el trasfondo del asesinato de seis jóvenes en los ángeles

Una matanza en nombre de la misoginia

La red hierve con denuncias de sexismo y acoso tras el asesinato de seis personas en California por un joven sexualmente frustrado, mentalmente inestable y legalmente armado.

Un grupo de estudiantes de la Universidad de California, en un acto en memoria de las víctimas. En la página anterior, el asesino, Elliot Rodger, y, abajo, Monette Moio, una chica con la que estaba obesionado.

Un grupo de estudiantes de la Universidad de California, en un acto en memoria de las víctimas. En la página anterior, el asesino, Elliot Rodger, y, abajo, Monette Moio, una chica con la que estaba obesionado.

POR IDOYA NOAIN

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Porque a mi hermana le dijeron que no era suficientemente guapa para ser violada» (@BaiBai_Barbie). «Porque en el tren un grupo de chicos estaban comentando mis tetas y pidieron perdón a mi novio, no a mí» (@maddislut). «Porque mi universidad repartió silbatos para alertar de un intento de violación en vez de enseñar a todos sobre consentimiento» (@liabeans). «Porque es más probable que un tipo se retire con 'tengo un novio' que con 'no', porque respetan a otros hombres más que a las mujeres» (@ZAmmi). «Porque incluso una confesión grabada admitiendo haberme violado no fue suficiente para meterlo en la cárcel». (@Jessismiles_). «Porque aparentemente las ropas que llevo son una forma de consentimiento más válida que las palabras que digo». (@nitabelegu) «Porque se nos enseña 'no dejes tu bebida desatendida' en vez de 'no drogues a alguien'» (@phoenixarnhorn)«Porque las mujeres que sirven en las fuerzas armadas no deberían temer más ser violadas por sus colegas que al enemigo (@RepSpeier).

Estos ocho tuits, elegidos entre cientos de miles unidos por el hashtag #yesallwomen (#sitodaslasmujeres) son solo una pequeña pero representativa muestra. Son el grito, a base de 140 caracteres, que denuncia con renovada fuerza las heridas abiertas del acoso, la cosificación, el sexismo y la agresión machista que, tristemente como rutina, padecen las mujeres. Y son la voz común, construida a base de cientos de miles de expresiones individuales, que se ha empezado a alzar como reacción a la última matanza, otra más, en Estados Unidos.

El dolor de un padre

El día 20, en Isla Vista, un enclave universitario en California, Elliot Rodger, de 22 años, apuñaló hasta la muerte a tres compañeros de piso, luego asesinó en la calle a otro chico y dos chicas con tres armas semiautomáticas que había comprado legalmente y dejó también siete heridos, antes de morir disparándose un tiro en la cabeza. Lo ocurrido de nuevo ha vuelto a poner sobre la mesa complejos temas sobre las armas, la salud mental y los controles de las autoridades. Pocas cosas han sido más emocionantes, escalofriantes y necesarias que las declaraciones que ha hecho Richard Martínez, padre de una de las víctimas, denunciando a la Asociación Nacional del Rifle pero también a los políticos («cobardes bastardos») que no han hecho nada para cambiar las cosas.

Pero esta vez la tragedia ha servido para algo más. Ha sido la catapulta desde la que mujeres, y también hombres, lanzan un recordatorio y una denuncia que pretende hacer añicos de una vez por todas la barrera de cristal que esconde tras costumbres y arraigos sociales una cruda realidad: la misoginia mata.

Vídeos y manifiesto

Mientras el motivo aún es una incógnita en matanzas como la de Newtown, en la que Adam Lanza se cobró entre sus víctimas la vida de 20 niños de 6 y 7 años, en el caso de Elliot Rodger su motivación estuvo clara desde el principio. Había explicado sus enfermos razonamientos y anunciado la llegada del día de la «venganza» en varios vídeos que colgó en YouTube (que ya habían inquietado a su madre e hicieron que la policía fuera a visitarle, aunque los agentes no llegaron a registrar su casa y de haberlo hecho habrían encontrado las armas y cientos de balas). Y Rodger razonó todo, aterradoramente, en un manifiesto, una detallada biografía de 137 páginas que arranca: «Humanidad... Todo mi sufrimiento en este mundo ha sido a manos de la humanidad, en particular de las mujeres».

Lo que sigue en ese texto es el triste autorretrato de un joven mentalmente inestable, insatisfecho, egocéntrico, racista, egoísta y celoso, ansioso por ser rico, con delirios de grandeza pero, sobre todo, sexualmente frustrado por no haber besado nunca a una chica y, ante todo, por su virginidad.

