El nuevo Aylan no tiene nombre
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
CARLES PLANAS BOU / BERLÍN
La semana pasada el mar Mediterráneo engulló la vida de más de 700 personas. El viernes un equipo de la oenegé alemana Sea Watch patrullaba por las aguas del sur de Malta cuando recibió una llamada de la marina italiana.
Un precario navío que había partido del puerto libio de Sabratha se hundía probablemente a causa de la sobrecarga. En él viajaba el bebé que murió ahogado.
Martin, unos de los voluntarios que trataba de ayudar, recuperó su cadáver del agua. “Lo saqué por el brazo y lo abracé para darle calor como si aún estuviera vivo. Parecía un muñeco”, relató este padre de tres hijos a la agencia Reuters.
El equipo alemán y la marina militar italiana consiguieron rescatar a 135 personas. El cadáver del bebé de apenas un año de edad, junto a las otras 45 víctimas, fue trasladado a Italia donde se investigará más sobre su situación.
De momento se desconoce su nombre, procedencia, edad y si su familia también estaba en el pequeño barco pesquero en el que viajaban. “Es incomprensible y desgarrador. El sol brillaba en sus ojos alegres pero inmóviles. Hace tan sólo seis horas este niño estaba vivo”, lamentó el voluntario alemán.
Sea Watch publicó la dura instantánea para intentar acelerar el proceso de reconocimiento y concienciar a los europeos de lo que ocurre en sus costas. “Después de debatir si era ético decidimos publicar la foto para presionar a la clase política y evitar que otros sigan su mismo destino”, asegura a EL PERIÓDICO Ruby Hartbrich, portavoz y voluntaria de la organización. “Este es el resultado de las decisiones políticas de la Unión Europea (UE). No podíamos esconder lo que está ocurriendo”, añade.
SOLOS EN EL MAR
Las oenegés como Sea Watch o la catalana Proactiva Open Arms trabajan casi sin descanso, organizando sus voluntarios en grupos que se reparten por turnos. Martin espera su próxima jornada en Malta, su centro de operación.
Dentro de poco será el turno de Ruby para salir al mar, donde su tarea tiene una dura carga psicológica. “Cuando te encuentras a muertos flotando en el agua te sientes avergonzada de Europa”, confiesa.
Los refugiados que huyen de la guerra hacia Europa no son los únicos que se encuentran desamparados en medio del Mediterráneo. Los voluntarios que se lanzan al mar para ayudar, muchos de los cuales se entregan sin recibir ningún tipo de prestación económica, cuentan tan sólo con su experiencia y con el apoyo de la marina militar italiana.
La Unión Europea aún no ha trabajado en ningún plan de rescate. “El principal problema es que no hay una manera segura y legal de llegar al continente. Esto no frena a los refugiados sino que les empuja a asumir más riesgos”, denuncia Ruby.
DEPORTAR Y EXPULSAR
A pesar de lanzar la imagen para remover conciencias desde la oenegé saben que es muy difícil cambiar las decisiones impulsadas desde Bruselas. La imagen de Aylan, el niño kurdo de tres años ahogado en las playas turcas, no lo hizo.
“Desde entonces todo ha ido aún a peor”, lamenta la portavoz de Sea Watch refiriéndose al acuerdo alcanzado por la UE y Turquía para poder deportar y expulsar a los refugiados al país del que huyen.
Sea Watch tiene a entre sus filas a decenas de voluntarios con conocimientos marítimos y sanitarios que han dejado atrás lo que hacían en Alemania para ayudar a los más desfavorecidos.
La constante llegada de personas al continente, acentuada a finales del año pasado, abrió los ojos de una sociedad civil que se organizó. Desde el invierno trabajan en las costas griegas de Lesbos, en Turquía y en la ruta entre Libia, Malta e Italia, una de las más accidentadas.
“Si no queremos ver más imágenes como las de esta criatura o Aylan debemos dejar de producirlas”, remarca la organización.
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