El Premio Nobel de la Paz
Santos, de azote de la guerrilla a la búsqueda de la paz
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
ABEL GILBERT / BUENOS AIRES
Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”, no tenían nada en común salvo el hecho de estar en dos lugares diferentes de la trinchera. El primero hecha sus raíces en la elite política colombiana. El otro adquirió su nombre de guerra en la selva: una serie de caídas y muertes naturales lo puso en la cima de las FARC. La historia los colocó en una misma escena: ambos de blanco y con el “balígrafo” en sus manos para firmar el acuerdo de paz que busca ponerle fin a un enfrentamiento de 52 años y caso 300.000 víctimas.
El Premio Noble de la Paz otorgado a Santos no puede dejar de entenderse como una respuesta a la victoria del 'no' al acuerdo de paz en el reciente plebiscito celebrado en ese país. El Premio Nobel puede funcionar como un nuevo contrapeso en momentos que los seguidores del ex presidente Álvaro Uribe buscan rediseñar la hoja de ruta pactada en La Habana entre el Gobierno y las FARC. La noticia se conoce a su vez en medio de la escandalosa confesión de Juan Carlos Vélez, el jefe de campaña del 'noi', quien sin pelos en la lengua reconoció cómo se manipularon las redes sociales con informaciones falsas sobre el acuerdo de paz.
El dos veces jefe de Estado es un hombre de la elite más selecta flor y nata de su país, con un tío abuelo, Eduardo Santos Montejo, que fue presidente entre 1938 y 1942, y dueño de 'El Tiempo', el diario más influyente de Colombia. Juan Manuel Santos llegó a ser su subdirector y destacarse en el ejercicio de la labor periodística. Ya había adquirido notoriedad a los 24 años como representante de la Federación de Cafeteros. La combinación de una dote natural para el poder y la “legitimidad de origen” que le otorgaba el apellido le facilitó el acceso a cargos de relevancia en Gobiernos de distinta procedencia. Como si para el liberal César Gaviria, que lo designó al frente de la cartera de Comercio Exterior, o el conservador Andres Pastrana, quien lo tuvo como ministro de Hacienda, lo importante hubiera sido, en cierto sentido, tener cerca de ellos a un Santos.
La ofensiva contra insurgente
Santos manejó luego la cartera de Defensa de Uribe y participó de la ofensiva contrainsurgente que le asestó fuertes golpes a las FARC (la caída de Raúl Reyes, el entonces número dos de la guerrilla, la liberación de Ingrid Betancourt)Apenas llegado a la presidencia, el Gobierno de Santos, todavía muy marcado por la política de Seguridad Democrática de Uribe, golpeó en dos ocasiones más con fuerza a las guerrilla: en menos de un año cayeron su principal comandante, Alfonso Cano, y su jefe militar, Jorge Briceño Suárez, más conocido como “el Mono Jojoy”. Es en ese contexto que emerge la figura de Timochenko y que se empieza a transitar el lento y sigiloso camino que llevó a ambos a darse la mano en Cuba.
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