El conflicto de Oriente Próximo

Israelís y palestinos negocian con gran secretismo y desconfianza

Un grupo de 15 presos palestinos liberados son recibidos con euforia por sus familiiares al llegar al paso fronterizo de Beit Hanoun, ayer.

Un grupo de 15 presos palestinos liberados son recibidos con euforia por sus familiiares al llegar al paso fronterizo de Beit Hanoun, ayer.

EUGENI GARCÍA GASCÓN
JERUSALÉN

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Sendas delegaciones de israelís y palestinos iniciaron anoche una nueva tanda de negociaciones con la vista puesta en las fronteras y la seguridad, la enésima ronda desde la Conferencia de Madrid de 1991. Está previsto que esta tanda se prolongue durante nueve meses y dé paso a la discusión de otras cuestiones no menos delicadas, como Jerusalén, el agua o los refugiados.

El encuentro se celebró en Jerusalén bajo el signo de una gran desconfianza entre las dos partes, así como de un gran secretismo. Estaba previsto que el contenido de la agenda girara en torno a asuntos técnicos, formales y de procedimiento en relación con las reuniones que tendrán lugar a partir de ahora con una cierta intensidad. En medios diplomáticos se comentó que la siguiente reunión probablemente se celebrará en Jericó, en la Cisjordania ocupada, la próxima semana.

La delegación hebrea estuvo presidida por la ministra de Justicia, Tzipi Livni, y por Yitzhak Molcho, estrecho colaborador y confidente del primer ministro Binyamin Netanyahu, quien según algunos ministros del Likud tiene por misión controlar a Livni. Los representantes palestinos fueron su jefe negociador, Saeb Erekat, y el dirigente de Fatá Mohammed Shtayeh.

En el trasfondo de las discusiones está la reciente cadena de anuncios que ha hecho Israel sobre la construcción de más de 3.300 viviendas en los territorios ocupados, la mayoría en el área de Jerusalén, una cadena que seguramente se incrementará con más eslabones en un futuro próximo puesto que la comunidad internacional se limita a «lamentar» o «condenar» estas actividades sin adoptar medidas coercitivas.

COLONIAS/ Los palestinos plantearon dos cuestiones que, en su opinión, contribuirían a mejorar el ambiente de las conversaciones. Por un lado quieren que Israel se comprometa a dejar de construir en las colonias en Cisjordania, incluida Jerusalén, algo que como se ha visto esta semana es como pedir peras al olmo.

Por otro lado, quieren que el Ejército se retire de las zonas que según los acuerdos de Oslo deberían estar bajo control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), pero que posteriormente fueron reocupadas militarmente a raíz de la segunda intifada, a partir del 2000. Esto es más posible que lo haga Israel en algún momento de las negociaciones.

El formato de negociaciones directas que históricamente ha defendido Israel como única vía para resolver el conflicto está agotado 22 años después de la Conferencia de Madrid, y la única salida posible pasa por que la comunidad internacional, con EEUU a la cabeza, ejerzan una fuerte presión sobre Israel. En caso contrario difícilmente se llegará a ninguna parte.

El hecho de que el secretario de Estado, John Kerry, haya designado mediador entre las partes a Martin Indyk no es un buen augurio. Indyk ha estado vinculado con el conflicto desde inicios de los 90, cuando formó parte de los llamadosrabinosque entonces desplazaron a losarabistasen el Departamento de Estado.

CUATRO LUSTROS/ Losrabinos, media docena de expertos que en su totalidad eran judíos, se encargaron durante más de cuatro lustros de mediar sin lograr absolutamente nada positivo por la sencilla razón de que no se guiaron por el derecho internacional sino por su afinidad con Israel. El propio Indyk fue embajador en Tel Aviv, también sin conseguir nada, y durante la guerra de 1973 estuvo en un kibutz como voluntario.

En la oficina de Netanyahu no ven con buenos ojos las condenas de los últimos días de Kerry acerca de la reciente explosión de construcción en Cisjordania, aunque Netanyahu sabe que esas condenas forman parte de la partitura americana habitual y no las teme. Kerry ha llegado a decir en dos ocasiones que Washington considera «ilegítimos» todos los asentamientos judíos en los territorios ocupados.

Pero además Kerry, según fuentes israelís, se habría retractado de una promesa que hizo a Netanyahu en el sentido de que las cuestiones de seguridad se discutirían de manera bilateral y a puerta cerrada entre Israel y EEUU. Sin embargo, parece que Kerry ha cambiado el paso y ahora es partidario de que también participen los palestinos, lo que suena bastante sensato.

La actitud de Netanyahu ha sido denunciada por algunos dirigentes palestinos con el argumento de que Israel realmente no quiere negociar con ellos sino con EEUU, habida cuenta de la enorme influencia que tiene el lobi judío de Washington. Una buena prueba es que rara vez pasa un mes sin que congresistas o senadores firmen alguna declaración de apoyo a Israel o visiten el Estado judío.