El último homenaje

Obama incluye un velado ataque a Trump durante la ceremonia por el aniversario del 11-S, la última vez que la preside como inquilino de la Casa Blanca

Obama en el Pentágono en la ceremonia de homenaje a las víctimas del 11-S.

Obama en el Pentágono en la ceremonia de homenaje a las víctimas del 11-S. / periodico

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Han pasado 15 años pero el 11 de septiembre es, como ha recordado el presidente, Barack Obama, “un día que aún es difícil”. Para Estados Unidos es el día dedicado a recordar a las casi 3.000 personas que fallecieron cuando 19 terroristas de Al Qaeda secuestraron cuatro aviones con los que derribaron las Torres Gemelas, impactaron el Pentágono y trataron de alcanzar un cuarto objetivo para acabar estrellados en un campo de Pensilvania. Es también el día dedicado a homenajear a los policías, bomberos, trabajadores de emergencias y voluntarios que acudieron a ayudar. Y es el día en que se celebra, asimismo, la respuesta unida del país, dejando mayoritariamente de lado reflexiones sobre consecuencias políticas, militares, legales y sociales que siguieron a la tragedia.

Para Obama, este ha sido también su último 11-S en la presidencia. Primero guardando un momento de silencio en su Despacho Oval y luego en una ceremonia en el Pentágono, se ha sumado a las conmemoraciones, a las promesas de “recordar y nunca olvidar”. Pero lo ha hecho también dejando una huella. Porque aunque el 11-S es el día en que supuestamente se aparcan el partidismo y las batallas políticas, este año, con elecciones a menos de dos meses y la lucha entre Donald Trump y Hillary Clinton en carne viva, la despolitización de una jornada tan señalada se sabía ya entelequía. Y Obama, aunque sea veladamente, también ha hecho campaña.

DENUNCIA INDIRECTA

Su intervención en la ceremonia en el Pentágono en Arlington (Virginia) ha incluido una denuncia indirecta del mensaje, el lenguaje y las propuestas de Trump. Porque cuando Obama ha hablado de que “grupos como Al Qaeda y el Estado Islámico han intentado aterrorizar con la esperanza de agitar suficiente miedo como para que nos volvamos unos contra otros y cambiemos quién somos o cómo vivimos”, o cuando ha dicho que “por eso es tan importante que reafirmemos nuestro carácter como nación, un pueblo que proviene de todas las esquinas del mundo, de todos los colores, todas las religiones, todos los orígenes”, o al declarar que “nuestra diversidad, nuestra herencia de retales, no es una debilidad. Es aún, y siempre será, una de nuestras mayores fortalezas”, no quedaban muchas dudas de que estaba haciendo referencias a un candidato que con su retórica ha inflamado tensiones, contra los musulmanes, contra los inmigrantes.

En Nueva York, mientras, los nombres de las víctimas volvían a leerse en la ceremonia anual en lo que fue la zona cero. Allí estaban, entre familiares de víctimas, políticos y otros dignatarios, el propio Trump y Hillary Clinton. Habían suspendido sus actos de campaña como muestra de respeto, igual que sus precursores en las tres elecciones anteriores desde el 2001. Pero no importó. Un golpe de calor y un mareo devolvieron también la zona cero a la política.