La vida y la muerte se dan la mano en el 'Golfo Azzurro'. Primera parte.
EL PERIÓDICO, a bordo del 'Golfo Azzurro', la embarcación de rescate de inmigrantes de la oenegé Open Arms, da cuenta, a diario, de los pormenores de la misión número 11 en aguas del Mediterráneo central.
Montse Martínez
Periodista internacional
Periodista
MONTSE MARTÍNEZ / A BORDO DEL 'GOLFO AZZURRO' (FRENTE A LA COSTA LIBIA)
Movimiento en los despachos políticos, tranquilidad en la mar. Sexto día de la 11ª misión en el ‘Golfo Azzurro', la embarcación de rescate de Open Arms en el Mediterráneo central y, raramente, ninguna barcaza de inmigrantes. Sí helicópteros sobrevolando la costa libia y, en el horizonte cercano, el acuerdo entre Italia y Libia para frenar el flujo migratorio desde las playas del país norteafricano a cambio de contrapartidas económicas. No es la primera vez que, tras un acuerdo, cesa temporalmente el lucrativo negocio de las personas que pagan hasta 2.000 dólares (1.880 euros) por intentar llegar a Europa.
En cualquier caso, son muchos los factores que pueden influir en el parón de la actividad. Además del estado de la mar, la falta de barcazas. Cuentan en el ‘Golfo Azzurro’ que las salidas son, a temporadas, tan frecuentes, que las mafias llegan a quedarse sin barcas, debiendo esperar nuevas partidas que ahora llegan de China y son cada vez de peor calidad.
El ‘Golfo Azzurro’ sigue patrullando en paralelo a la costa de Libia, a unas 12 millas naúticas, siempre intentando mantenerse en aguas internacionales. Guardias de avistamiento, simulacros de rescates, puesta a punto de lanchas y, sobre todo, de la sala hospitalaria. Porque en las tripas del barco pesquero se esconde una sala con idénticas prestaciones a las de una Unidad de Cuidados Intensivos móvil. En esta misión, en manos de Elena Sobrino, médico, y María Villar, enfermera. El jefe de misión, Guillermo Cañardo, es, además, doctor y, por lo tanto, especialmente conocedor del área.
QUEMADURAS GRAVES
Diagnosticar, estabilizar, hacer curas, monitorizar constantes vitales, canalizar vías venosas y, en los casos más graves, reanimar una parada cardiaca o aplicar ventilación invasiva. Porque, tal y como explica el médico Guillermo Cañardo ya con experiencia en otras misiones, ante la atenta mirada de María y Elena, han visto de todo. Hipotermia, heridas de arma blanca y de bala, niños recién nacidos con el cordón umbilical aún colgando y sus madres, que han parido justo antes de entrar en la barcaza, sin apenas poder andar, bebés prematuros y quemaduras graves. Amén de sarna, tuberculosis y una larga lista de dolencias asociadas a la pobreza y el hacinamiento. Una niña de siete años llegó a la embarcación casi-ahogada -es el término médico- pero se le pudo salvar la vida.
Entre los casos más graves- destacan estos tres especialistas- se encuentran las quemaduras, que merecen un capítulo aparte. Algunos inmigrantes llegan con heridas graves, de segundo grado -de esas que necesitarán tratamiento hospitalario- y otros, directamente, muertos sin motivo aparente. La mezcla de carburante del motor de las lanchas con el agua de mar se convierte en un veneno lentamente corrosivo y, a veces, incluso letal. Los más afortunados tendrán que ser tratados, los menos, los que se desfallezcan en la barcaza y respiren la sustancia, morirán con los pulmones abrasados.
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