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El espejo de Vietnam

Corea del Norte estudia el milagro económico vietnamita logrado con un partido único comunista en el poder

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vietman cumbre trump kim / periodico

Adrián Foncillas

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La estatua de Lenin con una mano en el bolsillo y la mirada reconcentrada en el horizonte que preside la plaza homónima en Hanoi tiene el mismo aroma a naftalina que el retrato de Mao de la plaza de Tiananmén pequinesa. Son fósiles revolucionarios reducidos a su dimensión más banal y atropellados por los tiempos. Los adornos florales sirven de fondo para las fotos de media docena de mujeres con sus vestidos tradicionales. Tres jóvenes patinan con la gorra calada hacia atrás sin ningún interés en atender cuestiones sobre el comunismo ni la influencia del pensador ruso en Ho Chi Minh.

De ese pragmatismo vietnamita, tan parecido al gato chino que blanco o negro debía cazar ratones, se espera que aprenda Corea del Norte. Asegura el optimismo reinante que la elección de Hanoi para la segunda cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un revela el interés de éste en copiar la receta liberal vietnamita para resucitar la economía sin sacrificar el poder y abandonar su condición de paria global.

Kim Jong-un tiene previsto visitar la base manufacturera de Bac Ninh y la ciudad portuaria de Hai Phong. Su ministro de Exteriores, Ri Yong Ho, ha estado dos veces en Hanói en los últimos meses estudiando las reformas locales y el viceprimer ministro vietnamita, Pham Binh Minh, reveló que estaban “preparados para compartir” sus secretos.

Venta de excedentes

Vietnam es el milagro económico desconocido de Asia. Emprendió las reformas conocidas como “doi moi” en 1986, adelantándose un año a la perestroika rusa. Liberalizó los mercados, permitió la venta de excedentes, atrajo la inversión extranjera, se abrió al mundo y desplazó la toma de decisiones hacia el politburó porque equivocarse en consenso es más difícil. Aquella decrépita economía planificada es hoy una de las más vigorosas del continente. Frecuenta los crecimientos anuales del 7 % y está completando con éxito la delicada transición de un modelo de manufacturas que se beneficia de los bajos salarios a otro de productos tecnológicos y de valor añadido. El gigante surcoreano tiene a 100.000 trabajadores aquí.

La renta per cápita vietnamita en 1985, como la norcoreana actual, suponía un 1% de la estadounidense. Los 95 dólares de 1990 crecieron hasta los 2.342 dólares de 2017. Exporta a todo el mundo, era uno de los once firmantes del difunto Acuerdo Transoceánico y el próximo año firmará un tratado con la Unión Europea. Vende más a Estados Unidos que a China, una excepción en Asia, lo que le ha permitido eludir la dependencia con Pekín y plantarle cara en disputas territoriales.

Es un cuadro envidiable para un país con una economía comatosa y que concentra el 93% de su comercio exterior en China. “Los norcoreanos podrían aprender como crear un crecimiento económico a través de instrumentos como las zonas económicas especiales y cómo compatibilizar un gobierno autoritario de partido único con cambios económicos”, opina Benjamin Katzeff Silberstein, coeditor de la web 'North Korea Economy Watch'. 

El proceso es conocido en el mundo comunista: un gobierno paternalista ya no puede cubrir las necesidades de su población y debe elegir entre dejarla morir o abrir la mano. Kim Jong-il, padre del actual dictador, dio pasos contradictorios con los mercados negros que nacieron durante las hambrunas de los 90. Su permisibilidad intermitente ha virado al desacomplejado estímulo con su hijo. Ha legalizado medio millar de mercados y aprobado reformas que remiten a la hoja de ruta china. Pero son tímidas e ineficaces contra las sanciones económicas. Su PIB se contrajo un 3,5 % el pasado año, la mayor caída en más de dos décadas, según el Banco de Corea. En la víspera de la cumbre alertó de que el déficit previsto de 1,4 millones de toneladas de comida obligaría a reducir las raciones a la mitad. Kim Jong-un está muy lejos de cumplir la promesa de mejorar las condiciones de vida de su pueblo.

Población muy joven

No yerra Trump cuando insiste en el potencial norcoreano. Su subsuelo cuenta con carbón y mineral de hierro por un valor mínimo de seis billones de dólares. También su sector pesquero es boyante. Y, como aquella Vietnam, tiene una población muy joven. “Corea del Norte será un misil… un misil económico”, vaticinó Trump si sacrificaba su arsenal económico.

Vietnam y China han desmontado la teoría de que sólo las democracias liberales traen el esplendor económico. Eso es lo que el mundo espera que interiorice Pionyang. Ocurre que hay problemas serios. El primero es que Vietnam acometió las reformas tras la unificación nacional y no es probable que Seúl vaya a ser conquistada pronto. Y el segundo es que, aunque el margen a la disidencia política es mínimo en Vietnam, su transformación fue posible gracias a unas libertades personales que son aún utópicas en Corea del Norte. La ignorancia acostumbra a igualar las dictaduras, pero la distancia entre Vietnam o China con Corea del Norte es oceánica. Pocos expertos juzgan viable que Kim dinamite los 70 años de puño de hierro de dinastía familiar.  

Katzeff comparte el escepticismo. “El régimen quiere preservar su sistema político y social y evitar cualquier riesgo asociado a las liberalizaciones. Así que no irá lejos para evitar poner en peligro lo que considera las partes nucleares del sistema como el control del flujo de información”, sostiene.