Análisis
Concierto desafinado en Afganistán
Rafael Vilasanjuan
Periodista
Rafael Vilasanjuan
Hemos visto cosas asombrosas en el conflcito afgano. Desde espías camuflados bajo burkas, delatados por sus andares torpes, al propio mulá Omar, líder supremo de los talibanes, huyendo de Kandahar montado en una vespa. Habíamos visto escenas sorprendentes, pero ninguna tanto como el cese del general que hasta ahora mandaba las tropas estadounidenses por un reportaje publicado en la revista musical Rolling Stone.
Tal vez el general McChrystal debió pensar que una revista de rock no tendría la trascendencia de los grandes clásicos del periodismo de guerra, desde la BBC al New York Times. Un cálculo equivocado y un error de bulto, pero tal vez esa no sea ya la cuestión. Si una revista musical es capaz de dirigir el curso de una guerra, en vez de plantear qué ha hecho mal McChrystal deberíamos empezar a preguntarnos qué no estamos haciendo bien el resto.
El general podría haber dicho que todo estaba sacado de contexto y Obama podría haber aceptado. El problema es que el concierto desafinado que respiran las páginas de la revista musical es cierto. Estamos a punto de cerrar una década de guerra sin avances, con una estrategia que no ha logrado victorias. A las puertas de un nuevo verano caliente, Afganistán se dirige irremisible a disputar a la crisis económica el primer lugar en el ranking de preocupaciones globales. A pesar del relevo en el mando de las tropas, mostrar algún progreso va a ser difícil. Los talibanes son milicias que se mueven mejor en escenarios áridos y calurosos y la estrategia actual de abrir espacios de normalidad con población no combatiente, o incluso con aquellos radicales dispuestos a dejar las armas, no funciona porque se basa en dos premisas falsas. La primera es que el Ejército y la policía afgana deben ir tomando en la retaguardia los frentes ganados por las tropas occidentales, pero las fuerzas de seguridad locales tienen poco de lo primero y menos aún de lo segundo. La otra condición es tener un socio afgano creíble y legítimo al frente del Gobierno, algo imposible mientras esté Karzai.
Lo sorprendente del reportaje de Rolling Stone no es que sea noticia, sino que todo haya pasado por alto al resto de la prensa, porque la relevancia no es la imagen que proyecta de un general dolido que está perdiendo la guerra, lo realmente interesante es la música. La falta de sintonía de una operación politica y militar absurda. Por eso, en medio del desconcierto, Obama se equivoca si se contenta con relevar al general caido. Hay que cambiar de partitura y no hacer como si nada hubiera pasado, y ¡que siga la música!
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