El terrorista de Francia se hizo un selfi con la cabeza cortada de su jefe
Yassin Salhi, el principal sospechoso delatentado perpetrado el viernes en una empresa química de Saint Quentin Fallavier, cerca de Lyon, envió un macabro selfi con la cabeza de su víctima a un hombre en Siria, según una información de la televisión BFM. El destinatario de la fotografía, que Salhi le hizo llegar vía WhatsApp, es conocido por los servicios antiterroristas franceses pero, en principio, no actuó como cómplice de Salhi. Los investigadores intentan ahora seguir el rastro de la imagen. Al parecer el teléfono del destinatario se corresponde con un número estadounidense, según fuentes próximas al caso citadas por 'Le Parisien'.
Mientras, Salhi sigue en detención provisional y se niega a hablar. «Prácticamente no habla y al principio hizo como si tuviera amnesia antes de parapetarse en su mutismo», declaró a la televisión BFM una fuente policial. Los investigadores intentan averiguar qué llevó a Salhi a cometer la brutal decapitación del dueño de la empresa de reparto para la que trabajaba, y si contó con algún cómplice.
ACTUÓ SOLO
En este momento, los primeros elementos de la investigación apuntan a que actuó solo, sin ninguna estructura logística. En el registro que se hizo en su domicilio, la policía halló un ordenador cuyo contenido está siendo analizado para ver si puede arrojar luz sobre las motivaciones del atentado que ha sacudido Francia seis meses después de los ataques contra el semanario 'Charlie Hebdo' y un supermercado judío de París.
Fichado durante dos años, desde el 2006 hasta el 2008, por su proximidad a los movimientos salafistas, Salhi era conocido por los servicios antiterroristas franceses. Sin embargo, al no tener antecedentes penales, no fue objeto de un especial seguimiento. El comportamiento de este padre de familia de 35 años no delataba nada sospechoso a ojos de la policía y se convirtió en un «perfil durmiente» sin haber cometido el menor delito. Tras haber salido del radar policial, el presunto autor del atentado habría podido seguir las directrices de Al Qaeda y el Estado Islámico : golpear dónde y cómo puedas. Difícil, pues, adelantarse a las intenciones de un individuo así.
«No tenemos los medios humanos para seguir a todo el mundo. Llevamos diciéndolo durante lustros», admitía a la AFP un comisario parisino. El propio primer ministro, Manuel Valls, calculó el pasado enero que en Francia había 3.000 personas bajo vigilancia por su relación con redes terroristas y yihadistas. Este caso, como antes el de Mohamed Merah, los hermanos Kouachi y el de Amedy Coulibaly, ha reabierto el debate sobre las medidas más adecuadas para hacer frente a un terrorismo de nuevo cuño.
El ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, subrayó ayer que la nueva ley de los servicios secretos permitirá «estar mejor armados frente a una amenaza que jamás ha sido tan alta». El Ejecutivo decidió mantener el llamado Plan Vigipirate en su alerta máxima y desplegar patrullas móviles en los lugares «sensibles» del país. Por otro lado, François Hollande ha convocado para el martes una reunión con representantes de ambas Cámaras para analizar las consecuencias del atentado.
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