavel Kogelman, un sacerdote ortodoxo. Sin embargo, una de las cosas que más se destaca de ella, es que acoge en su hogar a un total de 23 hijos, cinco biológicos y 18 adoptados. Como comisionada del Gobierno ruso para los derechos de los niños, se ha ganado la confianza del presidente ruso, Vladímir Putin, con quién comparte mentalidad, además de una orden de arresto internacional por supuesta deportación ilegal a Rusia de menores ucranianos desde las regiones controladas por las tropas del Kremlin en el este y sur de Ucrania.

Para dar ejemplo de sus postulados, ella misma ha aceptado a un adolescente de 15 años procedente de la ciudad de Mariúpol, una de las localidades que más han sufrido debido al conflicto. Dada la gravedad de los delitos de los que es acusada, Lvova-Belova ha obtenido uno de los protagonismos más infames entre la élite rusa que ha lanzado y jaleado la guerra de Ucrania, pero lejos de estar preocupada, se tomó a sorna la imputación. A sabiendas de que su país, al no haber firmado el Estatuto de Roma que rige el funcionamiento de la CPI, no va a responder favorablemente a la requisitoria judicial, la funcionaria aseguró a la agencia Ria Novosti, nada más conocerse la noticia, que era "maravilloso que la comunidad internacional haya apreciado" este trabajo para ayudar "a los niños de nuestro país". En esta frase queda implícito que la mujer, tras la anexión por parte de Moscú, el pasado septiembre, de cuatro provincias ucranianas no reconocida internacionalmente, considera como rusos a los niños ucranianos traídos a Rusia.

Nacida en Penza, capital de la región homónima en la parte europea de la Federación Rusa, fue profesora de guitarra de primaria durante sus primeros años laborales. Sin embargo, optó por seguir una vía mucho más política a partir de 2011, cuando empezó a formar parte de la cámara cívica de la región de Penza, una entidad cuya función, en teoría, era ayudar a los ciudadanos rusos a interactuar con sus gobernantes. Finalmente, en 2019, apuesta por formar parte del partido de Vladímir Putin, Rusia Unida, cuyo carnet de militante recibió de manos de Dmitri Medvedev, expresidente del país y líder del partido en ese momento. En esta formación política, ocupó algunos cargos intermedios hasta que surgió una oportunidad, que no dudó en aprovechar, para convertirse en comisionada de los derechos del infante en Rusia, puesto para el que fue nombrada en octubre de 2021.

Rusificación de infantes

Lvova-Belova dio personalmente las gracias por la adopción de su niño ucraniano al líder del Kremlin, quien estampó su firma en el mismísimo decreto que facilitaba los trámites para la adopción de estos infantes. Acerca de los niños traídos desde el país vecino, lamentó que hablasen “mal del presidente" (Putin), que dijesen "cosas horribles" y cantasen "el himno ucraniano”. Su conclusión en ese momento fue inequívoca: "Hay que trabajar en esto". Muchos de los niños que han sido trasladados a Rusia vienen de orfanatos, tienen progenitores que, o "han muerto" durante el conflicto, o "ha sido imposible localizarlos", según las fuentes rusas. Algunos de ellos habrían sido enviados incluso a ciudades como Novosibirsk, en Siberia, a miles de kilómetros de la frontera con Ucrania.

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