Análisis

Salir a la caza de primeros ministros

DAVID MURILLO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Algunos lectores habrán visto la imagen de una mosca en los urinarios de algunos aeropuertos. Primero fue el de Amsterdam; después vinieron el de Barcelona y otros. La intención de esa imagen era mejorar la puntería y ahorrar dinero en la limpieza. Si a estas alturas ya estamos acostumbrados a ver urinarios decorados con moscas, dianas o porterías de fútbol, a buen seguro que nos sorprendemos si lo que encontramos son las caras de los principales banqueros de un país. Pues bien, esto es lo que sucedió en Reikiavik a principios del 2009. Unos meses antes de que dimitiera el primer ministro,Geir Haarde, y casi un año antes de que se diera a conocer el informe de 2.300 páginas denominadode la Verdadsobre las causas de la crisis islandesa. Posteriormente vino la inculpación delexpremier, la constitución del tribunal especial y ahora el juicio.

La pregunta: si una crisis financiera deja una deuda a pagar de 50.000 euros por habitante, ¿qué haces? Pues, si depende de ti, llevas al primer ministro a la cárcel. O al menos lo intentas. Este parece que ha sido el caso de Islandia. Una reacción que, como dicen los críticos, de entrada parece tener más de venganza tribal que de procedimiento judicial maduro. En un país con una población equivalente a la de los distritos de Sants-Montjuïc y Nou Barris, la cosa, ciertamente, corre el peligro de caer en un gran ejercicio de exorcismo colectivo. Y es que el problema reside en el hecho de que la mala gestión, por sí misma, no necesariamente es indicativa de culpa. Como bien conoce el señorRato,director del FMI entre el 2004 y el 2007, hasta el estallido de la crisis, la responsabilidad moral o ideológica no puede confundirse con la responsabilidad judicial.

¿Qué no nos dirá el juicio deHaarde? Cuál es la medida justa y necesaria que un sistema financiero debe tener antes de que se convierta en un peligro colectivo. En el caso islandés, su sector financiero llegó a ser 10 veces el PIB del país. Una cifra similar a la de Irlanda y solo tres veces superior a la de España. ¿Qué error cometióHaarde? Pues el mismo que cometieron el conjunto de primeros ministros, presidentes y directores de bancos centrales de los países occidentales. No asumir que los mercados mundiales, el financiero sobre todo, son claramente imperfectos. Dejarse llevar por un optimismo irracional. Rechazar los avisos de peligro por considerarlos de mal agüero o ideológicamente sesgados. Propiciar lo que «hace todo el mundo»: el enriquecimiento y la especulación. Y, por último, no hacer caso de la historia, sobre todo la financiera.

Quien dice esto último no es ATTAC ni el Colectivo de Jóvenes Comunistas, es Rabobank, uno de los principales bancos holandeses y de los más seguros del mundo. Por algo será.