VIDEO de combates

Soldados españoles en el infierno afgano

Veteranos de las misiones Libertad Duradera, ISAF y Resolute Support recuerdan cómo los tiros se mezclaban con la misión humanitaria

Captura de vídeo de soldados españoles

Captura de vídeo de soldados españoles / Interviú

Juan José Fernández

Juan José Fernández

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A los soldados españoles destinados por turnos de seis meses en las misiones de Afganistán les llegaba de forma machacona un aserto militar: “La mayoría de las bajas caen en el primer mes de misión y en el último”. Advertencia contra el  descuido, primero por novato, después por relajado, que podía costar la vida.

Pero la mayoría de las 102 bajas que España ha contado en las tres misiones con que durante 20 años Occidente intervino en aquel país –Libertad Duradera, ISAF y Resolute Support- no se produjeron por lo que dice ese refrán, sino por un desgraciado accidente de avión Yakolev 42 y por otro no menos desafortunado de un helicóptero Cougar; 79 muertos entre ambos siniestros.

Y el resto, estos sí en su gran mayoría, por los IED y ataques suicidas. Las siglas del Improvised Explosive Device (artefacto explosivo improvisado, el arma letal de las guerrillas de Oriente Medio) bautizaron el mayor peligro, mucho más que los choques frontales a tiros con la “insurgencia”, o sea, con los talibanes; incidentes de los que ahora se va conociendo una frecuencia mucho mayor de la contada.

Soldados españoles en el infierno afgano

Soldados españoles en el infierno afgano. Diversos momentos de un tiroteo soportado por miembros de la Brigada Paracaidista en el castillo de Bala Murghab en la primavera de 2008. /

Los IED determinaban el momento de gran peligro del día: “Salir de patrulla, sin duda”, recuerda el general de División en la reserva, asesor de la OTAN y mando de tropas de Operaciones Especiales Jaime Íñiguez. En el camino esperaban minas como la que en febrero de 2007 mató a la soldado Idoia Rodríguez Buján cuando la pisó su blindado BMR. O se escondían IED en la cuneta –especialmente utilizados contra la Brigada Canarias XVI-, letales cuanto mayor el peso de su explosivo y mejor la orientación para revolcar en llamas a un vehículo acorazado de 2,5 toneladas.

“Por eso, siempre, siempre, desconfiábamos de cualquier cosa rara en el camino, cualquier bulto, cualquier coche mal aparcado”, recuerda el sargento de la Legión J.M. que se ha “comido” en Afganistán 16 meses en tres misiones distintas. En su campamento de Herat vio ganar a España la Eurocopa de 2008 y en otro emplazamiento afgano aclamó el gol de Iniesta que nos valió el Mundial de 2010, pero también durante sus estancias a 8.000 kilómetros de casa se le casó una hermana y se le murió el padre... sin poder estar.

Frecuentes combates

Tiene resumido en el Congreso el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, que la presencia militar española en las provincias de Badghis y Herat, el área que la coalición multinacional reservó para España, supuso para aquel torturado territorio la construcción de 160 kilómetros de carreteras, un hospital provincial, una red de saneamiento y agua potable en la capital provincial de Herat, siete clínicas rurales, tres institutos, seis escuelas rurales –para 20.000 niños y niñas- y numerosos proyectos de empoderamiento de mujeres.

Al final del paso de los 25.000 militares españoles, contó este lunes el ministro, la que era decimosegunda provincia de Afganistán en desarrollo había pasado a ser la segunda; y había en esos parajes un 30% de mujeres tratando de salir el analfabetismo contra un 5% que se contaban en 2001.

Pero todo eso no se hizo sin tiros, como puede verse en el vídeo que ilustra este reportaje, y el eco de esos disparos –desvelados con crudeza en mayo de 2009 por Interviú- acribilla en el recuerdo de los veteranos de Afganistán el

“Los talibanes odiaban que lleváramos ayuda a la gente, porque les quitaba influencia”, relata un soldado de tropas de élite.

blanco relato de los políticos. “Un convoy de ayuda humanitaria no camina solo; hay que darle custodia”, explica el legionario. Y un colega suyo de tropas de élite que no quiere que se publiquen ni sus iniciales ni su unidad, completa: “Los talibanes odiaban que lleváramos ayuda a la gente, porque les quitaba influencia”. Por eso era tan probable que atacaran convoyes.

