BAILARINA ERÓTICA HISTÓRICA

Mata Hari, la espía que nos fascinó

El 15 de octubre de hace cien años fue fusilada una enigmática mujer que cine y literatura han convertido en un mito erótico

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"Ramera sí, traidora, ¡jamás!", gritó ante el pelotón de fusilamiento, al tiempo que le lanzaba su último beso en la desapacible madrugada parisina del 15 de octubre de 1917... Sea realidad o leyenda, esa es la última imagen -de gran película- que ha quedado de Mata Hari, una enigmática espía cuya vida ha fascinado a varias generaciones, y que este domingo, 15 de octubre, vuelve a estar de actualidad al cumplirse 100 años de su trágica muerte. Aquel día desapareció una mujer, nació un mito y continuó el misterio: pagó con su vida una acusación sobre la que todavía persisten dudas y que acrecentó la fascinación por esa mujer menuda, y que fue objeto de deseo como bailarina erótica.

Su muerte, a los 41 años, fue el final de una vida que también fue fascinante. Margaretha Geertruida Zelle nació en la ciudad holandesa de Leeuwarden en 1876. Hija de un respetado sombrerero, su infancia y juventud fue cómoda, hasta que el negocio quebró y, al no poder mantenerla, se hizo cargo de ella un tío suyo, que vivía en La Haya.

La joven, a la que desde pequeña le habían fascinado los uniformes militares, vio en el matrimonio su pasaporte para la libertad, y en 1895, apenas cuatro meses después de conocer a través de un anuncio en el periódico al oficial Rudolf McLeod, destinado en las Indias Orientales, se casó y emprendió una vida a su lado, en Java.

En esa isla indonesia se fraguó su interés por las danzas nativas, al tiempo que se derrumbaba la vida conyugal: tras la muerte de su hijo por una intoxicación alimentaria, se divorció de su marido, 21 años mayor que ella, violento y alcohólico, y se fue a París. En la capital francesa, a principios del siglo XX, una mujer divorciada no tenía muchas salidas, y tras perder la custodia de su otra hija por su precaria situación económica, se lanzó desesperada a poner en práctica lo que había aprendido en Java: danzas eróticas. Y qué mejor escenario para esta desconocida habilidad artística que la alocada París de 1903.

Así, a partir de la danza erótica, comenzó a reinventarse: Margaretha Geertruida Zelle pasó a ser en los salones parisinos la fascinante Mata Hari, que se atribuyó orígenes hindúes y sedujo tanto al público como a una lista sucesiva de amantes, todos ellos con considerables fortunas, claro.

Sus espectáculos acababan con ella prácticamente desnuda, y para 1910 era ya la artista mejor pagada de Europa. El Olympia o el Teatro de los Campos Elíseos fueron algunos de los escenarios que pisó, en un momento en el que el boca a oreja hablaba ya también del frenesí bajo sus sábanas.

El inicio de la primera guerra mundial, en 1914, la pilló en Berlín, ciudad a la que, según los medios, detestaba, y optó por escapar a Holanda, un país neutral, pero que tardó poco en aburrirla.

Su notoriedad y diversos viajes la pusieron bajo el radar de los servicios de inteligencia alemanes y, de nuevo, su precaria situación económica abocaron a la bailarina a aceptar trabajar para ellos, como informante de bajo perfil.

Agente secreto H21

Bajo el pseudónimo de agente H21entró en un túnel del que ya no conseguiría salir. Para entonces estaba enamorada de Masloff, un soldado ruso que había resultado herido y estaba siendo tratado en París, y los franceses aprovecharon esa relación para ponerla bajo su servicio y hacerle cambiar de bando.

En una de sus misiones en Madrid, sedujo al consejero militar alemán en la capital española, Kalle, que acabó siendo su trampa. Los servicios de contraespionaje franceses interceptaron un telegrama en el que el oficial hablaba explícitamente de las informaciones facilitadas por la agente H21, y Francia interpretó rápido que hablaba de ella.

Mata Hari, que nunca destacó por sus dotes para el espionaje, fue según algunas de sus biografías víctima de una maquinación, y las autoridades no la creyeron cuando juró que siempre había servido los intereses del país.

Arrestada en febrero de 1917, su juicio duró apenas dos días, y su fusilamiento se produjo ocho meses después. La fortaleza de Vincennes, en las afueras de París, fue así su último escenario, en el que se negó a que le vendaran los ojos.

Inmortalizada entre otras por Greta Garbo en la gran pantalla,Greta Garbo  las numerosas adaptaciones que se han hecho sobre su vida en el cine o la televisión no han conseguido descifrar el misterio en torno a su figura, que 100 años después mantiene el enigma.

La última versión de su vida en la pantalla llegó hace justo un año en Cannes: en el Mercado de Televisión de esta ciudad francesa se presentó 'Mata Hari', serie de 12 capítulos protagonizada por la actriz francesa Vahina Giocante, y en la que también intervienen los actores franceses Christopher Lambert y Gérard Depardieu.