El proceso de paz en Colombia
El Gobierno de Colombia y las FARC llegan a un nuevo acuerdo de paz
El pacto incluye objeciones planteadas por los promotores del 'no' que ganó el referéndum del 2 de octubre
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
AbEL GILBERT / BUENOS AIRES
Humo blanco. Después de casi 10 días de intensas negociaciones los equipos del Gobierno de Colombia y las FARC anunciaron que se ha logrado consenso sobre un nuevo acuerdo que incluye los “ajustes y precisiones necesarios para sentar de manera definitiva las bases de una paz estable y duradera”. El pacto incorpora propuestas de los defensores del 'no' en el plebiscito del 2 de octubre. El flamante acuerdo dado a conocer en La Habana, atiende “el clamor de los colombianos y colombianas” e integra “cambios, precisiones y aportes de los más diversos sectores de la sociedad y que revisamos uno a uno”, explicó Iván Mora, representante de Cuba como país garante. Day Nylander, el garante por Noruega, invitó a “toda Colombia y a la comunidad internacional, siempre solidaria en la búsqueda de la reconciliación, a acompañar y respaldar este nuevo Acuerdo, y su pronta implementación para dejar en el pasado la tragedia de la guerra”. El enviado a La Habana del presidente Juan Manuel Santos, Humberto de la Calle, considero que el nuevo acuerdo es “mejor” que el suscrito el pasado 26 de septiembre. “Resuelve mucha de esas críticas y observaciones”. De acuerdo con el diario El Espectador, el objetivo que se propusieron los negociadores “fue lograr un acuerdo más robusto, de tal manera que suscite, ahora sí, un amplio apoyo ciudadano”. Por eso, “los cimientos de este nuevo pacto de paz están fundamentados en mantener a las víctimas como eje central del proceso y a respetar al máximo la institucionalidad existente”.
La buena nueva se presentía en el ambiente. Santos había citado de urgencia a su antecesor en el cargo, Álvaro Uribe, para informarle de los detalles de lo alcanzado en Cuba. La trascendencia de la reunión saltaba a la vista: Santos y Uribe no se ven cara a cara desde hace seis años y en los últimos tiempos fueron protagonistas de un duro enfrentamiento tanto político. Uribe dejó no obstante una puerta abierta para hacer alguna que otra observación, algo que en principio los especialistas consideraron improbable. “He pedido al presidente que los textos que anuncian de La Habana no tengan alcance definitivo, que sean puestos en conocimiento de los voceros del 'no' y las víctimas, quienes los estudiarán en breve tiempo”.
LA URGENCIA
Santos había advertido que si el nuevo acuerdo de paz con las FARC no se firma con rapidez “aumenta el riesgo de ruptura del alto el fuego”. Recordó en ese sentido que desde que cesaron las hostilidades “no ha habido un solo muerto, ni un solo incidente. Pero la situación sigue siendo frágil”.La concreta posibilidad de un ajuste exitoso del acuerdo entre el Gobierno y la guerrilla llega en un momento de zozobra mundial y regional después del triunfo de Donald Trump en las elecciones de EEUU. El único dirigente de peso que en América Latina pareció asumir de modo entusiasta la candidatura del magnate fue nada menos que Uribe, quien le felicitó así apenas se conoció su victoria en los comicios.
EL TIEMPO APREMIA
Muchas cosas han sucedido después de que el electorado colombiano le diera la espalda al acuerdo para cerrar el conflicto armado. Juan Manuel Santos obtuvo el Premio Nobel de la Paz y crecieron las movilizaciones en favor de preservar lo pactado con las FARC. De otro lado, los demócratas se despiden de la Casa Blanca. Se perfila un nuevo escenario mundial. No es esa la única urgencia de los negociadores. A fin de mes vence el tiempo para la presentación del nuevo acuerdo en el Congreso. Santos tiene además dos limitaciones en la legislatura: terminan las sesiones y se vislumbran grietas en su coalición. Uribe también tiene que perder: ha decrecido el respaldo de los sectores militares y retirados.
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