La crisis venezolana

La hazaña de preparar 'pa amb tomàquet' en Venezuela

Cada vez son menos los catalanes en Venezuela y el Centre desafía la crisis como puede

Juan Soler, Montserrat Ranera y Oriol Umbert, en el Centre Català de Caracas.

Juan Soler, Montserrat Ranera y Oriol Umbert, en el Centre Català de Caracas. / periodico

Abel Gilbert

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La televisión informó triunfalmente de que llegaron al puerto de Sucre 10 toneladas de trigo. Fue un anuncio a tono con los rigores de un país donde la producción de pan ha caído un 50%. La escasez ha convertido al 'pa amb tomàquet' en una ocasional extravagancia. Sentada en la terraza del Centre Català de Caracas, Monserrat Ranera cuenta cómo hace malabarismos para llevar un plato a su mesa. Puede haber pan y tomate, pero faltar el aceite. Y qué decir de la tortilla: obtener todos los ingredientes reclama paciencia y astucia. Ella llegó aquí durante la década del 80 y posee una empresa de diseño gráfico. "Nunca sabes qué productos vas a conseguir,  a cuánto subirá el precio del dólar, si tendremos luz o agua. Todo es una lotería". Los problemas exceden las preferencias gastronómicas. "Cada vez somos menos, cinco o seis los que hablamos aquí catalán: o se murieron o hicieron las maletas. Pero hubo un tiempo en que fuimos hasta 4.000", dice Oriol Umbert, al frente de la Peña del Barça.

El Centre es imponente y está considerado como el más grande del mundo: cuenta con canchas de fútbol, tenis, una piscina y un gran parque, entre otras instalaciones. Enclavado en una elevación de la Cota Mil, desde su terraza se tiene una panorámica privilegiada de una ciudad en la que se respira la tensión y, en los instantes de peligro, el gas lacrimógeno. Pero no hay que mirar tan lejos para palpar tensión. El Centre está cerca de la casa de Leopoldo López, el jefe de la oposición que burló el arresto domiciliario y se refugió en la residencia del embajador español. Por el barrio de Palos Grandes del municipio de Cachao pululan los vehículos del servicio nacional de inteligencia (Sebin).

La realidad es prepotente y el Centre, señala su presidente, Juan Soler, a veces no puede escapar a sus azotes. "Desde diciembre solo tuvimos agua en dos ocasiones", cuenta este hijo de catalanes. El predio debe abastecerse con camiones.

Reservan fuerzas para la Champions

El Barcelona juega este sábado con el Celta de Vigo pero la peña se reserva sus fuerzas para el partido de la Champions contra el Liverpool. Previene Umbert que la actividad puede suspenderse por una movilización u otra cosa imprevista. La crisis cambia costumbres, miradas, diagnósticos. Soler recuerda lo que ocurrió tiempo atrás. Por las cámaras de seguridad se dieron cuenta de que parte del personal hurgaba en la basura en busca de sobras de la comida. Fue una constatación estremecedora. Desde entonces se les da un paquete de alimentos.

"Todos los días hay que renovar el chip", dice Umbert. Un día, camino al Centre, un policía le ordenó que detuviera su coche. Le advirtió de que tenía una luz rota. Umbert le explicó que no obtenía el repuesto. Para evitar la multa, el uniformado le pidió que le comprara unos refrescos y unas galletitas. "Muy probablemente ese señor no tenía que comer", lo excusa. "A lo mejor fue su cena", dice Soler. "Sí, un 'shock' de azúcar", dice Ranera.

La primera autoridad del Centre fue hace 74 años Carles Pi i Sunyer, ministro de Trabajo del Gobierno español, conseller de la Generalitat, alcalde de Barcelona y presidente del Consell Nacional de Catalunya en el exilio. "La junta del anterior Centre abandonó el país. ¿Por qué te has quedado cuando tienes dónde irte?, me preguntan. Es que soy más venezolana que la arepa y catalanista", dice Monserrat, y los demás asienten.