Luz Casal: «No dejaré el rock, no puedes dejar de ser lo que eres»

Goza de un estatus único. Tanto por sus características musicales como por su proyección, encarna a un modelo de artista distinto a cualquier otro. Y el 20 de marzo regresa a uno de sus escenarios fetiche, el Liceu, con un concierto diferente a cualquier otro de la gira.

Luz Casal, a finales de febrero en Barcelona, antes de retomarsu gira francesa.

Luz Casal, a finales de febrero en Barcelona, antes de retomarsu gira francesa.

LUIS TROQUEL

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Esta entrevista todavía estaba tecleándose en el ordenador cuando Luz Casal ya había hecho las maletas para retomar su gira francesa, con las entradas agotadas en la mayoría de las plazas, antes de volver a Barcelona dentro de unos días, el próximo 20 de marzo,para ofrecer un concierto especial en el Liceu, dentro de la programación del Suite Festival. Hace escasas semanas regresaba de Pekín, donde actuó como invitada en la gala del Año Nuevo Chino en un plató de magnitudes gigantescas y ante una audiencia de 700 millones de espectadores.

-¿Cómo surgió la aventura china?

-Hace dos años hicimos una pequeña gira por tres ciudades. Y aunque yo tenía muchas dudas sobre cómo iba a reaccionar la gente, vinimos contentísimos. Hicimos la machada de ir a actuar allí, no de promoción, sino con entradas a la venta en recintos importantes, y además llenamos. Sin embargo, justamente el pasado diciembre, me puse a pensar: «¡Qué raro que no nos hayan vuelto a llamar!». Andaba yo todavía cavilando al respecto cuando, al cabo de escasos días, va y me proponen actuar en la gala de Año Nuevo. Y me dicen además que si me atreviera a cantar algo en chino ya sería ideal…

-¡Quién dijo miedo!

-No crea, mientras lo preparaba, repitiendo las frases en mandarín, pensando que era imposible, me arrepentí no sé cuantas veces. Pero fue una experiencia brutal. Estuvimos ocho días con un trato exquisito en todos los medios, y ya nos han propuesto hacer una especie de documental en España donde yo les enseñe lugares para mí emblemáticos: que les muestre dónde nací, que explique por qué me gusta tanto el Liceu de Barcelona.

-Al Liceu, precisamente, vuelve el 20 de marzo, dentro de la programación del Suite Festival.

-Sí, para un concierto especial que no se repetirá en ningún otro lugar. Se trata algo así como el formato de la gira Almas gemelas notablemente ampliado con muchas de esas canciones, más clásicas, que hago fuera de España: de Grecia a Serbia, pasando por Eslovenia o Polonia.

-La edición especial de Almas gemelas incluye piezas en diferentes idiomas.

-La razón es a menudo muy sencilla. En el caso del italiano, era la propia canción la que me lo pedía así, y cantar en francés es casi una cuestión de educación, de agradecimiento al público francés por ser tan fiel. Y si ahora surgen más cosas en China tengo claro que, como mínimo, me esforzaría en poderme dirigir un poco a la gente en su propio idioma.

-Décadas antes que lo hiciera Shakira, usted ya cantaba Boig per tu en catalán.

-Es un esfuerzo que me compensa muchísimo y que la gente acepta como un detalle. Como cuando me convencieron para prepararme algo en griego. Me pasé varios días repitiendo las frases como los niños chicos, y no sé cuántas gambas metí la primera vez que la hice. Pero en el tercer concierto, en la Acrópolis, aplaudieron tanto que parecía un cataclismo.

-Es curiosa esa voluntad políglota, tratándose de una artista cuya mayor virtud es el peso que otorga a las palabras. ¿Busca también esa verdad cuando canta en otros idiomas?

-No me conformo con saber lo que significan o memorizar la fonética. Por ejemplo, la adaptación china de Historia de un amor habla mucho del pelo de las cejas. Algo que, dicho así, a nosotros puede sonarnos absurdo, pero es que en la ópera china el pelo de las cejas es esencial, porque gesticulan mucho con ellas. Saberlo es importantísimo.

-¿Le gusta que le sigan llamando «la rockera nacional»?

