CONSECUENCIAS DEL SEÍSMO
Zonas afectadas por el terremoto de Ecuador se quedan sin lugar para enterrar a los muertos
El cementerio público de la localidad de Pedernales, sitio del epicentro, ha quedado colapsado por cuerpos de vecinos que han perdido la vida
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
ABEL GILBERT / BUENOS AIRES
Pedernales, uno de los sitios turísticos más atractivos de la costa ecuatoriana, el cantón donde, en 1736, la Misión Geodésica comandada por Charles Marie de la Condamine midió un arco de meridiano, desde la latitud cero al polo norte, para comprobar la forma de la tierra, ya no tiene lugar para sepultar a sus muertos.
La realidad apacible de esa pequeña ciudad de 55.000 habitantes ubicada a 246 kilómetros de Quito se ha hecho trizas. El cementerio público ha quedado colapsado de cadáveres después del terremoto de magnitud 7,8 que tuvo en Pedernales su epicentro.
Según la Fiscalía General, se registraron ahí 147 del total de 503 víctimas fatales contabilizadas hasta el momento. Se sabe, se teme, que ese número pueda no ser el definitivo. El alcalde Gabriel Alcívar ha pedido a los vecinos que entierren a sus seres queridos “en los espacios que encuentren o con los familiares que fallecieron en años pasados”.
A Alejandro Yugcha no le ha quedado otra alternativa. Le ha tocado ir en tres oportunidades al cementerio general para sepultar a sus dos hijos, su sobrino, su esposa y su suegra. “Los funerales se dieron en horarios distintos porque en el camposanto no hay espacios disponibles para nuevos muertos”, ha explicado al diario 'El Comercio'.
La familia Yugcha se desmembró como la casa de tres pisos que habitaban. Él pudo contarlo porque estaba lejos de Pedernales. Yugcha al menos ha logrado enterrar a los suyos en un mismo lugar. Otras familias no han tenido otra alternativa que endeudarse y llevar a sus muertos a un cementerio privado a las afueras de Pedernales.
Por cada tumba han debido de pagar entre 800 y 1.000 dólares (entre 703 y 879 euros) que podrán abonar en cuotas mensuales a lo largo de cinco años.
LADRILLOS Y HIERROS
En Pedernales se ha caído todo y lo único que ha quedado en pie es la ilusión de encontrar sobrevivientes. Los expertos siguen buscando a los que faltan entre los ladrillos y hierros.
“Hemos cumplido tres días, que es lo que se ha establecido de acuerdo con los protocolos internacionales, para descartar la existencia de seres humanos con vida”, ha dicho el ministro del Interior, José Serrano, durante su visita al cantón.
LLAMA DE ESPERANZA
Pero cada nuevo rescate mantiene aún la trémula llama de la esperanza. Eso ha ocurrido en Manta: siete personas han sido rescatadas con vida de los escombros. La noticia se propagó de inmediato entre los que esperan en la intemperie o los refugios que retornen los ausentes.
Pedernales tiene su propia historia de desgracias, frustraciones y luchas para salir adelante. Treinta años atrás, el cantón vivió días de prosperidad gracias a las exportaciones de camarones. Una década más tarde llegó la mancha blanca, un virus devastador que provocó una gran mortalidad en los crustáceos.
Pero, casi de inmediato, comenzó a florecer el turismo. El terremoto ha destruido todos sus 22 hoteles y el 70% de las viviendas. “Tendremos que empezar de nuevo”, dicen, atónitos, casi al unísono, los hombres y mujeres que todavía no pueden asimilar el paisaje de la desolación.
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