Análisis

La paradoja de François Hollande

JOSÉ ANTONIO SOROLLA

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La paradoja de François Hollande consiste en que no fue candidato a la presidencia de Francia cuando era el primer secretario del Partido Socialista (PS) y lo será ahora cuando hace tres años que dejó de ser primer secretario.

La contundente victoria obtenida ayer por Hollande frente a su sucesora al frente del partido como primera secretaria, Martine Aubry, completa la paradoja y demuestra que eran erróneos los análisis que consideraban los resultados de la primera vuelta de las primarias como un debilitamiento de Hollande, al obtener  solo nueve puntos de ventaja. Sin embargo, lo lógico es que el máximo dirigente de un partido sea el cartel electoral -de ahí que el fracaso correspondiera a Aubry-, y no un outsider, y menos aún si es el antecesor en el cargo. Esta paradoja se ha confirmado en la segunda vuelta con una amplia ventaja de 13 puntos.

Pero tan importante como la elección del candidato presidencial socialista es la formidable movilización política y democrática que el PS ha conseguido al organizar por primera vez primarias abiertas a la americana. Hasta personalidades de la derecha han tenido que admitir que las primarias abiertas han llegado para quedarse y que probablemente la UMP tendrá que elegir mediante primarias a su candidato en el 2017.

Organización de masas

Con una participación de más de 2.600.000 personas en dos vueltas, las primarias abiertas al pueblo de izquierdas convierten al PS francés, que prácticamente no era ni un partido de militantes, sino de cuadros, enfrentados en corrientes diversas y en una constante lucha de clanes, en una organización de masas. Un partido que hasta hace unos meses no tenía ni líder ni estrategia ni programa, tiene ahora un programa aprobado por unanimidad antes de las primarias y un líder para llevarlo a la práctica.

El líder electoral, sin embargo, tendrá que convivir en el partido con el aparato dirigido por Aubry. Esta dualidad fue uno de los problemas en las presidenciales del 2007, en las que la candidata, Ségolène Royal, se quejó de la falta de apoyo del partido, dirigido entonces por Hollande.

Objetivo principal

Pese al éxito, no olvidemos que el objetivo principal es que los socialistas vuelvan a ocupar el palacio del Elíseo, del que llevan ausentes 17 años. ¿Está ganada la elección presidencial para la izquierda, como pronostican las encuestas desde hace meses? En absoluto. La crisis económica, su decepcionante gestión y el hartazgo ante su omnipotencia y su omnipresencia pueden llevarse por delante a Nicolas Sarkozy, como está ocurriendo con los gobernantes de toda Europa, pero una elección presidencial es distinta de unas legislativas y el actual presidente no ha dicho aún la última palabra.

¿Es Hollande el mejor candidato para conseguir el objetivo de desalojar a Sarkozy y, por tanto, el peor para el presidente? Probablemente sí. Es el que más puede atraer al electorado de centro o de derecha desencantado con el sarkozysmo, dando por descontado que toda la izquierda la tendrá asegurada.

El candidato que Sarkozy más temía era, sin duda, Dominique Strauss-Kahn (DSK). De hecho, antes de que DSK se autoeliminase por su satirismo, Hollande no tenía ninguna posibilidad y ocupaba el cuarto lugar en los sondeos. Por esa razón, Sarkozy elogiaba entonces a Hollande. Después pasó a creer que su adversaria sería Aubry, pero la subida de Hollande en las encuestas llevó al presidente a redirigir sus dardos hacia el que se presenta como candidato a presidente «normal», al que juzga sin carácter y compara con un azucarillo que parece sólido, pero se disuelve nada más meterlo en el agua. Sarkozy pronosticó, sin embargo, que la elección Hollande-Aubry terminaría en un 51%-49%, y en eso también se ha equivocado.