-No dejaré el rock en mi vida, porque no es cuestión de «ahora me lo pongo» y «ahora me lo quito». Tú no puedes dejar de ser algo que eres. Si tienes un bagaje sentimental relacionado con un tipo de música, no puedes prescindir de él. Pero tampoco debería sonar extraño que un cantante se desenvuelva en diferentes estilos. A fin de cuentas, también un actor puede hacer indistintamente una comedia o un drama.

-Cierto.

Depende de lo que quieras expresar, recurres a un ritmo, una sonoridad, un estilo. Y si le sumas a todo eso una especie de aventura necesaria y de «a ver si me puedo apretar más la clavijas», ya no sé por dónde puedo salir.

-¿Se lo plantea?

-A veces sí, pero no es algo que me preocupe. ¿Por qué no voy a desarrollar una inquietud? Si sale mal, sale mal; pero como persona activa en la música me tengo que arriesgar. Yo no puedo ofrecer solo aquello que creo que la gente desea de mí. Tengo que exigirme, no puedo conformarme con lo que ya he hecho, y a la vez, ni quiero ni puedo evitar mi pasado. Mientras siga en esto es para seguir desarrollándome, hasta el día en que decida que ya he hecho todo lo que podía, que no hay aventura posible; porque estoy cansada o porque no hay nada artísticamente que me estimule y me vuelva a poner en ese reto, en ese abismo en el que piensas: «Me voy a caer, pero mientras no me caiga, de aquí sale algo seguro».

-Y puestos a sumar retos, este año se celebra en Boimorto la cuarta edición del Festival de la Luz.

-Es una de las mejores cosas que he hecho en mi vida. De alguna manera, es convidar a la gente al lugar donde nací, que marca completamente el festival sin que por ello tenga un carácter local. Invitamos a tocar a colegas de todos lados y viene un público variadísimo, tanto de procedencia como generacional. Tenemos incluso una zona para los niños, porque hay mucha gente con hijos pequeños a los que les gusta seguir yendo a festivales.

-Un festival diferente impulsado por alguien que, anónimamente, ha asistido a infinidad de ellos.

-Adoro los festivales. Aún ahora, cuando veo la programación de Glastonbury y compruebo que por trabajo no puedo acercarme me da muchísimo coraje. Hay una desinhibición, una libertad, una posibilidad de escuchar música diversa... Esa es una de las razones: dar espacio al que lleva 40 años y al nuevo. Por ejemplo, este último año en el Festival de Luz estaba Rosendo al lado de Maria Rodés con una propuesta interesantísima. En Catalunya hay muy buenas voces nuevas. Es una pena que a veces no tengamos la capacidad y el tiempo para escuchar y asimilar todo lo que quisiéramos. Porque cuando oyes cosas solo para informarte, en realidad es como si vieras las noticias.

-El año anterior estuvo Sílvia Pérez Cruz.

-Y se ganó al público de una manera increíble. Desde la primera vez que la escuché percibí algo en ella, y ese algo no es una cosa baladí. Algo que no todo el mundo puede tener por más que lo intente. Hace años escuché una definición del talento que me llamó muchísimo la atención. La dijo alguien que pertenece a un mundo muy diferente del mío: el torero gitano Rafael de Paula. Pero me partí de risa al escucharla y me la apropié. «¿En qué consiste el talento?», le preguntaron. Y él respondió: «Muy sencillo. Eso es Dios que desde arriba lanza unas bolitas y al que le caen tiene talento, y al que no le caen no lo tiene». Supongo que a Sílvia Pérez Cruz le han caído unas cuantas de esas bolitas.

-En el disco Almas gemelas es esencial la colaboración de la autora argentina Claudia Brant, a la que, acto seguido, han recurrido también varias primeras figuras españolas.

-Bueno, en este caso creo que es pura casualidad. Aunque en otras ocasiones, con diferentes productores internacionales que nunca habían trabajado con ningún artista español, sí que me he encontrado con gente de memoria bastante frágil. Hay quien piensa que callarse el nombre del referente da más empaque. Son pequeñas mezquindades que hoy no me afectan lo más mínimo, aunque antiguamente las llevaba muy mal. Como que llegara un colega mío y me quitara los músicos. Yo jamás le he dicho a un músico que esté trabajando con otro que lo deje para venirse conmigo. Jamás. Sería como quitarle el novio a alguien. Está ocupado. El taxi está reservado.