CRÓNICA DESDE MOSCÚ

El huerto de bolsillo y los huevos del alcalde

Un huerto en Moscú.

Un huerto en Moscú.

DMITRI Polikárpov

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando llega el verano, tener un huerto propio se convierte en una verdadera obsesión para muchos moscovitas. Los que no tienen una dacha (pequeña casa de campo) tratan de alquilarla para cultivar allí un pequeño huerto «ecológico» por puro placer.

Es cuestión de orgullo servir a los invitados unas verduras criadas por uno mismo de forma artesanal y natural (sin pesticidas, ni herbicidas, ni abonos químicos). Tengo una amiga que asegura que una lechuga criada con tus propias manos no es comparable con la que compras en el supermercado. Adquiere el indescriptible sabor de la satisfacción.

Pero no todos pueden permitirse el lujo de escapar de la metrópoli cada fin de semana. Los que se quedan en la ciudad pueden ahora alquilar un pequeño bancal personal en pleno centro de Moscú. Una empresa moscovita que se dedica a la venta de productos de alimentación «ecológicos» a un limitado círculo de clientes permanentes alquiló una parcela en una antigua fábrica de gas del siglo XIX convertida actualmente en un centro cultural y comercial. Allí organizó varias decenas de bancales y un gran invernáculo.

Por solo 1.000 rublos (27 euros) al mes al cliente le ofrecen un bancal de dos metros de largo. Lo que hay que hacer es echar semillas y venir regularmente para cuidar tu futura cosecha. Solo necesitas sol, agua y, lo más importante, algo de interés, entusiasmo y amor a la naturaleza. Los que no tienen tiempo para regar y escardar pueden contratar a un hortelano por 2.000 rublos (54 euros) al mes. Los que estén dispuestos a pagar 5.000 rublos (135 euros) podrán controlar todo el proceso a diario a través de una cámara web.

Según los propietarios, inicialmente los servicios iban a ser gratuitos. La idea era hacer publicidad de los productos de alimentación artesanos como alternativa a los que se venden en los grandes supermercados. Pero al final decidieron cobrar un alquiler «simbólico» para que la gente sienta más responsabilidad y no descuide sus pequeñas huertas. La mayor parte de los clientes son gente joven. Muchos vienen con los niños para enseñarles cómo crecen las plantas en condiciones naturales. Algunos vienen al huerto como quien se apunta a un club de aficionados a la comida sana. Para explicar cómo hay que criar tomates, pepinos o zanahorias, los propietarios han invitado a granjeros que dan lecciones a todos los interesados.

El interés por la agricultura y los productos naturales entre los moscovitas es cada vez más notable. Incluso el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, ha ofrecido un invento suyo que desde el mes pasado está en las tiendas. Se trata de un humus moldado en forma de huevo. El público moscovita lo ha bautizado como «los huevos de Luzhkov».

Desde el punto de vista económico, el huerto de bolsillo no tiene ningún sentido puesto que «los costes de producción» superan varias veces los precios de las verduras que se venden en las tiendas. Se trata de una válvula de escape para el alma y un entretenimiento para los que, después de una larga semana en la oficina, añoran un trabajo físico hecho con las propias manos.