PROBLEMAS DEL GIGANTE ASIÁTICO

Mejor uno que dos vástagos

La golpeada clase media china espera ayudas económicas para aumentar la familia

Una niña patina en Pekín.

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Adrián Foncillas

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Lamenta Sun Lingyan, de 36 años, no darle a su hijo el hermano que le pide. “Criar a un hijo es carísimo”, aclara mientras consulta sus mensajes en el móvil más caro del mercado en una elitista cafetería de Pekín. Trabaja en el boyante sector inmobiliario, su marido lidera una compañía informática y ambos integran la clase media alta urbana. Sun creció muy ligada a su hermano en Longkou, una pequeña ciudad de la provincia oriental de Shandong. “Los tiempos han cambiado, ahora es imposible”, zanja

La carestía de la vida, las jornadas de sol a sol, la inseguridad del mercado laboral… Muchos factores confabulan contra el aumento de la fertilidad que ansía el Gobierno. En Shanghái ha caído al 0,7 y los esfuerzos desesperados por levantarla han fracasado.

Sun desglosa los gastos en educación. Los mil yuanes (125 euros) mensuales del colegio no son excesivos pero el grueso llega en las actividades paralelas. Por las clases de inglés paga hasta 20.000 yuanes (2.500 euros) anuales, los mismos que por las de pintura, música o deporte. “Queremos darle la mejor vida posible y todas las armas para que triunfe”, explica.

Estrategias de matriculación

Las escuelas y universidades más prestigiosas son siempre públicas en China y el coste es irrisorio. Pero la admisión depende del 'hukou' o registro administrativo y conviene residir en sus cercanías. Por ello tuvieron que comprar por cinco millones de yuanes (630.000 euros) una segunda vivienda en el céntrico barrio de Chaoyang.

Ningún mercado inmobiliario crece tan desbocado como el chino a pesar de la batería de medidas gubernamentales para enfriarlo. Pekín, Shanghái o Guangzhou registran aumentos exponenciales que exigen el endeudamiento de varias generaciones. Los lamentos sobre la cesta de la compra no son menores. Las apreturas han alcanzado a la mimada clase media.

Más mujeres en la universidad

El ecosistema laboral también es un freno. El juicio sobre China permite interpretaciones opuestas: las mujeres son mayoría en la universidad y su situación es infinitamente mejor que en Japón y Corea del Sur. Pero China aún tiene deberes pendientes en la discriminación laboral. La posibilidad de que una trabajadora se ausente para dar a luz a un segundo vástago incomoda a muchos empresarios. Encuestas recientes de la prensa local muestran un cuadro inquietante. Una revelaba que el 75% de las compañías son más reticentes a contratar mujeres desde el fin de la Ley del Hijo Único, otra señalaba que el 33 % habían visto recortado sus sueldos después de la maternidad y la última aseguraba que el 54 % habían sido preguntadas en las entrevistas de trabajo si pensaban tener hijos. El 35% de las mujeres que rechazan el segundo hijo esgrimen los efectos laborales. “Las empresas saben que con dos hijos no podrás cumplir jornadas de 10 o 12 horas y, aunque es ilegal despedirte, te hacen la vida imposible hasta que te vas”, alecciona Sun.

A la espera de ayudas

Li trabaja casi 10 horas diarias en un restaurante de lujo pequinés. Destina la mitad de su salario de 7.000 yuanes (885 euros) a ropa, libros de texto, juguetes y clases de ajedrez de su hijo. En el alquiler se le va la otra mitad. Su marido, capataz de la construcción, está a menudo fuera de la capital, así que Li encadena frenéticos viajes del restaurante al colegio. Si se complica la jornada en el restaurante tiene que cuidar a Su a través de vídeollamadas y pedir al restaurante del barrio que le suban la cena. “Sólo me pensaría tener el segundo si el Gobierno nos diera una ayuda suficiente para contratar a una nanny”, comenta.

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