Repercusiones de la decisión de Colau
La ruptura de Barcelona con Israel perjudicará la cooperación con Gaza
La ciudad palestina ha podido recibir inversiones de la capital catalana al estar incluida en el acuerdo de hermanamiento con Tel Aviv

Las decisiones políticas tienen a veces consecuencias inintencionadas, como esos bumeranes que se dan la vuelta para acabar golpeando a quien los lanza, y la decisión de la alcaldesa Ada Colau de romper relaciones con Israel y suspender el hermanamiento con Tel Aviv podría ser una de ellas. El acuerdo firmado hace un cuarto de siglo por las dos ciudades incluyó también a la torturada Ciudad de Gaza, la parte que más inversión directa ha recibido del Ayuntamiento de Barcelona a raíz de aquella entente tripartita firmada en los salones del Palacio Albéniz. Y aunque la intención de Colau haya sido reprender a Israel por “la situación de apartheid” y la “violencia que sufre el pueblo palestino”, todo parece indicar que será la población de Gaza la que más sufra las consecuencias de la ruptura.
El Acuerdo de Cooperación y Amistad entre las tres ciudades comenzó a gestarse cuando soñar no era todavía coto exclusivo de ilusos y prevaricadores malintencionados. El proceso de paz de Oslo estaba en marcha y Barcelona acababa de celebrar a finales de 1995 la cumbre euro-mediterránea, de la que salió un ambicioso proyecto para crear un espacio común de cooperación y progreso económico en las dos orillas del Mediterráneo. Unas sinergias de las que saldría poco después la propuesta del recién nombrado enviado especial de la Unión Europea a Oriente Próximo, Miguel Ángel Moratinos, a Pascual Maragall para que Barcelona se implicase en los esfuerzos para conseguir la paz en la región. El trabajo de Maragall con Sarajevo servía de carta de presentación.
A Moratinos se le ocurrió una pirueta ingeniosa que se había ensayado con buenos resultados en la Europa de la posguerra, pero nunca en el avispero semita: un acuerdo de hermanamiento entre ciudades, con Barcelona como facilitadora. “En aquel momento todos creíamos que la paz no estaba muy alejada y era necesario crear intereses conjuntos y una agenda común entre los dos pueblos”, explica Moratinos a EL PERIÓDICO. “Barcelona tenía un desarrollo municipal avanzado, Tel Aviv disponía de tecnología, y la población de Gaza necesitaba recursos e infraestructuras, una suma de elementos que permitía hacer proyectos conjuntos”, añade el ahora alto representante de la ONU para la Alianza de las Civilizaciones.
El acuerdo de la Mercè
La idea se trasladó a las partes con la colaboración de la familia Pujol, según Moratinos, bien conectada en Israel. Fue bien recibida desde el principio, pero unos y otros coincidieron en que no era el momento. “Gaza puso más pegas porque tenía menos autonomía para decidir como ciudad. El alcalde necesitaba la autorización de la Autoridad Palestina y decía que cada día los israelíes les imponían nuevas restricciones”, asegura Francesc Freixa, uno de los redactores del acuerdo final y por entonces responsable para el Mediterráneo en la dirección de Relaciones Internacionales del Ayuntamiento.
Como el acuerdo no avanzaba, una delegación del Ayuntamiento viajó a Tel Aviv a finales de 1997 y se reunió con Yasser Arafat en Madrid a principios de 1998. “Estuvimos casi un año parados hasta que en septiembre decidimos invitar a los dos alcaldes a las fiestas de la Mercè”, explica Freixa. Y la festa major obró el milagro. El 24 septiembre de 1998, tras pasar la mañana paseando por la ciudad y viendo a los castellers en la plaza Sant Jaume, los alcaldes Joan Clos, Roni Milo (Tel Aviv) y Aown Shawa (Gaza) estamparon su firma en el acuerdo. Allí se expresó el respaldo a los Acuerdos de Oslo y se establecieron los parámetros de la futura cooperación, siempre sometida a la voluntad de las partes porque no era vinculante.
