Guerra en el este de Europa

Visita a Bajmut, el bastión de la resistencia de Ucrania

ESPECIAL MULTIMEDIA | Resumen de 10 meses de guerra en Ucrania

EL PERIÓDICO recorre las calles vacías de esta ciudad asediada desde hace meses por los bombardeos del Ejército ruso

La ciudad de Bajmut bajo el humo provocado por un bombardeo del Ejército ruso.

La ciudad de Bajmut bajo el humo provocado por un bombardeo del Ejército ruso. / RICARDO GARCIA VILANOVA

Ricardo Garcia Vilanova

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Apenas se distingue la entrada a la ciudad. Todo el cristal delantero y los laterales del coche están cubiertos de una mezcla de lluvia, nieve y barro que apenas permite vislumbrar nada. Solo durante un instante, cuando el limpiaparabrisas recorre a toda velocidad de izquierda a derecha, es posible ver siluetas de objetos en la lejanía. No hay una sola alma en las calles de Bajmut, una ciudad fantasma llena de barricadas antitanque bajo un tronar constante de bombas. Su ruido nos acompaña desde mucho antes de llegar a la entrada de la misma. Se escuchan explosiones de los bombardeos en un intercambio de fuego total. Los más cercanos son precedidos de un silbido y, acto seguido, llega la explosión. Las fuerzas rusas llevan meses intentando tomar el control de ese enclave ubicado del este de Ucrania, en la región de Donetsk, una de las cuatro que se anexionó Rusia el pasado mes de septiembre.

La ciudad es un laberinto de calles vacías y destruidas. Solo algunas personas hacen cola en un centro de reparto de comida que cada día da asistencia a las pocas personas que no han huido. Alrededor de la zona se ven varios impactos recientes de morteros, el suelo literalmente arrancado, trozos de metralla que han dejado agujereadas las paredes. Un grupo de hombres permanece en la entrada junto a una gran caja llena de pan. Dentro, un angosto pasillo da lugar a una gran cortina de plástico que aísla del frío exterior y que separa una gran sala donde se organiza el reparto. Allí, un tubo enorme, genera calor, alimentado por un generador. En ella, está Anna sentada en una mesa. Antes de la guerra era cantante y ahora es voluntaria en este centro de reparto. Ella gestiona, junto a otra compañera que no se quiere identificar, los papeles que asignan a cada persona que viene.

Las pocas personas que todavía habitan en este estratégico enclave de Donetsk se refugian en sótanos y rehúyen a los visitantes

En el mismo recinto se encuentra Svelenk, el encargado de repartir las cajas de comida y el pan. "Cada día es así", explica este hombre, que vive con su mujer en una casa cerca de la línea del frente de la ciudad. La entrada de la puerta de su casa la preside un enorme emoticono sonriente con un mensaje: "Hay gente aquí". Está dirigido a los rusos en caso de que finalmente consigan entrar en la ciudad. Los restos de una bomba de racimo (un arma prohibida) marcan la entrada en su jardín. También tiene un gallinero del que recoge huevos para sobrevivir y algunos gatos y perros que ha recogido por la ciudad. Él les da de comer. "No tienen a nadie, solo a nosotros". Estos animales forman parte de los muchos que aún se pueden ver por la ciudad deambulando sin un rumbo fijo. Sus dueños los dejaron atrás en su huida, y los que tengan suerte serán mantenidos con vida por gente como Svelenk. Al menos, hasta que lleguen los rusos. El resto morirán de hambre y frío en la inhóspita ciudad, llave de entrada para los rusos en la zona.

Habitantes de Bajmut acuden a un centro de reparto de comida.

Habitantes de Bajmut acuden a un centro de reparto de comida. / RICARDO GARCIA VILANOVA

Importante ruta

La ciudad está situada en la carretera que conduce a Lisichansk, una ruta importante de suministros. En una de sus calles, arde uno de los muchos incendios provocados por los bombardeos diarios. A lo lejos hay un edificio en llamas. Un camión de bomberos se dirige al lugar. Cuando llegan, un silbido cercano se convierte en una gran explosión. Todos corren hacia el interior de la casa atacada. Vladimir, el jefe de bomberos, esboza una sonrisa con la secuencia de sus hombres corriendo. "Ya no hay gente en esta zona, son casas vacías, pero igualmente tenemos que apagar el fuego. Es nuestra obligación". Dentro del edificio la oscuridad es total. El denso humo apenas deja ver nada. Dos bomberos dan golpes con un hacha a la puerta de una vivienda para tratar de abrirla, mientras otro grupo de sus compañeros rompen los cristales de una vivienda en la que ya han entrado. Cuando terminan se retiran a su cuartel a descansar. La entrada del mismo es una vez más un manojo de cemento roto y cristales debido a los impactos de los bombardeos. "Solo tenemos un camión aquí, por seguridad". Justo al lado del cuartel hay un edificio en cuyo subterráneo hay varias personas viviendo. Un hombre que no se identifica nos dice que no quieren hablar con los periodistas. Varias personas justo detrás de él se esconden a nuestra llegada. No es la primera vez que nos pasa en Bajmut.

Hace unas semanas llegamos a un edificio en llamas a una de las entradas de la ciudad. Allí un Mig 17 preside una peana en posición de despegue en recuerdo de los tiempos pasados de gloria de la aviación soviética. El grupo de personas que se congregaban alrededor del edificio en llamas se puso a increparnos que el bombardeo era culpa nuestra (refiriéndose a otros compañeros que habían pasado anteriormente). Finalmente encontramos otro refugio, también con un emoticono de cara sonriente, esta vez pequeño en uno de los laterales de la entrada, justo al lado hay un tanque. Después de varios intentos, una chica joven abre la puerta. "Hola, somos periodistas", le decimos. La chica pregunta a gritos a alguien del interior y nos dejan entrar. Descendemos a un piso inferior por una escalera y aparece un entramado de pasillos, iluminados con luz tenue y una sola cocina para la veintena de personas que lo habitan. La mayoría ancianos. Por qué no os queréis ir, es la primera pregunta que les hacemos. "Es nuestra casa, a dónde iríamos", nos responde la joven que abrió la puerta.

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