CRISIS EN EL PAÍS CARIBEÑO
La economía sigue a oscuras tras el apagón en Venezuela
La hiperinflación devora a los consumidores y la escacez hace que proliferen los trueques
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
Abel Gilbert
“Hoy más que nunca, estamos convencidos de que el socialismo bolivariano del siglo XXI es el único modelo capaz de brindarle al pueblo venezolano la mayor suma de felicidad social”. La confianza en el futuro de Nicolás Maduro parece inquebrantable a pesar de las desventuras y conspiraciones. Y por eso, en el Día Internacional de la Felicidad hizo un nuevo acto de fe en las redes sociales.
Cuando volvió la luz y empezó el inventario de estragos, los venezolanos se vieron frente a un espejo de oscuridad que no da lugar al horizonte de dicha. De un lado, una parte de la sociedad teme un nuevo corte de energía y que también falte el agua. El miedo ha entrado en el cuerpo al punto de que el ministro para la Agricultura Productiva y Tierras, Wilmar Castro Soteldo, llamó a la población a estar preparada para una eventual falla como consecuencia de un sabotaje contra las instalaciones. “Nosotros tenemos la cultura de los alimentos frescos. Creo que ya hay que ir pensando en las conservas de carne y pollo, en los concentrados, en las harinas de los tubérculos, las pulpas de frutas, los alimentos deshidratados que tiene las mismas propiedades nutritivas, que simplemente usted la puede preservar mucho mayor, incluso sin electricidad”, dijo a Venezolana de Televisión.
Devorados por la inflación
La recomendación choca sin embargo con aquello que los días sin energía pusieron entre paréntesis: la escasez y la depreciación del bolívar soberano. No es tan sencillo ni más barato adquirir las latas. La Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional (AN) asegura que en los dos primeros meses del 2019 la inflación ha sido del 348,2%. La tasa interanual entre febrero del 2018 y este año ascendió a 2.295.981.8%. La patronal espera que este año termine con una hiperinflación del 31.000.000%. Ni siquiera el Fondo Monetario Internacional (FMI) llegó a tamaño pesimismo: sus cálculos fuero un tercio menor.
El FMI calcula en tono amenazante que si se completa la era Maduro (2013-23) el PIB se habrá retraído un 60%. La economía de un país cae en ese pozo sin fondo como consecuencia de una guerra. Y eso es lo que precisamente asegura el Gobierno al hablar de los efectos de las agresiones de EEUU, aunque, como en el tema de la felicidad, no logra convencer a todos.
Mafias que controlan el papel moneda
Maduro aumentó cinco veces el salario mínimo en el 2018 y decretó una subida de un 400% en enero, pero la hiperinflación ya se lo ha devorado. Los 18.000 bolívares de la paga mínima y el bono de alimentación, de una cifra similar, equivalen a 9,4 euros. El Gobierno prepara un nuevo incremento pero la lógica económica es tan corrosiva que los venezolanos no sienten nunca los beneficios en sus bolsillos. Horas antes de que Venezuela quedara en penumbras, un kilogramo de tomate costaba 2.000 bolívares soberanos. El cartón de huevos, 12.000. El día que la población pudo encender otra vez sus ordenadores y cargar sus teléfonos, 100 horas después del apagón, los productos costaban casi un 100% más.
El otro gran problema que se agravó en las últimas semanas tiene que ver con el circulante. El cambio del cono monetario a mediados del 2018, cuando se retiraron cinco ceros al bolívar, prometía asestarle un golpe a las mafias que controlan el papel moneda. El dinero contante y sonante es tan verificable como la promesa de bienestar.
El recuerdo del pasado
La transacción electrónica se utiliza hasta para comprar una docena de huevos. Al mismo tiempo, la economía de la escasez favorece otro tipo de intercambios: un neumático o un viaje en taxi por alimentos. No sin cierta mordacidad, Elías Pino Iturrieta comparó este presente con tiempos decimonónicos de exigüidad. Recordó en ese sentido la impresión que la causó al viajero inglés James Mudie Spence el comercio en ese país entre 1871 y 1872. “Con excepción de algunas moneditas de cobre, no existía una moneda venezolana. Las monedas de Gran Bretaña, Francia, España, Colombia, Perú, Chile, México, Argentina, Bolivia, Brasil, Estados Unidos, Alemania, Italia, Dinamarca y Holanda circulaban, y se consideraban moneda legal. Es de imaginarse, entonces, la dificultad de obtener cambio ¡por una libra esterlina de oro!”, escribió en el portal Prodavinci.
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