La lacra social de una potencia emergente

La violencia sexual persiste en la India

Amigos y familiares de la víctima de una brutal violación en Nueva Delhi.

Amigos y familiares de la víctima de una brutal violación en Nueva Delhi.

VÍCTOR MARTÍN
NUEVA DELHI

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En la India se produce una violación cada 20 minutos. En Nueva Delhi, la capital, una cada 18 horas. Sin embargo, este mes el país asiático recuerda una en concreto que despertó, justo hace un año, protestas históricas por todo el país y dio lugar a un debate público sobre la situación de la mujer.

El 16 de diciembre del 2012 seis hombres violaron brutalmente a una estudiante de fisioterapia en un autobús en Nueva Delhi. Nirbhaya (apodo que significa «sin miedo») falleció 13 días más tarde en un hospital de Singapur por las heridas internas que le había producido la tortura a la que fue sometida aquella noche. Un año después, el mundo se pregunta si la India ha cambiado lo suficiente para erradicar esta lacra.

En un primer momento, la agitación de la calle y la presión de los medios obligaron al Gobierno a tomar cartas en el asunto. Las leyes se han vuelto más estrictas: la condena máxima por violación ha pasado de 7 a 20 años de cárcel, incluyendo la pena de muerte si la víctima muere o queda en coma.

La ausencia de resistencia física no puede ser interpretada como consentimiento, algo que antes se discutía, mientras que el voyeurismo y el acoso sexual son ahora delitos. «Hacer nuevas leyes es un paso muy importante, aunque su implementación es otro desafío en el que pedimos mucho más», opina Rekha Mody, presidenta de la organización feminista Stree Shakti.

También se han creado tribunales de vía rápida para estos asuntos. De hecho, cuatro de los culpables de la violación y asesinato de Nirbhaya han sido condenados a la pena capital. Otro apareció ahorcado en su propia celda en marzo. Y un sexto, menor de edad, pasa los días en un reformatorio, donde estará unos tres años.

PROTESTAS FEMENINAS / Ahora la seguridad de la mujer en la India es un punto destacado en los programas electorales, aunque los activistas cuestionan que al final todo se queda en palabras vacías. «Las promesas del Gobierno son solo promesas, no se ha hecho lo suficiente», dice Anan, un estudiante que participa en una de las protestas que estos días se celebran en la capital.

Hablen o no los políticos, quienes sí lo hacen son ellas, que han roto un tabú muy arraigado. «Las mujeres y sus familias ya no tienen miedo de ser estigmatizadas por la sociedad. Ahora ellas toman su propia decisión y actúan», afirma a este diario Sehjo Singh, directora de Action Aid, consciente de que en India ser violada significa ser condenada al ostracismo.

La vergüenza que supone reconocerlo, el qué dirán, conduce al silencio de muchas mujeres. «Un año no es suficiente para cambiar toda la sociedad, pero el cambio se está produciendo. La gente ahora se siente más fuerte y más unida», defiende.

Gran parte del debate público se debe a la cobertura mediática del último año. «Nunca he visto una explosión informativa como la que ha vivido la India sobre la violencia contra la mujer», asegura a este diario la reconocida feminista Eve Ensler. «En Estados Unidos esto nunca ha pasado y también tiene unos niveles de violencia machista altísimos», continúa la autora de Los monólogos de una vagina.

LA CRUZ DE LA MONEDA / Delhi se gana a pulso el apodo de capital de la violación. Hasta octubre, se han registrado 1.330 denuncias en esta ciudad, lo que supone casi el doble respecto a las 706 de todo 2012. Los casos de abuso sexual se han multiplicado por cuatro, pasando de 727 en 2012 a 2.844 este año. «No es que los casos estén creciendo, es que están siendo registrados. Antes las víctimas iban a comisaría y el policía no aceptaba la denuncia», cuenta Soumya Bhaumik, abogado del Centro de Investigación Social.

«¿De qué sirve que haya más denuncias si luego no van a juicio? Además, el trato de la policía hacia las mujeres sigue siendo deprimente», opina Pooja, una joven que participa en un homenaje a Nirbhaya en el lugar donde fue violada al sur de Delhi. El año pasado, solo el 14% de los casos acabó con condena. Los expertos consideran que, gracias a que muchas investigaciones terminan en el limbo judicial, los violadores ven fortalecida su sensación de inmunidad.

«En una sociedad patriarcal no es de extrañar que la mayoría de sus políticos y jueces sean también patriarcales», afirma Manoj K. Jha, que imparte clases de ciencias sociales en la Universidad de Delhi. A la cuestión de género hay que sumar las incontables barreras sociales. Cada día son violadas tres mujeres dalit, la casta más baja en el escalafón de este país, y sus historias no causan la misma conmoción.

«La India está profundamente dividida por castas y religiones. La gente todavía no ha empezado a preocuparse por igual por todas las víctimas de la violencia sexual», asegura este profesor.

Nuevas leyes o reformas en las medidas de seguridad son pasos menores al lado del cambio de mentalidad que pide a gritos el país de Gandhi. «De momento no existe ese cambio porque si lo hubiese, no habría habido más violaciones después del 16 de diciembre y hay más de una al día», concluye Soumya Bhaumik. «Por desgracia -añade- eso es algo que llevará mucho tiempo».