Íñiguez (autor de ‘Las acciones no (todas) contadas de las unidades de operaciones especiales españolas’, editorial Punto Didot), recuerda de su paso por Afganistán que los tiroteos se hicieron más numerosos –y algunos peligrosamente prolongados contra los boinas verdes del Mando de Operaciones Especiales de Alicante- según los militares españoles se adentraban “en territorio no pisado antes, hacia el puesto avanzado de Bala Murghab, al norte y al suroeste”.

Era un enemigo poco efectivo, pero muy agresivo. “A menudo disparan sin apuntar –relata el general-, pero tienen a favor que están muy motivados por motivos religiosos, conocen bien el terreno y aterrorizan a sus compatriotas que no piensan como ellos”. Las tropas extranjeras podrían contar con la simpatía del vecindario, pero desde luego no con mucha ayuda de una población atemorizada.

Ver alrededor

Contra una tensión permanente, de fondo, los soldados en ruta memorizaban como un catecismo un prontuario de prudencias básicas: no remover ningún objeto del suelo, parar el vehículo solo si es necesario, no parar el motor, no dejar solo el vehículo, ni descender el conductor, ni muchos menos el que maneja la ametralladora superior…

Y, además, normas más técnicas: mantener la distancia con el blindado que va por delante “porque en caso de IED,

Los COP comenzaban siendo un asentamiento precario de sacos terreros y soldados tensos, posteriormente reforzado con contenedores de acero

que la explosión no deje a los dos fuera de combate”, relata el guerrillero. “E intentar mantener libre la visión de 360 grados en el convoy”, añade Íñiguez.

La visión es clave en puestos de vigilancia en alto, como el que muestra el vídeo de este reportaje, en una torre del castillo de Bala Murghab, a veces solitarios COP. Los militares de la guerra de África, hace un siglo los llamaban blocaos. Ahora, más modernamente, se denominan por las siglas en inglés de Combat Outpost, o puesto exterior de combate. Pero hoy como ayer, comenzaban siendo un asentamiento precario de sacos terreros y soldados tensos, posteriormente reforzado con contenedores de acero y parapetos de hormigón.

La visión también es vital en valles y desfiladeros, donde entraba en juego otra arma letal talibán: la munición de carga hueca. “Por lo menos una vez por semana atacaban la base con cohetes”, recuerda el sargento de su experiencia en Qala i Naw. A menudo, los militares españoles disparaban fuego de mortero en los alrededores para alejar a los merodeadores. Y al calor y el polvo del paisaje se les unía un hongo ascendente de humo y tierra tras el trueno cadencioso de sus estallidos.

Los soldados llamaban "El Álamo" a su puesto avanzado en Bala Murghab.

Los soldados llamaban "El Álamo" a su puesto avanzado en Bala Murghab. / Interviú

En patrulla, la separación entre vehículos militares se fue haciendo menor según fueron llegando a los hombres y mujeres desplegados en Afganistán tractores Husky buscaminas e inhibidores de frecuencia, que interceptaban a los IED. Mediada la misión, cuando aún había pocos de esos aparatos, se colocaba delante un coche con inhibidor, otro sin él detrás, otro con, otro sin…

“Pero era también útil romper la rutina, no ritualizar tus movimientos, que no supieran a qué hora sales y regresas”, cuenta Íñiguez. “La mañana, bien temprano, era el momento más peligroso -recuerda J.M.- porque

"Un terrorista suicida que quiere inmolarse normalmente actúa temprano. A las cinco de la mañana estábamos en vilo", recuerda un sargento de la legión

un terrorista suicida que quiere inmolarse normalmente actúa temprano, después de pasarse toda una noche rezando. A las cinco de la mañana estábamos en vilo”.

