ELECCIONES EN LOS PAÍSES BAJOS

Geert Wilders, el hombre que quiere expulsar el islam de Europa

Geert Wilders.

Geert Wilders. / periodico

CARLES PLANAS BOU / ÁMSTERDAM (ENVIADO ESPECIAL)

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Larga melena plateada, ojos azules decaídos, sonrisa maquiavélica perenne y una lengua viperina e incendiaria. Estos son los rasgos que han hecho de Geert Wilders el principal tribuno de la ultraderecha nacionalista y racista de Europa, con permiso de los Le Pen. A sus 54 años, el líder del Partido por la Libertad (PVV) se prepara para asestar un duro golpe a la moral del continente y convertir su partido en la fuerza política más poderosa de los Países Bajos. A pesar de que la victoria no le permitiría gobernar, sí supondría una clara amenaza para los intereses de Bruselas. ¿Cómo ha llegado Wilders hasta aquí?

Corredor de seguros de profesión y enemigo del Estado, entró a formar parte del liberal Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), actual líder del Gobierno. Fuertemente influenciado por el discurso racista de sus superiores y por su viaje a Israel durante la adolescencia, Wilders vio en el islam su primer gran enemigo. En 1998 entró en el Parlamento sin hacer ruido y se dedicó a observar a Pim Fortuyn, carismático y controvertido líder político de la ultraderecha que popularizó la xenofobia en Holanda.

Entre el 2002 y el 2004 una serie de sucesos moldearon al Wilders actual. Cuando Fortuyn, su “héroe”, fue asesinado por un activista de izquierdas, él decidió tomar el relevo frente a la “invasión musulmana”. Su tono radical y la oposición a que Turquía entrase a formar parte de la Unión Europea (UE) llevaron a que el VVD lo expulsase. Poco después, el asesinato del polémico cineasta Theo Van Gogh a manos de un joven musulmán radicalizado convenció aún más a Wilders que debía “desislamizar” los Países Bajos.

MOZART CONTRA LA “ISLAMIZACIÓN”

Conocido como Mozart por su cabellera dieciochesca, el 2006 fundó el PVV, organización personalista que bajo la promesa de cerrar las fronteras a la inmigración y prohibir las mezquitas y cualquier tipo de velo islámico, pasó a ser una de las principales fuerzas del país. Publicar caricaturas de Mahoma (a quien llamó “pedófilo”), comparar el Corán con el Mein Kampf de Adolf Hitler, asegurar que “odia” el islam o prometer a sus votantes librarse de la “escoria marroquí”. Provocador nato, sus constantes polémicas le llevaron a romper el tradicional consenso político y a convertirse en el hombre más odiado de Holanda. El pasado diciembre la justicia holandesa lo consideró culpable de delito por insultos y discriminación. “Es de los políticos que intentan apagar el fuego con más gasolina”, llegó a confesar su hermano Paul.

El asesinato de dos de sus referentes le obligaron a necesitar hasta el día de hoy a varios escoltas de seguridad. Además de la protección que necesita tras recibir amenazas de muerte, esa imagen refuerza su buscada aura de mártir de la libertad y su discurso de que el islam es una religión “tiránica” que “propaga la violencia”. En la celebración ultranacionalista que le reunió el pasado enero con Marine Le Pen y Frauke Petry de la AfD alemana, entre otros, Wilders fue presentado como “el hombre que ha renunciado a su propia libertad”. A finales de febrero canceló una semana su campaña tras publicarse que uno de sus guardas filtraba información a criminales.

ENEMIGO DE EUROPA

Más allá de su retórica nativista, detractora de un Estado fuerte y de un programa de rebaja de impuestos que ha quedado en segundo plano, Wilders no se entiende sin su desprecio por el “monstruo” de Bruselas. Su segundo gran enemigo siempre ha sido la  “fallida” UE, a quien culpa de destruir la cultura de los Estados-nación del grupo comunitario al llevar a miles de inmigrantes musulmanes a su país. Tras la salida del Reino Unido ('brexit'), Wilders se siente más legitimado que nunca para que Holanda siga el mismo camino y opte por el Nexit. “La UE está muerta. La primavera patriótica se hará realidad”, celebró en enero.

Como todo populista de manual, Wilders ha crecido dentro de su país propagando un discurso contra el 'establishment' político, unas élites a las que culpa de los mismos males que a Bruselas. La prensa tampoco se ha librado de estar en el punto de mira de la ultraderecha. “Al principio nos necesitaba, pero desde el año pasado no quiere hablar con nosotros, nos ha convertido en el enemigo de Holanda”, lamenta Raoul du Pré, jefe de política de 'De Volkskrant', el tercer mayor diario del país. Todo eso ha hecho que los principales partidos formen un ‘cordón sanitario’ y descarten todo tipo de acuerdo con el PVV, un gesto de protesta que alimenta su discurso victimista y revanchista.

Islamófobo, euroescéptico, contrario a la prensa y sin pelos en la lengua. Wilders no será el próximo primer ministro de los Países Bajos, pero su carisma y su mensaje racista han calado muy hondo en las raíces de un país menos progresista de lo que parece. Esa es y será su mayor victoria.