UN RETORNO CONTROVERTIDO

Bergdahl: luces y sombras

El sargento canjeado por talibanes tras cinco años cautivo inicia el «proceso de reintegración» en EEUU Diarios y cartas retratan la fragilidad mental de un joven sospechoso de desertar

Bowe Bergdahl.

Bowe Bergdahl.

IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Durante la guerra de Vietnam los regresos a EEUU de prisioneros de guerra se convertían en auténticas celebraciones, fiestas con alfombras rojas, ceremonias, discursos, ruedas de prensa... Nadie espera eso ahora con el sargento Bowe Bergdahl, que tras casi cinco años de cautiverio en manos de la red Haqqani fue liberado el 31 de mayo en un polémico canje por cinco talibanes presos en Guantánamo.

Hailey, la localidad de Idaho de donde es originario, hace días ya que decidió suspender las celebraciones previstas por el regreso de uno de sus 8.000 habitantes, durante años considerado un héroe, ahora ensombrecido por sospechas de deserción. Y las autoridades escondieron de las cámaras el regreso del sargento de 28 años, que desde la madrugada de ayer está en un hospital militar en una base de San Antonio (Tejas).

Allí empieza ahora lo que los militares llaman un «proceso de reintegración», con semanas, quizá meses, de sesiones de terapia. Pero pronto también Bergdahl, que de momento ha declinado tener contacto directo con sus padres o con otros miembros de su familia, tendrá que empezar a hablar con el general de dos estrellas al que el Ejército ha asignado la investigación de las circunstancias de su desaparición el 30 de junio del 2009.

Lo que sucedió aquella madrugada hace 1.810 días no está claro. Según un informe realizado dos meses después de su desaparición, Bergdahl abandonó por su propio pie su puesto de combate en Mest Malak, en la provincia de Paktika, en el este de Afganistán. Ya lo había hecho en ocasiones anteriores, pero esa vez fue capturado por los talibanes. Y aunque aquel informe no llegó a decir que pensara desertar, esa sombra de sospecha ahora crece.

Un puzle complejo

Tanto la historia de Bergdahl como la de su cautiverio son un complejo puzle y no llega en una sola caja. Como explicó desde el Pentágono un psicólogo militar, «todo el mundo tiene una pieza de la historia pero muy poca gente tiene la historia completa». Y por ahora se va construyendo poco a poco. Se sabe, por ejemplo, que pasó gran parte de su cautiverio en Pakistán, a veces enjaulado y encapuchado. Y se sabe que intentó escapar dos veces.

El puzle ha ganado algo de definición gracias a una amiga, que ha facilitado a The Washington Post los diarios del sargento y ha hecho declaraciones para tratar de contrarrestar la imagen que otros soldados dan de él como un traidor.

Los diarios, la amiga y otros conocidos describen a un joven «profundamente complicado» «frágil», que no superó un proceso de admisión en la Guardia Costera por razones psicológicas pero al que, sin embargo, después se permitió alistarse en el Ejército. También han salido a la luz dos cartas que Bergdahl envió desde su cautiverio. «Faltaba liderazgo, si es que no era inexistente. Las condiciones eran malas y parecían empeorar para los hombres que, de hecho, arriesgaban sus vidas», rezaba una. «Si esta carta llega a EEUU, digan a los investigadores que hay más caras de la situación. Por favor pidan a DC que espere a tener todas las pruebas», decía en otra.

Quizá DC espere. Otros no lo hacen, y menos al leer sus últimos correos. «Me avergüenza ser estadounidense», dijo en el último a sus padres. «Esta vida es muy corta para servir a aquellos que comprometen valores y ética. No me comprometo más», escribió el 27 de junio del 2009. El 30 se marchó.