CRISIS POLÍTICA

"Traición a la nación griega"

Tsipras, durante su encedida alocución en el Parlamento.

Tsipras, durante su encedida alocución en el Parlamento. / periodico

Adrià Rocha Cutiller

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Las palabras son grandes y los ánimos están encendidos en Grecia cuando se habla, en los últimos meses, sobre el acuerdo del cambio de nombre de Macedonia.

Pocos —solo los partidarios del primer ministro, Alexis Tsipras, y algunos más— lo defienden en serio porque este pacto, que de ser ratificado solucionará una disputa de 27 años, toca la fibra sensible del nacionalismo griego, uno de sus mitos fundacionales: Alejandro Magnorey de Macedonia y de Persia, hegemón de GreciaFaraón de Egipto.

Y Alejandro Magno nació en Macedonia, una región que, en la actualidad, está dividida entre la Antigua República Yugoslava de Macedonia y Grecia. «¡Macedonia es nuestra alma! ¡Solo hay una Macedonia y es en Grecia!», han gritado, constantemente, los manifestantes griegos. Llevan meses tomando las calles a diario.

Así, según una última encuesta de enero, casi el 70% de los griegos rechaza el acuerdo. Solo al 25% les parece un avance positivo; una forma de conseguir mejores relaciones con el país vecino.

Además, muchos temen que la nueva Macedonia del Norte —como estipula el acuerdo que se llamará Macedonia—, tenga deseos irredentistas sobre la Macedonia griega: que Skopje intente anexionarse la región griega cuya capital es Salónica.

En la cuerda floja

A Tsipras, este acuerdo, que tiene el favor de la comunidad internacional entera, le puede costar muy caro. Lo que no consiguió la troica ni el rescate bancario de la UE lo puede conseguir el nacionalismo griego: derrotar el gobierno de Syriza.

«Estoy furioso con él. Tsipras no trabaja para el interés ni para el sentimiento nacional griego», decía, este verano, Constantinos, manifestante.