Los otros devueltos a Turquía

pakis3

pakis3 / periodico

JAVIER TRIANA / DIKILI (enviado especial)

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A las 07.26 de la mañana, una embarcación de los guardacostas turcos entraba en el puerto de la localidad occidental de Dikili. La maniobra no habría pasado de rutinaria si no fuera porque la escena transcurría durante las primeras horas del 4 de abril, fecha elegida para el inicio de las devoluciones de refugiados desde Grecia a Turquía, como parte del acuerdo migratorio entre Bruselas y Ankara. A bordo de la patrullera viajaban, apretados y cabizbajos, medio centenar de paquistanís.

“Se nos paró el motor en medio del mar y estábamos a la deriva. Así que llamé a la policía turca para que viniera a buscarnos”, relata a EL PERIÓDICO Mohammed Ali, uno de los ocupantes de una patera que no logró llegar a la cercana isla griega de Lesbos. Ali y sus compañeros no forman parte de las expulsiones que la Unión Europea ha puesto en marcha este lunes, pero su destino es el mismo: Turquía, primero. Después, una más que probable deportación.

La atención mediática se concentra en el puerto, donde las devoluciones se suceden, mientras que en el pequeño embarcadero en el que han confinado al grupo paquistaní todo es más tranquilo, menos estricto y más accesible. A través de la valla que separa el recinto del paseo marítimo, Ali, de 21 años y uno de los pocos que hablan inglés del grupo, cuenta que la idea de enfrentarse a una deportación no se contempla de manera alguna entre los compatriotas. “Nadie de aquí va a volver a nuestro país”, afirma, convencido. “Allí hay mucho paro y violencia. No tenemos dinero...”, comenta el joven, procedente de la localidad de Nawabshah, al tiempo que juguetea con la pulsera de registro que les han puesto a todos al llegar a tierra. “Somos 54 en este grupo”, confirma al mirarse el número que lleva pintado en la muñeca. Todos varones jóvenes y de la misma nacionalidad.

UNA VIEJA LANCHA

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Para sortear la vigilancia,\u00a0","text":"ahora las pateras zarpan de noche"}}

Unos cuantos compañeros se arremolinan tras Ali para tratar de seguir la conversación. Junto a ellos, en el agua, una vieja lancha neumática medio hundida similar a la que usaron para intentar saltar a territorio comunitario. Al otro lado, en tierra, se amontonan los chalecos salvavidas que el pasaje vestía en su odisea.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"A pesar del acuerdo,","text":"\u00a0inmigrantes y refugiados siguen tratando de llegar a Grecia"}}

Porque, a pesar del acuerdo entre la UE y Turquía, los refugiados se siguen poniendo en manos de mafias de traficantes de personas y echándose al mar. Y aunque el dispositivo militar derivado del acuerdo intercepte muchas de estas lanchas, muchas siguen llegando a Grecia. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, 1.048 personas han llegado a las islas griegas del mar Egeo en los tres primeros días de abril. “Ahora, para sortear la vigilancia, vienen siempre de noche, a oscuras y en silencio, lo cual es muy peligroso para un barco en el mar. Vienen con más miedo y nos cuesta más que se fíen de que vamos a ayudarles”, cuenta Anabel Montes, de la oenegé catalana de socorristas Proactiva Open Arms.

"ESTO NO SE PUEDE HACER"

Al poco rato, un policía portuario turco interrumpe la conversación con el pakistaní y la censura. “No, esto no se puede hacer”, ordena, con modales mejorables y sin aportar explicaciones. Y Mohammed y sus compañeros regresan a las sillas de plástico verde en las que esperan a ser montados en un autobús con rumbo a un futuro incierto.