Cuidado con las motos

A cada militar español, en su vuelo a Afganistán, se le entregaba un ‘Manual de área’ de 92 páginas. La 57 contaba a los novatos las “Tácticas y procedimientos de la insurgencia’, :  “Normalmente evitan mantener un contacto continuado con las tropas internacionales y prefieren hostigar a éstas y posteriormente replegarse. Utilizan, para sus movimientos, motocicletas y vehículos pick up. Son combatientes muy resistentes, firmemente convencidos de la causa que defienden, y se encuentran perfectamente adaptados al clima y a la orografía, de la que son grandes conocedores. Los fusiles de asalto AK-47 y los lanzacohetes tipo RPG-7 son su principal armamento...”

El "ataque complejo", atentado más golpe a los que se paran a ayudar, preocupaba a los oficiales de las patrullas.

Las motos, numerosas como langostas, cargadas con dos hombres, eran un vehículo del que también desconfiar. Podían convertirse en un enjambre letal en lo que los soldados llaman “IED + emboscada” o “ataque complejo”, o sea, un golpe terrorista primero –con la explosión de un IED, por ejemplo- y otro inmediatamente posterior para aniquilar tanto a los supervivientes como a los que se paran para ayudarlos.

Y esa previsión preocupaba al oficial, generalmente un capitán, que mandara una patrulla. Solían estar compuestas por 30 militares o menos, “en función del riesgo evaluado”, explica el general. Al menos, con dos miembros del equipo de reconocimiento, dos de un equipo quirúrgico avanzado y dos conductores de Husky, además de la fuerza de combate propiamente dicha.

“Allí se combatía”

“Qué quieres que te diga, allí se combatía”, dice el soldado de élite. “Tampoco fuimos a repartir plomo –tercia el legionario-; esa no era nuestra misión; nuestra misión era ayudar al pueblo afgano”. Y ambos coinciden en que de eso se hizo “cuanto se pudo” dice el primero; “cuanto pudimos y un poco más”, añade el segundo.

Cree el general que todo el material bélico abandonado por el ejército de la ANA (Autoridad Nacional Afgana) en manos de los talibanes es “un peligro”, pero lo relativiza: “Nunca mantenían sus equipos, y veremos cómo tienen todo este armamento en unos meses”.

El eco de los disparos no disuelve el de los momentos buenos. Las amistades, o el deporte intenso en la llanura pelada, por ejemplo, “para despejar la mente”, recuerda el sargento. “Había que despejar la mente -insiste- o podías acabar mal, tan lejos de la familia”.

No valía de mucho el consuelo del sobresueldo. “No ver a tus hijos no está pagado”, adelanta. Un soldado desplazado el Afganistán cobraba una dieta diaria, que suponía doblar el sueldo. Tras seis meses de destino, le permitía volver con entre 10.000 y 12.000 euros ahorrados si no incurría en demasiados gastos.

Latas de fabada

Curiosamente, todos los militares consultados para este reportaje coinciden en dos rasgos positivos de sus memorias de veterano: la calidad del rancho y el cariño por sus ayudantes locales.

De la comida dicen que era abundante y buena. Y no solo en la base. Un menú de la RC o Ración de Combate podría estar formado por una lata de fabada de una marca famosa y una lata de sardinas, o una lata de lentejas y otra de albóndigas. Contundente aportación para quien había elegido en el desayuno “café con leche condensada, galletas, compota, chocolate...” enumera el legionario.

Del rancho español, lo que más envidiaban los soldados norteamericanos en los trueques eran los callos

Para sus patrullas fuera, tournés de varias noches al raso, los boinas verdes preferían no llevar las latas. “Pesan demasiado –explica uno de los militares que han hablado con EL PERIÓDICO-; mejor frutos secos y más agua”.

En los trueques de los soldados de la coalición que visitaban “El Álamo” de Bala Murghab o la base de Herat eran codiciadas las latas españolas. “Las que más, los callos”, recuerda el sargento legionario.

De lo otro, del afecto por los colaboradores locales, habla también un veterano paracaidista experto en telecomunicaciones con alivio: “He estado triste estos días con lo que veía de Kabul", comenta, y añade sobre la valiosa ayuda de los que "te hacían de conseguidores": "Esa gente... me quedo con ellos. Me daba mucha pena, pero bueno, los que yo conocí gracias a Dios han salido, han salido de allí”.

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