La guerra de las palomas de Trafalgar Square

BEGOÑA Arce

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Las palomas son el símbolo de la paz, pero en la famosa plaza londinense de Trafalgar se está librando la guerra de los pichones. Al igual que en muchos otros lugares históricos de las viejas ciudades europeas, miles de aves se han apoderado del pavimento, las terrazas y los tejados de uno de los puntos más visitados y céntricos de la capital británica.

Esquivando el tráfico, en bandadas, revoloteando entre los pies de transeúntes y turistas, las palomas de Trafalgar Square irritan a unos y enternecen a otros. En estos momentos se calcula que viven en el lugar unas 1.500, cifra muy inferior a las 4.000 que había en el año 2003, cuando el alcalde Ken Livingstone prohibió alimentar lo que calificó de plaga de "ratas con alas" en continua expansión. Bernie Rayner, el conocido vendedor ambulante de alpiste y maíz, cuya familia había ejercido tan noble oficio en este lugar durante medio siglo, perdió su permiso. La inocente costumbre de echar migas a las palomas pasó a ser una actividad antisocial y punible. Los planes para remodelar completamente la glorieta estaban ya por aquel entonces en marcha y el objetivo era reducir gradualmente el número de plumas, cagarrutas y otros detritus que salpican desde la fachada de la National Gallery hasta la muy ilustre estatua de Nelson.

El alcalde ya había lanzado la primera ofensiva el año anterior contratando a dos matones a sueldo. Un par de halcones comenzaron a sobrevolar la plaza, manteniendo a raya a las palomas y liquidando, muy ocasionalmente, a alguna de ellas. El método de exterminio era muy natural, pero ha resultado ser carísimo. Los halcones no debían de estar muy motivados con el encargo municipal, porque en cinco años solo han eliminado a 121 enemigos y cada pichón muerto ha venido a costar 136,5 euros.

El racionamiento de comida parece estar funcionando mejor, pero ha chocado con la resistencia de un grupo irreductible de ciudadanos. El movimientoSalvad a las Palomas de Trafalgar Squarese halla atrincherado en la terraza norte de la plaza, que técnicamente escapa a la autoridad del alcalde y está bajo control del Westminster City Council. Desde allí los sublevados han venido distribuyendo cada día 150 kilos de maíz entre los pichones, para asegurarse de que ninguno de ellos pasa hambre con las raciones exiguas del ayuntamiento. Visto lo visto, la alcaldía ha cesado de suministrar alimento a las palomas alegando que ya les dan de comer los rebeldes. Estos han respondido querellándose contra el alcalde por no cumplir con lo pactado. El asunto está en los tribunales y el mes de abril se celebrará la visita, pero hasta entonces, el juez ha prohibido a los demandantes alimentar a las aves.

Livingstone quiere dejar en 200 el número de pichones de Trafalgar Square. El periódicoThe Timesha intentado mediar en el conflicto y, echando cuentas, ha llegado a la conclusión de que el número ideal es 1.095. Eso garantizaría que cada uno de los ocho millones de turistas que cada año pasan por la plaza pudiera disfrutar de 30 minutos de poses y fotos en exclusiva con una de las famosas palomas.

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