Análisis

Un somnífero prolongado

Roger Jiménez

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Lord Salisbury sostenía que el mejor somnífero es una buena investigación oficial. Otro miembro de la Cámara alta, lord Saville, ha culminado una investigación sobre la matanza por parte del Ejército británico de civiles desarmados en Bogside, Irlanda del Norte, en enero de 1972, con un resultado de 14 muertos, siete de ellos menores de 20 años. Un somnífero en dos etapas que ha durado casi 40 años y ha costado al Tesoro casi 200 millones de libras (cerca de 240 millones de euros).

El informe consta de 5.000 folios y desfilan por él unas 2.500 personas entre civiles, militares, policías, expertos, funcionarios, sacerdotes y periodistas. El Bloody Sunday ha resultado un filón para los barristers (juristas) británicos en la medida en que más y más testigos eran llamados a declarar sobre la tragedia. Las minutas crecieron y los prestigiosos abogados que intervenían en la comisión llegaron a embolsarse hasta 1.750 libras diarias (2.220 euros) durante años.

La primera investigación, conducida por lord Widgery, resultó un fiasco, y fue el líder laborista Tony Blair quien ordenó su reapertura. A su sucesor, el conservador David Cameron, le ha tocado bailar con los feos resultados que dañan seriamente la imagen de aquel Gobierno, también tory, presidido por Edward Heath. Las tropas apostadas cerca de Derry actuaron fuera de control y dispararon indiscriminadamente contra civiles desarmados que se manifestaban por los derechos civiles de los católicos.

La masacre del Bloody Sunday dio alas al Ejército Republicano Irlandés (IRA), que protagonizó numerosos episodios teñidos de sangre en sus enfrentamientos contra los paramilitares protestantes, la policía del Ulster y el Ejército británico, hasta el famoso acuerdo de paz de Viernes Santo de 1998. Algunos norirlandeses que marcharon aquel 30 de enero han visto ahora vindicada la memoria de los suyos con el punto final del informe que un apesadumbrado Cameron presentó ayer en los Comunes. «Aquello no puede volver a repetirse», fueron sus palabras, rubricadas, como el cuervo de Poe, con un never more, nunca más.