ENTREVISTA

Ricardo Darín: "Mi mujer me ha salvado la vida"

El actor argentino estrena 'El amor menos pensado', una comedia de una pareja de largo recorrido ante sus interrogantes

Estrenos de la semana. Tráiler de 'El amor menos pensado'  (2018)

Tráiler de 'El amor menos pensado'  (2018) / periodico

Nando Salvà

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Llevaba tanto tiempo protagonizando historias dramáticamente sombrías que casi nos habíamos olvidado de la soltura con la que Ricardo Darín (Buenos Aires, 1957) se desenvuelve en el terreno de la comedia romántica. Lo demostró en su día gracias a títulos como 'El mismo amor, la misma lluvia' (1999) y 'El hijo de la novia' (2001) y lo reitera ahora a bordo de la película que acaba de estrenar en España. En pocas palabras, 'El amor menos pensado''El amor menos pensado' es la historia de dos personas que, después de pasar toda una vida amándose, descubren que necesitan aprender a seguir haciéndolo. 

Vivimos tiempos tan cínicos que hablar del sentimiento amoroso con sinceridad casi se ha convertido en un tabú, ¿no le parece?

Sí, y especialmente cuando se trata de hablar de eso a través de una comedia romántica. Es un género completamente denostado, y no es justo; porque no hay nada más difícil que hacer una buena comedia, elegante, con buenos diálogos y situaciones verosímiles, y un humor que no sea de pedos y trompazos. Pero sí, creo que es preciso que dejemos de tenerle miedo a hablar del amor en primera persona. No hay otro sentimiento que nos impacte de forma tan poderosa.

La película habla de las dificultades que las parejas de larga duración tienen para mantener la llama. ¿Sabe usted cómo se hace?

Es un tópico pero es cierto: hay que ir alimentando la pareja a diario, y no creo que se trate simplemente de mandar flores. Las cosas premeditadas no funcionan. Para mantener la frescura hay que escuchar al otro, atenderlo y hacérselo notar, y no caer en la rutina. Y hace falta sinceridad, tener el atrevimiento de pelearse si es necesario, y no caer en eso tan políticamente correcto de tragar y tragar hasta reventar.

Sin duda usted sabe de lo que habla. Lleva 30 años con la misma mujer.

No, no es la misma. Florencia va cambiando constantemente, está en permanente movimiento. Todos los días me asombra de alguna manera, es increíble. Es una mujer que no te permite ningún tipo de rutina. Decir que ella ha dado sentido a mi vida es quedarse corto; sin duda, me la ha salvado. Es una luchadora feroz, y no le tiene miedo a nada. Y lo que ella ha hecho por nuestros hijos es impresionante. Yo también he aportado mi grano de arena, pero no se puede comparar.

Hablando de hijos, ¿cómo se siente acerca del éxito actoral del mayor, Chino? 

Me admira, porque lo ha tenido mucho más difícil de lo que lo tuve yo. Mi padre y mi madre eran actores de mucha trayectoria, pero nunca tuvieron el tipo de notoriedad que yo sí he acabado teniendo. Chino siempre ha sido objeto de un nivel de exposición y escrutinio enormes. Y está siguiendo su propio camino, con sus propias herramientas y sin haberse valido de su apellido. Es más inteligente que yo y está más preparado. Ahora me toca a mí aprender de él.

'El amor menos pensado' es la primera película que él y usted han producido juntos. ¿Por qué ha decidido usted complicarse la vida de tal manera, a estas alturas?

Es por culpa de Chino. Él me dijo un día: "Papá, es inaceptable que no tengamos la posibilidad de crear nuestros propios proyectos". Yo me hice el despistado durante dos años, porque sabía dónde iba a terminar la cosa. Es cierto, yo ya tengo una edad, y lo ideal para mí sería trabajar cada vez menos. Y en lugar de eso estoy 48 horas al día corriendo de un lado para otro. Últimamente he envejecido 20 años de golpe. Yo antes no tenía el pelo tan blanco. Pero está funcionando. La fama tiene algo bueno: hace que la gente que tiene el dinero quiera sentarse a hablar contigo.

También tiene un lado oscuro. ¿Cómo ha llevado las acusaciones de maltrato que las actrices Valeria Bertuccelli y Érica Rivas lanzaron sobre usted hace unos meses?

Ha sido doloroso. Y cuando te arrojan ese tipo de porquería es muy difícil quitártela de encima. Se queda ahí para siempre, lista para que alguien te la señale en cualquier momento, si quiere hacerte daño. Sigo sin explicarme por qué y para qué dijeron lo que dijeron. Por supuesto que tuvimos discusiones, pero solo las normales entre compañeros de trabajo. Tampoco quiero cargar contra ellas, porque en realidad no tengo nada en contra suya.

¿Diría usted que, en cierta medida, las acusaciones son producto del exceso de vehemencia con el que han irrumpido movimientos como el MeToo?

No lo sé. En todo caso, es una vehemencia lógica. El sometimiento, el ninguneo y la humillación a los que la mujer ha sido sometida desde tiempos inmemoriales necesariamente tenían que encontrar una válvula de escape. La cultura machista en la que nos hemos criado tenía que llegar a este punto y yo estoy contento de que así haya sido, por todas las mujeres a las que he conocido y por aquellas a las que no conoceré jamás. Y siento que la única manera de lograr verdaderos cambios es dándonos amor los unos a los otros. Creo que usar estos aires de cambio para llevar a cabo venganzas personales es lamentable.