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La misteriosa muerte del fiscal Nisman ha convertido a Argentina en un país de detectives vocacionales Una manifestación masiva recuerda al funcionario que apuntó a Kirchner

Bajo la lluvia 8 La cabecera de la multitudinaria manifestación celebrada ayer en Buenos Aires.

Bajo la lluvia 8 La cabecera de la multitudinaria manifestación celebrada ayer en Buenos Aires.

ABEL GILBERT
BUENOS AIRES

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«18-F», rezaron unos carteles. Y otros les respondieron, en esas mismas paredes: «Yo no voy». El kirchnerismo será recordado como una era binaria que acepta adhesión o aborrecimiento. La muerte de Alberto Nisman no ha podido sustraerse de este imperio de las interpretaciones irreconciliables.

Miles de personas participaron en una marcha del silencio en memoria del fiscal que acusó a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de diseñar un plan de impunidad para los iranís, presuntamente involucrados en el atentado contra la mutual judía de Buenos Aires AMIA que mató a 85 personas el 18 de julio de 1994.

Bajo una lluvia torrencial, desfilaron junto a la viuda, del Congreso a la plaza de Mayo, frente a la sede del poder ejecutivo. Los manifestantes responsabilizaron al Gobierno del deceso por acción u omisión de la suerte que corrió Nisman. La marcha fue convocada por cinco fiscales y un juez y contó con la adhesión de los partidos opositores, con excepción de la izquierda.

La gente en las calles es otra marca de esta época: son ocupadas para gritar a favor o en contra de

Kirchner. Nunca antes, sin embargo, se atravesó una situación política tan delicada y quizá determinante de lo que sucederá en las presidenciales de octubre. Antes de que Nisman apareciera en su lujoso apartamento con un disparo en la sien, nadie descartaba una victoria electoral del neokirchnerismo, en su variante más conservadora. Eso ya parece imposible. «Este Gobierno no permite que nadie le marque la cancha», dijo ayer la presidenta, resuelta a no ceder un milímetro.

La gente fue ocupando el centro capitalino con un ojo puesto en las redes sociales y para enterarse de las eventuales novedades judiciales. La fiscal Vivian Fein tiene que determinar si su colega se suicidó o fue asesinado. Las pruebas por ahora se inclinan hacia la primera de las hipótesis. Pero si eso llegara a comprobarse, las percepciones de quienes marcharon no cambiarán.

El Gobierno, que desde el fatídico 18 de enero acumula enormes desaciertos en su comunicación de los hechos (Cristina Fernández sugirió que Nisman fue asesinado antes que concluyera la investigación), volvió a definir la protesta como «un golpe blando». A diferencia del pasado, argumenta, ya no se requieren de militares ultracatólicos y anticomunistas: alcanzaría con un sector de la justicia y los servicios de inteligencia, así como los principales medios de comunicación. Los fiscales que convocaron la marcha han sido un fuerte revulsivo para muchos argentinos que quieren saber la verdad.

Máquina de conjeturas

Germán Moldes, el más locuaz de ellos, fue viceministro del Interior del presidente Carlos Menem en los años del atentado y le entregó en tiempo récord el pasaporte argentino al traficante de armas de origen sirio Monzar al Kassar.

Raúl Plee, otro fiscal que encabeza la convocatoria, ha sido denunciado por familiares de víctimas del bombazo contra la sede de la AMIA de entorpecer la causa. Carlos Stornelli es conocido por su vínculo con el jefe de la barra brava, del Boca Juniors. Ricardo Sáenz defendio las leyes de impunidad a los represores de la última dictadura. El juez Ricardo Recondo es socio de la familia del exsecretario de Inteligencia de Menem, Hugo Anzorreguy, uno de los acusados por encubrimiento en la causa AMIA que también involucra al exmandatario y al primer juez que investigó el atentado. Estos tres deben afrontar pronto un juicio oral y público.

No importa demasiado a estas alturas si la denuncia de Nisman contra Cristina Fernández es inconsistente o, a lo largo de una década, el fiscal repitió como un loro los informes reservados de la CIA, como evidenció Wikileaks. Ahora es un blasón del antikirchnerismo. El exdiputado de derechas Fernando Iglesias consideró que su muerte ha mostrado la «bajeza» de un régimen con rasgos característicos «de toda dictadura: quien desafía al poder muere violentamente».

Con sensatez, el analista Martín Rodríguez opinó que el deceso del fiscal es una máquina de generar conjeturas que siempre llevan al mismo lugar: «Seguimos sin saber lo primero -¿se suicidó?- para discutir lo segundo -¿a quién le conviene la muerte de Nisman?». En ese universo de la sospecha permanente todo argentino se siente un detective privado vocacional.