elecciones en eeuu
Los últimos cartuchos de Trump para la 'vendetta'
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
Ricardo Mir de Francia
Durante muchos años Donald Trump se dedicó a llamar a la prensa del corazón y los tabloides neoyorkinos haciéndose pasar por su propio publicista. Cambiaba la voz como un ventrílocuo, alardeaba de sus últimas andanzas y propagaba rumores para atraer la atención de los medios, esencial para crear marca y alimentar su insaciable ego. Estos días ha quedado en una posición no muy distinta. Tras su derrota electoral contra Joe Biden ha dejado de controlar la conversación del país y acaparar sus titulares para convertirse en un personaje secundario de su propio drama. La diferencia es que es ahora dueño de las calles republicanas y tiene en sus manos la llave para que Estados Unidos pueda tener una transición ordenada y pacífica en la Casa Blanca.
“Lo que Donald Trump haga en los próximos siete días determinará tanto su futuro como el de EEUU”, ha dicho el encuestador republicano Frank Lutz. Esa sigue siendo la pregunta del millón. En su entorno crecen las voces para que admita su derrota y no embarre más su legado, que ha puesto al país en la misma liga que esas regímenes bananeros donde el caudillo de turno se aferra al poder alegando fantasías de fraude. Asesores como su yerno, Jared Kushner, se habrían convencido de que el final es inevitable, una información que ha tratado de negar este domingo. Pero otros miembros del clan, como sus hijos varones, empujan para que siga luchando y agote hasta el recurso legal para disputar un resultado que ha perdido por más de cuatro millones de votos populares y una desventaja incuestionable en el colegio electoral.
Desde su entorno se dice que sigue viviendo en la negación. El sábado de su derrota pasó la mañana jugando al golf, un deporte al que ha dedicado más de 300 días de su presidencia. “¡He ganado estas elecciones por mucho!”, dijo poco antes de que los medios dieran por cerrado el escrutinio de Pensilvania. Y su cantinela no ha cambiado desde entonces. “Creemos que esta gente son unos ladrones. Las maquinarias de las grandes ciudades son corruptas. Estas han sido unas elecciones robadas”, escribió el domingo en Twitter. Su campaña sigue pidiendo dinero para financiar la ofensiva legal puesta en marcha en Georgia, Nevada o Pensilvania y ha nombrado a David Bossie, un veterano de la guerra de guerrillas en Washington, para liderar la estrategia.
Sin legitimidad internacional
Las grandes democracias occidentales no han tardado en felicitar a Biden, al igual que regímenes con pedigrí más cuestionable, desde Egipto, a Filipinas o Israel, cuyo primer ministro no ha tardado en saltar del barco pese a los favores impagables que Trump ha hecho a su país. Notables republicanos como el expresidente George W. Bush han disfrutado también el momento con fruición. “Aunque tenemos nuestras diferencias políticas, sé que Joe Biden es buen hombre que se ha ganado la oportunidad de liderar y unir a nuestro país”, dijo en un comunicado. Sin legitimidad internacional, a Trump solo le queda por el momento el silencio de Rusia, China o Brasil, todo un reflejo de las servidumbres y alianzas bastardas de su presidencia.
A su epílogo le quedan todavía muchos capítulos porque el neoyorkino seguirá en la Casa Blanca hasta el 20 de enero del 2021. Y muchos piensan que a sus cuatro años de estruendo y deriva autoritaria les falta la traca final. “Si pierde el poder se pasará sus últimos 90 días destruyendo EEUU como un niño cruel con un martillo en una tienda de porcelana”, ha dicho a ‘The Guardian’ el analista de inteligencia, Malcolm Nance. De forma inmediata se espera la purga de todos altos cargos por los que se siente traicionado. Desde el doctor Anthony Fauci, al jefe del FBI, Christopher Wray, o el secretario de Defensa, Mark Esper.
Jubilación en los tribunales
Legislativamente no le quedan cartuchos, pero mantiene sus poderes ejecutivos para la vendetta o para blindarse potenciamente de una jubilación en los tribunales. Hay quien teme que trate de sacar a EEUU de la OTAN o apriete más las tuercas a los europeos con sus guerras arancelarias. Como mínimo se preve que abuse de la clemencia y el indulto, como hicieron otros de sus predecesores en sus últimos días. En su círculo más cercano no faltan asesores incriminados o en arresto domiciliario, una demostración de la naturaleza pseudomafiosa de su presidencia. Desde Paul Manafort, a Steven Bannon o Michael Flynn.
La duda es si Trump tratará de blindarse legalmente a sí mismo y a su familia, ante la posibilidad de que sea imputado al abandonar la Casa Blanca. El fiscal del distrito de Manhattan le está presuntamente investigando por fraude bancario, aunque si algo sabe el magnate es sobrevivir en los tribunales. A lo largo de su vida ha lidiado con más de 3.500 demandas, según el ‘USA Today’, algunas como demandado, otras como demandante.
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