Tensión bélica

Dimite la primera ministra de Moldavia por el "chantaje energético" y las dificultades provocadas por Rusia

La presidenta escoge como nuevo líder del Ejecutivo a un experto en seguridad

Natalia Gavrilita

Natalia Gavrilita / Octav Ganea

Àlex Bustos

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La presión ha podido con Natalia Gavrilita, la primera ministra de Moldavia, que ha dimitido este viernes. Detrás de ella ha ido de forma automática el Ejecutivo en pleno. "Tras un año y medio al frente de este Gobierno ha llegado el momento de que anuncie mi dimisión", ha dicho en rueda de prensa la primera ministra tras apuntar que nadie esperaba que su Gabinete, elegido en verano de 2021, se tuviera que enfrentar a tantas crisis "causadas por la agresión rusa en Ucrania".

Tras la renuncia, la presidenta del país, Maia Sandu, propuso al exministro del Interior entre 2012 y 2015 y secretario general del Consejo Supremo de Seguridad Dorin Recean como candidato a primer ministro. Está previsto que Recean sea ratificado por el Parlamento, donde el proeuropeo Partido de Acción y Solidaridad (PAS) tiene mayoría absoluta.

No ha sido una legislatura fácil para los líderes del PAS, en especial frente a los retos surgidos en 2022: crisis energética, inflación por las nubes, presiones de Moscú, llegada de refugiados ucranianos... "Gobernábamos en un régimen de crisis continua", justificó la ya ex primera ministra de Moldavia.

El monopolio energético ruso ha sido uno de los focos de problemas para Chisinau. Moscú ha sido durante muchos años el único proveedor de hidrocarburos del país. Aunque actualmente ya no es un monopolio como tal, ya que desde el pasado mes de diciembre Rumanía y Eslovaquia están socorriendo a Moldavia y le envían gas natural. Los precios del gas eran un problema para la frágil economía moldava, que veía cómo sus ciudadanos afrontaban duros sacrificios para poder calentarse en invierno, como endeudarse para pagar las facturas del gas o calentarse con leña, cuando las temperaturas pueden llegar hasta los 7 grados negativos en el país.

Con los sucesivos contratos que se firmaban con Gazprom –compañía estatal rusa– se pagaban precios políticos, que presionaban a las autoridades de Chisinau para que no se alejara de Moscú. Gavrilita indicó que tanto ella como su Gobierno se enfrentaban a un "chantaje energético". "Todos pensaban que íbamos a ceder, como los gobiernos anteriores que traicionaron los intereses nacionales. Pero no fue así", apostilló.

Mientras tanto, desde la capital de Rusia, este mismo viernes la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, advertía a Chisinau contra la tentación de alejarse de Moscú. "Se está produciendo el proceso de transformar Moldavia en otra Ucrania. Los medios locales discuten la preservación de monumentos soviéticos y la glorificación de colaboradores nazis", afirmó. Uno de los principales argumentos del Kremlin para iniciar el conflicto rusoucraniano en 2022 fue "desnazificar" a Kiev, y más tarde voces del oficialismo ruso han pedido hacer lo mismo en otros vecinos de Rusia como Kazajistán, Polonia, Estonia, Letonia, Lituania o la misma Moldavia. Este mismo viernes, según fuentes de Kiev, un misil ruso sobrevoló el espacio aéreo del país antes de impactar en Ucrania.

Dificultades económicas

Este pequeño país comprendido entre Rumanía y Ucrania ya era antes del conflicto rusoucraniano uno de los más pobres de Europa. Y la ofensiva del Kremlin ha acentuado este problema. La inflación, que ha llegado a superar el 40%, ha sido una de las mayores preocupaciones de los moldavos, complicando la compra de muchos productos básicos. Esto alimentó protestas en contra del Gobierno, algunas de ellas lideradas por la formación del político pro-ruso Ilan Shor, encausado por corrupción y que vive en el extranjero.