CUATRO AÑOS DESPUÉS DE LA CITA OLÍMPICA
Pekín, como Barcelona
Dicen que George Bush susurró en el palco durante la inauguración olímpica que sus contribuyentes le colgarían si Estados Unidos organizase algo parecido. Los JJOO de Pekín 2008 rompieron el molde económico: no es factible que ningún país tenga la capacidad ni el anhelo de igualarlos. Ceremonias grandilocuentes, estadios impresionantes, remodelación urbana… China entendió sus juegos como el altavoz de su entrada en el mundo y el ahorro no preocupó a sus dirigentes.
China gastó unos 30.000 millones de euros, aproximadamente el cuádruple que Londres. El grueso fue a parar a infraestructuras: tres líneas nuevas de metro, una terminal de aeropuerto, la renovación de distritos enteros e inversiones en tecnología. La transformación olímpica pequinesa solo admite comparación con la barcelonesa. Se cometieron excesos, como la destrucción de barrios históricos, pero los pequineses aplauden el proceso en su globalidad. Pekín es hoy la moderna capital de la segunda economía mundial gracias a aquellos juegos.
Pekín no es, ni de lejos, la peor parada en la prueba del día después. Se construyeron 19 de las 32 instalaciones olímpicas. Seis de ellas se levantaron en complejos universitarios y se han amortizado, ocho eran temporales y desmantelarlas fue sencillo. Las restantes ya existían y han continuado con sus funciones previas. Otras instalaciones en los suburbios de la capital que alojaron las competiciones de remo o kayak sí están abandonadas, quizá porque esos deportes son minoritarios en China. El plan fue aplaudido en su día por el COI, hastiado de que el pesado legado perjudicara la marca olímpica.
El mayor fracaso lo representa el Nido de Pájaro. El ovillo metálico que singulariza el estadio olímpico ha perdido lustre y nunca ha encontrado su sitio. Ahí se han organizado puntuales acontecimientos deportivos y musicales. Sus 90.000 asientos desaconsejaron que sirviera de sede del Beijing Guo'an, el equipo de fútbol local, que apenas congrega a 10.000 seguidores a sus partidos. El estadio, que representa en el imaginario nacional el renacimiento chino, sobrevive como atracción turística. Recibió el pasado año 4,6 millones de visitantes, más que la Ciudad Prohibida.
30 años para amortizar
Los gestores calculan que necesitarán 30 años para recuperar los 382 millones de euros que costó levantarlo. La piscina olímpica o Cubo de Agua aloja un parque recreativo acuático. Los viejos planes de atraer a 3.000 visitantes diarios han sucumbido ante los 24 euros que piden por la entrada. Costó 100 millones de euros, pagados con las aportaciones de 350.000 chinos residentes en más de 100 países. Pero la gestión es ruinosa: el año pasado perdió 1,4 millones de euros.
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