70 AÑOS DE UN MITO

La malograda Cecilia, una vida al pie de la letra

Un libro recupera los textos de las canciones de la cantante fallecida a los 27 años

Evangelina Sobredo Galanes, siempre conocida artísticamente como Cecilia.

Evangelina Sobredo Galanes, siempre conocida artísticamente como Cecilia. / periodico

Roberto Jiménez (Efe) / Valladolid

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El Pardo (Madrid), su lugar natal, y Colinas de Trasmonte (Zamora), donde a los 27 años, la edad de los mitos caídos (Joplin, Morrison, Hendrix, Cobain, Winehouse...), se ocultó para siempre la cantante y compositora Cecilia, encierran una biografía donde persona y artista se confunden en una mixtura de talento y carisma que delatan sus letras, recopiladas ahora en 'Cancionero' (Visor de Poesía).

Muy lejos de la imagen vulnerable, delicada e inerme que pudiera transmitir, Evangelina Sobredo Galanes -Eva para los más afectos y Cecilia en los escenarios- "no era tan tímida como pareciera, pensaba mucho y de forma constante, era muy exigente y nada fácil: toda una líder, resume Teresa Sobredo, su hermana.

Permanente agitación intelectual

Santa Teresa, san Juan de la Cruz, Rafael Alberti y Valle-Inclán, dispares en el tiempo, pensamientos y escrituras, fueron algunos de los libros de cabecera de una niña inquieta, adolescente bulliciosa y artista en permanente agitación intelectual, dentro de una carrera en incesante contrarreloj como si presintiera su breve biografía.

"Fue una persona muy precoz. En general se adelantó a su época porque tenía una capacidad creativa genial. Era una artista tremenda en todos los terrenos, siempre pensando en qué hacer", ha evocado Teresa Sobredo, doctora en Filosofía Árabe en la Universidad Complutense de Madrid e investigadora académica para numerosos centros.

Palabras y maestría

La ecología, el feminismo, el urbanismo sin control y las injusticias sociales merodearon sus canciones como una profeta del siglo XXI durante los últimos años del franquismo, dueña de un mensaje que no fue sino "una llamada de atención a una sociedad cansada pero necesitada de cariño", apunta por su parte el etnógrafo y musicólogo Joaquín Díaz en el prólogo de este 'Cancionero'.

"No sólo sabía contar historias, relatos en los que ella misma o su mundo estaban presentes, sino que usó las palabras con maestría para crear absurdos o imágenes abstractas a las que desde luego contribuían su habilidad y su curiosidad por el lenguaje cotidiano, pero también la casualidad o el hallazgo fortuito y afortunado en el que solo los poetas incurren", añade Díaz en la introducción.

Surge así el venero lírico que impregnó las letras de sus canciones y que han merecido la categoría de poesía como ha reconocido la colección que Visor destina a ese género, una de las más prestigiosas del ámbito editorial hispano.

Su educación anglosajona le confirieron esa modestia y autocontrol de que hacía gala y sólo captaban los más próximos porque ella "era muy discreta pero de ningún modo idiota, se daba cuenta de que era una artista y de que iba por delante", ha precisado la más pequeña de los nueve hermanos de la familia.

Rebelde e inconformista

Mística sin religión, como todos los filósofos, Cecilia razonó a contracorriente, rebelde e inconformista, en temas como 'Dama, Dama', donde radiografió a la alta sociedad; 'Un ramito de violetas', que en principio fue un relato breve y transformó en un poema cantado donde hizo gala de un romanticismo "pero con enigma"; y 'Llora', su personal visión del papel de la mujer entonces.

Cecilia, seducida también por la cultura árabe durante su etapa en Jordania, donde estaba destinado su padre -marino, diplomático y alto funcionario del Estado-, defendió su integridad artista del sesgo comercial de las discográficas, convencida como estaba de que sus canciones "estaban hechas para más largo plazo", agrega Teresa. "Si se hubiera sometido a la moda del momento, hoy no sería recordada", ha observado su hermana acerca de la vigencia de un mensaje que Joaquín Díaz, su descubridor y primer impulsor, ha ampliado aún más.

70 años del nacimiento

Evangelina "hizo uso de todos los elementos que significan a una intérprete y de le dan identidad propia: el amor al sonido que confiere sonido a nuestras vidas, el placer de transformar la imaginación en eco, la adecuación del sonido al texto, el uso de la intencionalidad como recurso, la decisión en la emisión de su voz, y la colocación de la palabra en la boca y del cuerpo en el espacio".

Esa es la razón por la cual en el 2018, a los 70 años de su nacimiento y más de 40 de su fallecimiento a los 27 de edad, su obra "ha ignorado el paso del tiempo y se muestra todavía intemporal y fresca como el repertorio de los grandes mitos", concluye Díaz desde su mirador en Urueña (Valladolid).