El conflicto de Oriente Próximo

Obama llega a Israel con Irán en la agenda y el diálogo de paz alejado

Un hombre pasa junto una pintada en contra de la visita de Barack Obama, ayer.

Un hombre pasa junto una pintada en contra de la visita de Barack Obama, ayer.

RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

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En la primera gira exterior de su segundo mandato, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, llega hoy a Israel para pagar una deuda que le persigue desde que optó por acercarse al mundo árabe a comienzos de su presidencia sin presentar antes sus respetos en el Estado judío. Obama llega a la región sin un plan para relanzar las conversaciones de paz entre israelís y palestinos. Su intención confesa es «escuchar» a las partes en busca de algún resquicio para desatascar las ruedas de la diplomacia. Pero su verdadero objetivo en el primer viaje de su presidencia a Jerusalén es más sutil que todo eso. Obama busca ganarse la confianza de los israelís y convencer a su primer ministro para que le deje marcar los tiempos respecto a Irán.

Tal como está la región, abocada a vivir en la cuerda floja por la guerra civil en Siria, la inestabilidad política en Egipto y el hastío al alza de los palestinos, el viaje de Obama podría parecer un ejercicio estéril, más simbólico que sustancioso. Pero lo cierto es que el presidente necesita la cooperación de Israel si quiere tener un segundo mandato sin sobresaltos que arruinen su ambiciosa agenda interna. Un ataque unilateral israelí contra las instalaciones nucleares iranís podría desatar una guerra regional y muy probablemente obligaría a EEUU a respaldar militarmente a su aliado sionista, socavando los planes de Obama para no enfangarse en otra guerra convencional en Oriente Próximo.

Quizás por eso, el presidente le regaló la semana pasada al primer ministro Binyamin Netanyahu algo parecido a la «línea roja» que reclamaba respecto a Irán. En una entrevista, aseguró que Irán necesitaría «un año o así para poder desarrollar un arma atómica», una intención que Teherán niega. Aunque su plazo contradice al fijado por Netanyahu durante su última intervención en Naciones Unidas, donde dijo que Irán tendrá capacidad para desarrollar la bomba antes del verano, Obama podría haberse hipotecado al entrar en el juego de los plazos.

HORIZONTES DISTINTOS / Los dos países manejan horizontes distintos. EEUU solo se ha comprometido a impedir que Teherán fabrique el arma, mientras Israel quiere que se aborte su capacidad para desarrollarla. El éxito del viaje podría depender, por tanto, de la capacidad de persuasión de Obama para recongraciarse con los israelís y convencerles de que no hará falta que su país lance un ataque unilateral. Un misión compleja porque el 68% de la población tiene una impresión desfavorable de él, según una encuesta de Maariv, pese a que bajo su mandato ha aumentado la cooperación militar, se ha frenado el intento soberanista de los palestinos en la ONU o se ha levantado la presión sobre los asentamientos, permitiendo que Israel siga saciando su voraz apetito anexionista.

Durante sus tres días de estancia en Jerusalén, Obama viajará a Ramala y a la basílica de la Natividad en Belén -acabará su periplo en Jordania— para reunirse con la cúpula de la Autoridad Palestina. Pero no hay esperanzas de que vaya a resucitar el proceso de paz, complicado todavía más por el dibujo del nuevo Gobierno israelí, trufado de colonos y dominado por la derecha expansionista.

La Casa Blanca se ha esforzado estos días en rebajar las expectativas del viaje y ha diseñado un itinerario a medida para que el presidente pueda reparar viejos agravios. Como el surgido de su discurso en El Cairo en el 2009, donde reclamó una nueva relación con el mundo árabe. Muchos creen que Obama insinuó entonces que la creación del Estado de Israel había sido una consecuencia directa del Holocausto. Por eso, rendirá tributo a la tumba de Herzl, el padre del sionismo y visitará en el Museo de Israel los manuscritos del Mar Muerto, escritos hace más de 2.000 años por una congregación de ascetas judíos no muy lejos de Jerusalén.

Se espera que Netanyahu presione a su invitado para que se comprometa a bombardear cargamentos de armas si Siria transfiere misiles antiaéreos o antitanque a sus aliados de Hizbolá en el Líbano, según The Guardian. Será uno de los pocos huecos para el consenso porque las relaciones con el jefe del Ejecutivo israelí son malas. Más desde que Netanyahu se coló en la pasada campaña presidencial dejando claras sus preferencias por Mitt Romney. En Israel, país que visitó cuando era candidato en el 2008, Obama tiene algo que ganar y mucho que perder, por más que el viaje parezca un simple trámite de cortesía para calmar a los republicanos y a los lobis proisraelís en Washington.