Suspensión del hermanamiento con Tel Aviv

Colau no está sola: decenas de ciudades han roto sus lazos por motivos políticos

Municipios de todo el mundo han invocado en los últimos años los derechos humanos y otras causas para suspender los acuerdos de hermanamiento que las unían

L'alcaldessa de Barcelona, Ada Colau

L'alcaldessa de Barcelona, Ada Colau / LORENA SOPENA - EUROPA PRESS

Ricardo Mir de Francia

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La decisión de la alcaldesa Ada Colau de suspender el acuerdo de que unía a Barcelona con Tel Aviv, adoptada a modo de protesta por las políticas del Gobierno israelí hacia los palestinos, ha generado un enconado debate político y social, pero está lejos de ser una decisión excepcional. En los últimos años, decenas de ciudades de todo el mundo han roto sus hermanamientos por motivos políticos, generalmente para condenar las violaciones de los derechos humanos o la ley internacional. La última oleada de rupturas se ha producido con las ciudades rusas a raíz de la invasión de Ucrania. Pero hay otras. Particularmente en el norte de Europa han proliferado los divorcios con las ciudades chinas.

Los acuerdos de hermanamiento nacieron precisamente para lo contrario: tender puentes, fomentar los intercambios culturales y económicos o cerrar las heridas provocadas por la guerra. No en vano, comenzaron a popularizarse en Europa en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. A veces, como fruto lógico de la cooperación entre pueblos que corrieron una suerte semejante, como fue el caso de Coventry y la antigua Stalingrado, devastadas durante la contienda. Ambas sellaron su amistad en 1944, después de que centenares de mujeres británicas enviaran fondos y una colcha bordada con sus nombres a la ciudad rusa.

El concepto también se extendería al otro lado del Atlántico, con el patrocinio inicial de Eisenhower, que dio pie a los hermanamientos entre municipios rusos y estadounidenses durante la Guerra Fría. Una de las lógicas de aquella idea es que las ciudades no son las responsables de los conflictos, sino sus víctimas. Una idea que ha ido progresivamente mutando, a medida que cada vez más municipios echan mano de su autonomía para condenar políticas de Estado con la ruptura de sus hermanamientos. 

Ciudades rusas y chinas

Rusia es el ejemplo más reciente. Decenas de ciudades occidentales han suspendido los acuerdos con sus pares rusas desde que comenzara la invasión de Ucrania. Desde Bruselas y Dusseldorf con Moscú a Coventry con Volgogrado (Stalingrado), que ha echado por tierra ocho décadas de estrecha solidaridad por “el horror de lo que está sucediendo”. También lo han hecho más del 10% de los municipios estadounidenses emparentados con la patria de Putin, desde Chicago o Dallas. Y Barcelona no ha sido una excepción. El mismo día en que suspendió su acuerdo con Tel Aviv, congeló también formalmente su relación con San Petersburgo, una iniciativa propuesta inicialmente por el PP y aprobada por decreto por la alcaldesa Colau. 

Los acuerdos congelados con las ciudades chinas son menos conocidos. La mayoría de rupturas han partido de Suecia, aunque no solo. También las ha habido en Países Bajos. Los motivos esgrimidos varían. Desde los abusos sistemáticos de Pekín contra la minoría musulmana uigur, pasando por la condena a varios años de cárcel de un editor sinosueco que publicaba libros críticos con el régimen o el deterioro general de la relación bilateral. “Suecia no está en posición de dañar a China económicamente, pero debemos criticar su absoluto desprecio a los derechos humanos”, dijo David Lega en 2020, el que fuera teniente de alcalde de Goteborg. “Me niego a sacrificar nuestros valores por motivos económicos”, añadió entonces. Goteborg es una de la veintena de ciudades suecas que han roto con sus pares chinas en los últimos cinco años.

Y esas rupturas no siempre se inician en Occidente. Shangái rompió con Praga después de que esta firmara un hermanamiento con Taiwán, mientras que Estambul hizo lo propio con Rotterdam después de que su ayuntamiento prohibiera a los ministros turcos hacer campaña política en sus barrios de emigrantes.

Israel, intocable

Lo verdaderamente excepcional de la decisión de Colau es que haya suspendido el hermanamiento con una ciudad de Israel, otro país con un nefasto historial en materia de derechos humanos, así como en su desdén hacia las resoluciones de la ONU y el derecho internacional. Ninguna otra ciudad del mundo lo ha hecho, según fuentes de la campaña de boicot y desinversiones contra Israel (BDS), que promueve este tipo de acciones. “Seguir con el hermanamiento implicaba apoyar el estatus quo, un estatus quo consiste en estrangular al pueblo palestino”, afirma a este diario David Llistar, director de Justicia Global y Cooperación del Ayuntamiento.

“Sabemos que no es lo mismo un Estado que una ciudad, pero cuando una ciudad es capital, al final hay una complicidad entre la ciudad y las políticas del Estado”, añade para justificar la decisión del consistorio. (Los israelís no consideran a Tel Aviv su capital, aunque alberga instituciones como el ministerio de Defensa). Sin llegar hasta los extremos de Barcelona, más de 40 municipios españoles –desde Valencia a Pamplona pasando por Cádiz— aprobaron hace unos años mociones declarándose “zonas libres del apartheid israelí”, un gesto no muy distinto a la suspensión del hermanamiento adoptada por Colau.

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