RELATO DE UNA MASACRE EN IRLANDA DEL NORTE

El drama que impulsó al IRA

Mural 8 El hermano de Jack Duddy.

Mural 8 El hermano de Jack Duddy.

B. A.
LONDRES

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La imagen del sacerdote Edward Daly sorteando las balas, con un pañuelo blanco ensangrentado en la mano, tratando de evacuar a un adolescente fatalmente herido, será para siempre el símbolo del Bloody Sunday. Jack Duddy tenía 17 años y fue la primera víctima mortal aquel 30 de enero de 1972. En apenas 20 minutos, 14 personas murieron abatidas por los disparos de los soldados británicos del Regimiento de Paracaidistas, y otras 13 más resultaron heridas.

La manifestación convocada en el barrio nacionalista de Bogside por la Asociación de Irlanda del Norte por los Derechos Civiles acabó siendo una carnicería. La marcha había comenzado, sin embargo, de manera ordenada y pacifica. Unas 10.000 personas se hallaban hacía las tres de la tarde al oeste del río Foyle con la intención de desfilar hasta las puertas del Ayuntamiento. Era una protesta contra la detención sin juicio, en vigor desde hacía seis meses y contra un sinfín de discriminaciones en el voto, el reparto de viviendas o la obtención de empleo, que convertían a los católicos en ciudadanos de segunda.

El desfile fue prohibido y 45 minutos después de su inicio los soldados comenzaron a responder con balas de goma y gases lacrimógenos al lanzamiento de piedras de algunos manifestantes. Media hora más tarde, lo que silbaban eran balas de verdad. Los paracaidistas empezaron a a disparar indiscriminadamente contra la multitud desarmada.

«Recuerdo claramente a un joven doblado sobre el estómago, a poca distancia de donde yo estaba. El suyo fue un grito de desesperación e incredulidad. Por un momento nos quedamos paralizados por la sorpresa», afirma Don Mullan, que tenía 15 años cuando participó en el Bloody Sunday. Mullan vivió escenas de pánico, con adultos y niños aterrorizados, tratando de escapar gritando: «¡Nos están disparando! ¡Están tratando de matarnos!».

Encubrimiento

La tragedia conmocionó a los nacionalistas de toda Irlanda. El Gobierno de Dublín llamó a su embajador en Londres y la embajada británica en la capital irlandesa fue incendiada. La investigación ordenada por el Gobierno de Su Majestad empeoró más las cosas al tratar de encubrir lo ocurrido. El breve informe, redactado en pocas semanas por Lord Chief Widgery, justificó al Ejército y culpó de la tragedia a los organizadores de la marcha, acusando a algunos de los muertos y heridos de tener bombas y armas de fuego. Las víctimas se convertían así en terroristas.

Los sucesos marcaron el inicio de la época más violenta de la lucha sectaria en Irlanda del Norte, que se cobraría 3.700 vidas. El hoy líder del Sinn Féin, Gerry Adams, ha reconocido que, tras esa brutal represión, «el IRA se inundó de dinero, armas y voluntarios». El padre Daly, ahora obispo retirado, también ha revelado que «muchos jóvenes que visité en la cárcel años más tarde me dijeron que nunca habrían colaborado con el IRA de no haber sido por el Bloody Sunday».