Elecciones argentinas

Historia de dos ciudades en una

Buenos Aires es capaz de aglutinar nucleos de miseria junto a los barrios más ricos

Vista del barrio 31, núcleo de miseria, junto a lujosos edificios colintandes en Buenos Aires.

Vista del barrio 31, núcleo de miseria, junto a lujosos edificios colintandes en Buenos Aires. / periodico

Abel Gilbert

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"Ahí va el futuro", dice Gisela, madre soltera de tres hijos y señala con un dedo el avión que atraviesa el cielo de Buenos Aires. Quisiera estar en cualquier parte menos en "la villa 31". Si viajara podría contemplar desde las alturas las cicatrices de la capital argentina, sus 18 universos de la exclusión. Los llaman "villa miseria".

Ella vive en uno de esos territorios donde se hacina el 5,7% de una población de tres millones. No en cualquiera.  "La 31" es más que un barrio, una ciudad que se desnuda frente a la mirada de los que atraviesan la autopista, salen de la terminal de ferrocarril o la observan desde los balcones de los hoteles cinco estrellas, los centros comerciales y los edificios lujosos de los barrios Retiro o Recoleta. Dos ciudades en una.  

El también conocido como barrio Mújica es excepcional por su doble condición de ser visto y permitirle a sus más de 40.000 habitantes mirar a "esos otros" a través de un muro translúcido: el trazado del ferrocarril y la avenida del Libertador.

10.000 viviendas precarias

Hubo un tiempo en que la villa 31 fue pequeña pero en cada desgracia socioeconómica se expandió como un organismo. Ahora ocupa 32 hectáreas. Sobre su superficie de calles en su mayoría sin nombre se apilan 10.000 viviendas precarias que a veces alojan a padres, hijos y abuelos. La mitad de los que las habitan son peruanos, bolivianos y paraguayos.

Jacinto vino de Trujillo hace 10 años. Al llegar quedó imantado ante la imponencia de los edificios lindantes. Todo tan cerca y lejos a la vez. Jacinto vende especias. "Si sube el dólar siempre pasa algo malo", dice. Lo que conecta los dos mundos es la variable inflacionaria.

El 56 % de los ciudadanos de "la 31" son niños y jóvenes. Muchos apenas comen en los colegios. No pocos se inician en la droga, la delincuencia o el alcohol. Algunos ni siquiera conocen qué hay en ese más allá que queda a un paso.  

"Ecosistema"

"Esto es un ecosistema. Si queréis, podéis no salir", explica Cristián, un funcionario del Gobierno de la ciudad que establece nexos entre las autoridades y los habitantes. "Aquí hay de todo". Estratos, jerarquías, poderes. Pobres, muy pobres, propietarios e inquilinos, incluso ricos a su modo. Hasta Ruben Orlando, un muy famoso peluquero de los años noventa, abrió su local, atendido por peluqueras travestis.

La mayoría de las casas están enrejadas. Los vecinos se protegen de un complejo entramado de delincuencia, bandas, narcotráfico y hasta menores que ven las series televisivas sobre Pablo Escobar y quieren imitarlo. "Plomo", gritan como él, del otro lado de la calle 10. Por la noche resuenan en sus meandros disparos y alaridos.

Son las tres de la tarde del último día de campaña electoral."Votalo ya sabes, la urbanización vino con él". Desde unos altavoces suena la publicidad del alcalde capitalino Horacio Rodríguez Larreta. Su gestión le ha cambiado parte del rostro de la villa: asfaltó calles, empezó a construir cloacas y decenas edificios, además de dar títulos de propiedad. 

Unas 200 familias ya habitan las nuevas construcciones que recibieron como hipoteca. Horacio, como lo presenta la publicidad, se jacta de haber hecho más que los alcaldes precedentes. Así y todo es muy posible que pierda las elecciones porque es un aliado estratégico del presidente Mauricio Macri.

Zapatillas usadas

"Refrigerador mata ladrillo", dice Celia, a quien no le alcanza para llegar a fin de mes y por eso le comprará a su hijo un par de zapatillas usadas en el mercadito que oferta objetos robados al "otro lado" de la ciudad. Martín vive en "la 31" hace 34 años y Larreta no le cae tan mal.

"El problema es su jefe", dice. Macri es vecino. Su mansión está en Barrio Parque, donde vota. Desde su jardín quizá se le cuela la perspectiva de la villa. "Lo llamo Hood Robin porque le ha sacado a los pobres para engordar a los ricos". Martín también señala con un dedo la frontera etérea que separa escandalosamente a las dos ciudades. Ese límite intangible dice mucho del modo en que los argentinos conviven con una pobreza que ha alcanzado picos históricos: de tan manifiesta puede volverse invisible.