La Intifada acaba con la cooperación tripartita
Sus cinco páginas hablan de compartir conocimientos sobre la gestión municipal, desarrollar iniciativas culturales, fomentar la colaboración entre instituciones de la sociedad civil como las cámaras de comercio o impulsar proyectos para mejorar las condiciones de vida de la población de Gaza. Con la tinta todavía caliente, llegó a celebrarse una reunión a tres bandas en Barcelona y otra en Tel Aviv en forma de seminario de técnicos municipales, según diversas fuentes. Pero nada más, ahí acabó toda la cooperación tripartita. Para entonces, la derecha israelí y Hamas ya se habían encargado de sabotear Oslo, un proceso que acabó enterrado por la segunda y sangrienta Intifada, iniciada a finales del 2000. O para ser más exactos, lo que murió fue el estadio final de aquel proceso, el único que daba sentido a todas sus medidas intermedias: la creación del Estado palestino.
La violencia asfixió toda perspectiva de proyectos a tres bandas, pero Barcelona no tiró la toalla y pasó a tejer acuerdos bilaterales con las dos ciudades. Con Tel Aviv “se ha hecho mucho” en materia de urbanismo, turismo y promoción económica sin que costara dinero, dice Freixa. En Gaza se hizo lo que se pudo y, por razones obvias, invirtiendo en cooperación directa. (También indirecta a través de oenegés). El Barcelona Peace Park fue el primero de los proyectos, inaugurado por Clos en 2005 y más tarde reconstruido después de que el ejército israelí lo destruyera durante la guerra del 2009. Luego llegaría la urbanización del barrio de East al Nasser, completada en 2008 y en la que también participó la Agència Catalana de Cooperació. En ambos proyectos el Ayuntamiento invirtió cerca de un millón de euros.
Pero llegó un momento en que trabajar en Gaza se volvió casi imposible. A raíz de la legítima victoria electoral de Hamas en 2006, Occidente, que considera a los islamistas una organización terrorista, impuso el boicot sobre la Franja e Israel cerró sus fronteras a cal y canto para confinar desde entonces a su millón y medio de habitantes en la mayor “cárcel al aire libre” del planeta, por emplear la expresión del ex primer ministro británico, David Cameron. Los contactos e intercambios de técnicos municipales se mantuvieron cuando las circunstancias lo permitieron, sobre todo para trabajar en cuestiones de saneamiento de agua y drenaje para prevenir inundaciones.
Israel traba el acceso a los técnicos municipales
Noticias relacionadasPero a partir de 2016 Israel cerró el candado. “Se volvió muy difícil porque no dejan entrar a los técnicos y luego vino la pandemia”, afirma una fuente conocedora de la situación. Los últimos palestinos llegaron a Barcelona para formarse en 2018. Desde entonces, la comunicación online ha sido prácticamente la única vía. De ahí que la ruptura anunciada por Colau esté llamada a agravar todavía más las restricciones israelíes para trabajar con Gaza y posiblemente con el resto de los Territorios Ocupados, ya que Barcelona también opera en Belén, Hebrón o Nablus. “Las ciudades pueden decidir lo que quieran, pero creo que España y Barcelona perderemos capacidad de influencia en la región y la posibilidad de explotar una puerta que ahora se cierra”, afirma Moratinos lamentando la decisión de la alcaldesa.
La preocupación de Freixa va por otro lado. “Creo que Gaza va a pagar el pato de la decisión porque será prácticamente imposible hacer cooperación en la Franja y sin quererlo empezarán los actos de desagravio a Tel Aviv que acabarán beneficiando a Israel”, dice el que fuera también director de Relaciones Internacionales del Ayuntamiento. El candidato a la alcaldía, Xavier Trias, ya ha dado el primer paso enviando una carta al alcalde de Tel Aviv prometiendo reanudar las relaciones si gana en las municipales de mayo.
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