DERECHOS HUMANOS

Abogados europeos se organizan contra la candidata a dirigir la CIA

Gina Haspel, candidata a nueva directora de la CIA.

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Carles Planas Bou

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Humillación, asfixia, privación del sueño, abuso sexual, mutilación, presión psicológica y violencia física. En su llamada guerra contra el terror, Estados Unidos ha perpetrado cientos de crímenes. A pesar del blindaje del que gozan sus autoridades, al otro lado del Atlántico hay quien lucha para que los promotores de la tortura se sienten en el banquillo con un cargo criminal sobre sus espaldas.

A eso es a lo que se dedica el Centro Europeo por los Derechos Humanos y Constitucionales (ECCHR, por sus siglas en inglés). El 6 de junio del año pasado este grupo de abogados de Berlín presentó al fiscal federal de Alemania una denuncia pidiendo el arresto de Gina Haspel, veterana agente de la CIA que este miércoles comparecerá frente al Comité de Inteligencia del Senado para que la confirmen como nueva directora de la agencia de inteligencia. "Haspel debe ser arrestada si viaja a Alemania o a otro país europeo", explica Andreas Schüller, responsable de la investigación contra la tortura estadounidense.

Con 30 años operando en encubierto, el poco historial que se conoce de Haspel se remonta a octubre del 2002, cuando accedió a dirigir una prisión secreta de la CIA en Tailandia. Según confirmaron fuentes de la inteligencia a The New York Times durante su mandato se torturó a un sospechoso de pertenecer a Al Qaeda, Abd Al Rahim Al Nashiri, a quien se le practicó el submarino hasta en tres ocasiones. Este método consiste en sumerger al reo maniatado en tanques de agua u orina para extraerle información.

Destrucción de pruebas

Además de la tortura, Haspel también podría ser responsable de destrucción de pruebas. Según denunció la agencia de noticias sin ánimo de lucro ProPublica, tras su ascensión presionó al director del centro contraterrorista de la CIA para que eliminase hasta 92 grabaciones en las que se documentaba la tortura perpetrada contra Abú Zubaydah, quien fue falsamente acusado de ser uno de los hombres fuertes de Osama Bin Laden. Presuntamente, se le sumergió la cabeza largo rato, se le privó del sueño y se le encerró durante horas en un ataúd, pero no hay pruebas de ello.

Aunque el caso contra Haspel se presentó el 2017, el ECCHR investiga el programa de torturas de EEUU desde el 2004. En su largo historial de resistencia también han presentado denuncias contra el presidente George W. Bush y pesos pesados de su Administración, como el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, o el entonces director de la CIA, George Tenet. A todos ellos se les acusa por crímenes de guerra por haber ordenado la creación de prisiones secretas por todo el mundo (conocidas como black sites) donde se perpetró la tortura impunemente.

Como EEUU e Irak no son miembros del Tribunal Penal Internacional, este órgano no tiene competencias sobre las violaciones de derechos humanos que estos estados cometen . De manera que el caso que lleva ECCHR se ampara bajo la convención internacional contra la tortura de la ONU. Además, explica Schüller, en el informe se incluyó el testimonio de ciudadanos alemanes que sobrevivieron a la tortura de Abú Ghraib y de Guantánamo para "agilizarlo".

Aunque hay poca esperanza a la que aferrarse, el idealismo y la convicción mantienen a este grupo en pie. "Dada su posición, no esperamos que Haspel sea detenida, ya que si viaja lo hará con un acuerdo de inmunidad del país que visite”, asegura. "Si Alemania le permite venir sabrán cual es el precio político a pagar por ello", añaden.

Trump defiende la tortura

"Fue un error optar por duros métodos de interrogación que son vergonzosos, ineficaces y que hacen el juego al enemigo". La frase la pronunció en el 2009 el veterano del FBI Ali Soufan, probablemente el agente que estuvo más cerca de llegar a Bin Laden antes del 11-S, desestimando así el uso de la tortura normalizado bajo la Administración Bush. Ignorando a los expertosDonald Trump llegó a la presidencia exhibiendo una pasión por la tortura que colma los deseos del conservadurismo estadounidense más recalcitrante.

"No importa saber si la tortura es efectiva o no, es ilegal, atenta contra la dignidad humana y está prohibida", insiste Schüller. "El problema es que esa obligación no se cumple", añade. La repulsa internacional llevó a Haspel a ofrecer el pasado viernes una renuncia que la Casa Blanca desestimó.  Su nombramiento  será una estocada a la legislación internacional y a los derechos humanos.