El último café que se tomó Pessoa

PATRICIA Ameijeiras

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Cuando uno llega a la céntrica y monumental Plaza del Comercio en Lisboa hay algo que le sorprende, la falta de cafés y terrazas. Entonces, empiezas a girar la cabeza en busca de alguno y, de repente, en una esquina, debajo de uno de los soportales, encuentras el único que hay, Martinho da Arcada. Lo que uno no se imagina, a medida que se acerca, es que es el café más antiguo de Lisboa, con 225 años, y que, en una de sus mesas, que se conserva intacta, escribió una buena parte de su obra uno de los mayores poetas del siglo XX, Fernando Pessoa.

Es uno de esos cafés a la antigua usanza, pero que se ha adaptado a los tiempos. El exterior es una terraza, habitada por numerosos turistas con pantalón corto y gafas de sol, que no permiten imaginar lo que nos espera en el interior. Allí, huele a historia. Un gran espejo preside la sala. Ese que fue testigo discreto y silencioso de conjuraciones, pues era local habitual de jacobinos, liberales, masones, aventureros, anarquistas y republicanos.

La atmósfera recrea allí a los políticos y revolucionarios de antaño urdiendo intrigas. Pero cuando uno se sienta frente a una de aquellas mesas de mármol con pies de hierro, saborea un café, y levanta la vista hacia las paredes y descubre los poemas originales de Pessoa, muchos de los cuales fueron moneda de cambio para pagar sus comidas, es cuando empieza a desear poder viajar al pasado, a esos primeros años del siglo XIX.

¿A quién no le gustaría poder ver como llegaba el poeta todos los días sobre las siete de la tarde, se sentaba en una mesa, siempre en la misma, la llenaba de papeles y comenzaba a escribir, o se atiborraba de café ybagaços(un aguardiente) e iniciaba una tertulia? Después, cuenta Antonio Sousa, el actual propietario, a la hora de la cena, la familia Mourao, que por aquel entonces regentaba el café, lo invitaba a cenar. "Él, tímido, siempre pedía una sopa Juliana, y la dueña, para verlo comer algo más sustancial, dicen que inventó una receta de huevos fritos con queso, que todavía existe", relata Antonio, al que se le ilumina la mirada con los recuerdos.

Podemos pensar que eso fue el pasado. Pero no. Ese espíritu permanece, aunque es cierto que adaptado a los nuevos tiempos, Martinho da Arcada sigue siendo un local de encuentro para políticos y escritores, cuenta Antonio, que se honra de haber conseguido sentar alrededor de sus mesas a los políticos, empresarios y artistas más influyentes de la actualidad, y no solo portugueses. Y la tradición continúa.

Testigo de la importancia que ha recobrado este local, en el que Pessoa bebió su último café antes de ser hospitalizado y fallecer tres días después, es el libro de firmas. En él, encontramos nombres de lo más variopinto. Desde José Saramago, que tiene una mesa en el café, hasta Jordi Pujol, pasando por Mario Soares, Antonio Tabucchi, Gerhard Schröder, un grupo de turistas inglesas, o el creador de los Pokemon, Satoshi Tajiri. "Aquí caben todos", matiza Antonio, al que no le pesa la historia del café, más bien "es gratificante", sonríe, mientras bebe un café y contempla un poema de Pessoa.