LA CARRERA A LA CASA BLANCA

Trump alienta la tesis conspirativa de unas elecciones "amañadas"

Trump, en el último debate con Clinton.

Trump, en el último debate con Clinton.

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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El martes en Newton (Iowa), en un acto de la campaña de Donald Trump del candidato republicano a vicepresidente, Mike Pence, una mujer cogió el micrófono. “Una de las cosas que más nos asustan a muchos es el fraude electoral”, dijo. “El futuro de nuestros niños depende de esta elección”, continuó entre aplausos. Y entonces añadió: “Si Hillary Clinton gana, yo estoy lista para una revolución”.

El gobernador de Indiana, visiblemente incómodo, respondió con un “no diga eso” y prometió una revolución el 8 de noviembre, pero política. El público, no obstante, reaccionó con risas. Y la mujer prosiguió. “¿Cómo vamos a asegurar nuestros votos? Porque hemos visto como el Partido Demócrata es simplemente corrupto, corrupto, corrupto”.

El episodio, a menos de un mes de la cita con las urnas para elegir presidente de Estados Unidos, confirma el éxito entre las bases de Trump de una de las teorías conspirativas que el candidato lleva meses extendiendo y cuya promoción ha reforzado en los últimos días, conforme se acelera su caída en las encuestas y los abandonos de líderes conservadores constatan que buena parte del partido dan por perdida la presidencia. Es la idea de que, si se confirma esa derrota, será porque el proceso está “amañado”.

Pese a que numerosos estudios han demostrado que la incidencia del fraude electoral es mínima en Estados Unidos (aunque no inexistente), este es el último capítulo en la larga lista de provocaciones de Trump que preocupan a observadores y expertos. Y uno de ellos es Daniel Tokaji, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Estatal de Ohio, que aunque ve “difícil tomarse en serio los argumentos” de Trump y cree claro que está “preparando su excusa” para una derrota, alerta de sus potenciales consecuencias. “Hay un nivel que es la mera motivación de sus bases”, cuenta desde Columbus. “Pero hay un nivel más profundo y realmente problemático, que es que está rebajando la fe en la democracia estadounidense y minando los fundamentos del Gobierno. Tan estable como ha sido la democracia en este país”, prosigue Tokaji, “no deberíamos presumir que es invulnerable”.

UNA VIEJA IDEA

Los devaneos de Trump con esta tesis conspirativa (que como recuerda Tokaji no se puede desvincular de la de poner en duda la nacionalidad de Barack Obama, con la que Trump ha tratado de deslegitimar la presidencia) no son nuevos. Ya en el 2012, cuando no se podía siquiera intuir que llegaría a estar donde está, clamó que había habido juego sucio en la victoria de Obama frente a Mitt Romney. Pero ha sido desde que entró en la carrera presidencial cuando ha elevado las denuncias. Lo hizo primero poniendo en su diana al Partido Republicano durante el proceso de primarias. Y cuando ya se garantizó la nominación, volvió su objetivo hacia los demócratas.

“Nos conviene tener cuidado porque las elecciones van a estar amañadas y espero que los republicanos estén atentos o nos las van a robar”, dijo en agosto. Y fue entonces cuando Obama le contestó. “Nunca he oído a nadie quejarse de que haya habido trampas antes de que acabe el partido o de que se cierre el marcador”, criticó el presidente, que tildó de “ridículas” las insinuaciones de Trump y le instó a “intentar ganar. Si llega con 10 o 15 puntos de ventaja en las encuestas y acaba perdiendo”, dijo, “entonces puede plantear dudas”.

Lejos de estar en esa situación, Trump se encuentra ante una probable derrota y en una cruenta guerra abierta con la formación por la que es candidato. Pero no ceja en su empeño. Y el mismo lunes, tres días después de la publicación del vídeo en que alardea de agresiones sexuales y un día después de su segundo debate con Clinton, insistió en la teoría conspirativa. “Tenemos que asegurarnos de que no nos roban estas elecciones, y todo el mundo sabe de lo que hablo”, dijo en un mitin en Pensilvania.

LENGUAJE VAGO PERO NO SUTIL

Como es habitual en su retórica, Trump se escuda en un lenguaje vago pero no sutil. Y en ese mismo mitin, dominado por público blanco y en una región rural también de mayoría blanca, instó a la gente a vigilar “ciertas áreas” y “otras comunidades”. Apuntaba, claramente, a zonas urbanas y a minorías como negros e hispanos, que tienden a votar demócrata. Y reforzaba la llamada a sus seguidores de que se erijan en una especie de “vigilantes” (desde agosto tiene en la página de campaña una opción para que sus votantes se registren como “observadores” electorales).

Aunque la figura del observador es perfectamente legal, y es cierto que la desconfianza en el sistema electoral se ha extendido no solo entre republicanos sino también entre demócratas, muchos temen que Trump está creando “una receta para la intimidación de votantes e incluso la violencia”. Es algo de lo que alertaba este martes 'The Washington Post' en un editorial y el mes pasado en 'The Guardian' Michael Epstein, un donante republicano: “Si la gente empieza a creer que las elecciones no son legítimas, se podría alentar anarquía y despotismo”.

Para entender esos miedos basta escuchar a declaraciones que ha hecho Roger Stone, asesor informal pero muy cercano a Trump. “Si hay fraude las elecciones serán ilegales, tendremos una crisis constitucional, extendida desobediencia civil y el Gobierno ya no será el Gobierno”, dijo en una entrevista en agosto. “Hablo de desobediencia civil, no de violencia, pero será un baño de sangre. Cerraremos el Gobierno si intentan robar esto e investir a Hillary. No, no lo permitiremos. No lo permitiremos”.