«Obsesionado con las rubias» (a las que menciona hasta 49 veces), Rodger se muestra enfermizamente envidioso y sádico («cada vez que veo a un chico caminando con una novia guapa siempre he querido matarlos a ambos de la forma más dolorosa posible»). Escribe frases como: «Si yo no puedo tenerlas, nadie podrá». Y se dibuja, sin tapujos, como alguien extremadamente misógino. En el epílogo, por ejemplo, antes de proponer acabar con la sexualidad y aniquilar a todas las mujeres (matándolas de hambre en campos de concentración y manteniendo a solo unas cuantas que serían inseminadas artificialmente para  mantener la especie) llega a escribir: «Hay algo muy enrevesado y equivocado en cómo funcionan sus cerebros. Piensan como bestias y, en realidad, son bestias. Son incapaces de tener moral o de pensar racionalmente». Y no se queda ahí. «Las mujeres son como una plaga. No merecen tener ningún derecho».

Un problema social

El caso de Rodger es eso, su caso, particular. No todo el mundo, cuando habla de que su padre, divorciado de su madre, tiene una nueva novia, usaría la palabra «adquisición». Pero detrás de muchas de las cosas que escribe en ese manifiesto laten corrientes culturales y sociales. Y así lo resumía en la revista The New Yorker Sasha Weiss: «La belleza y la riqueza se premian. Las mujeres son premios para ser ganados, reflejos del capital social de un hombre. La fortuna, una casa grande y la fama son los mayores logros. Los solitarios y los pobres son invisibles. Rodger era más loco y violento que la mayoría, pero sus creencias están en la línea de las ideas misóginas y basadas en la clase que sostienen muchos».

El lenguaje y las ideas que utilizó Rodger, por ejemplo, son habituales en varias comunidades y foros on line. Entre esos se cuentan los autodenominados «activistas por los derechos de los hombres» pick-up artists (artistas del ligoteo), una web con un esquema piramidal en la que a cambio de dinero se dan pistas de cómo convencer a una chica, y se promete enseñar a tener sexo. Ahí a las mujeres (puntuadas según su atractivo) se les califica como «objetivos». Los hombres son divididos entre alfa o beta.

De hecho Rodger, según publicó la revista Slate, podría haber sido miembro de otra web para hombres que sienten que fueron timados por los pick-up artist. Pero esta segunda web no combate la conversión de mujeres en objetos, sino que denuncia que las pistas y enseñanzas no funcionan.

La matanza y páginas y foros como esos dieron aliento a #Yessallwomen. Y aunque el éxito fue inmediato, la mujer que lanzó la etiqueta aparentemente tuvo que cerrar su cuenta después de un primer fin de semana recibiendo mensajes de acoso. Además, pese al reconocimiento de que se ha puesto en marcha una campaña útil e importante sobre «cómo cambiar de verdad expectativas culturales», según la directora del Centro de Mujeres de la Universidad de California, Jill Dunlap, no falta la controversia.

Hay trolls que han invadido la etiqueta con mensajes denigrantes como el que colgó esta semana @SteelThunder13: «No hay guerra contra las mujeres, el patriarcado y la cultura de la violación son mentiras. Comed mierda feministas. #matadatodaslasfeministas». Ha nacido #yesallpeople (#sitodoelmundo), que intenta contrarrestar el efecto.  Y ya antes existía #notallmen (#notodosloshombres) -de hecho el hash-

 

tag que inspiró el de las mujeres-, que intenta defender que no todos los hombres son machistas, misóginos, acosadores o agresores sexuales en potencia.

Nadie niega ese punto de vista, pero como recordó @Mayabear, «#sitodaslasmujeres porque decir que todos los hombres son violadores es una generalización, pero que una de cada seis mujeres puede ser violada no lo es».

La conversación ha superado, además, muchas barreras de género. Y pocas reflexiones lo han demostrado mejor que lo que escribió en The Atlantic Noah Berlatsky, que como Rodger también llegó a los 22 años sin haber tenido ninguna novia y siendo virgen.

También los hombres

Pese al carácter extremo que mostraba el asesino, escribía Berlatsky, «su horrible violencia, sus vídeos y cómo se veía a sí mismo son también reflejo de la forma en que ideales venenosos sobre la masculinidad afectan a los hombres». Hablaba del «estigma contra la virginidad masculina como algo que los hombres interiorizan y es, en sí mismo, una forma de misoginia». Y, mencionando a Julia Serrano y su libro Whipping girl,  concluía: «La misoginia no se dirige solo contra las mujeres, sino contra la feminidad, contra cualquiera que no logra ser ese ideal de superhombre alfa y potente. Y mientras la masculinidad se base en odio y miedo a la feminidad, será expresada con violencia: contra hombres, contra homosexuales y contra marginados. Y, sobre todo, seguirá motivando la violencia contra las mujeres».