RECONOCIMIENTO DE UNA FIGURA EMBLEMÁTICA
Óscar Romero, beato
«Si me matan, resucitaré con el pueblo». Y le mataron. Un sicario de los escuadrones de la muerte, organizados por el régimen del coronel Roberto D'Aubuisson le disparó el 24 de marzo de 1980 mientras el obispo Óscar Arnulfo Romero oficiaba la misa en un hospital de El Salvador. Después de años de boicot en su país y de poderosos frenos en el Vaticano --su proceso de beatificación fue sepultado debajo de 50.000 documentos en contra-- ayer fue declarado beato por el papa Francisco, durante una multitudinaria ceremonia que se celebró en la capital de su país en presencia de varios presidentes latinoamericanos.
Con el asesinato de Óscar Romero, cercano al Opus Dei, comenzó una guerra civil que duró hasta 1992, en la que se enfrentaron militares y escuadrones de la muerte con la oposición demócratacristiana y después con los guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Hubo 80.000 muertos en un país de unos seis millones de habitantes.
En Latinoamérica dominaba en aquellos años la llamada Doctrina de la Seguridad Nacional, por la que Estados Unidos intervenía políticamente en todas las naciones, hasta el punto de que el continente fue definido como su «patio trasero». Hubo dictaduras militares, represión, muertos y desaparecidos en todos los países, desde Guatemala hasta Argentina. La mayor parte de la jerarquía de la Iglesia católica, religión mayoritaria, estuvo al lado de los dictadores, con algunas excepciones. Como Óscar Romero.
Vincenzo Paglia, el obispo que en Roma ha actuado como «postulador» o fiscal defensor de la causa, ha aportado numerosas citas de los sermones y escritos del obispo asesinado: «El Salvador es un país pequeño, doliente y trabajador, aquí vivimos injusticia y la Iglesia no puede permanecer callada frente a tanta miseria, porque traicionaría el Evangelio, sería cómplice de aquellos que pisan los derechos humanos». En otra ocasión dijo: «Durante muchos años en la Iglesia hemos sido responsables de que muchas personas la vieran como aliada de los poderosos en el ámbito económico y político, contribuyendo así a formar esta sociedad de injusticias en la que vivimos». «Ciertamente en un cuartel no te educan a vivir según el plan de Dios», respondió a un joven católico que, bajo la dictadura, le pedía consejo. Cuando los sermones de Romero eran retransmitidos por la radio de la iglesia, «el país se paraba para escucharle», relatan testigos.
ACUSADO DE DESEQUILIBRIOS
En el Vaticano tuvo muchos opositores. «Escribían que hacía política y que era un seguidor de la Teología de la Liberación», ha dicho Paglia, explicando que el obispo fue acusado de sufrir desequilibrios emocionales. También los obispos salvadoreños presentaron objeciones, así como los embajadores de El Salvador ante la Santa Sede y el nuncio vaticano en aquel país. El principal opositor en el Vaticano fue el cardenal colombiano, Alfonso López Trujillo. Poco antes de su asesinato, Romero vio a Juan Pablo II en Roma y le habló sobre las amenazas de muerte. El Papa le dijo: «¡No exagere, monseñor!» El obispo lo reveló a un amigo en una escala en Madrid de vuelta a su país.
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