NOVEDAD EDITORIAL

Sandra Barneda: "En el pecado está la libertad"

La periodista catalana presenta su último libro, 'Hablarán de nosotras', una revisión de los siete pecados capitales a través de mujeres icónicas de todos los tiempos

Sandra Barneda, operada del menisco

Sandra Barneda, operada del menisco / periodico

ADRIANA VALERO DENGRA / BARCELONA

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De la avaricia de Hillary Clinton a la ira de Janis Joplin pasando por la lujuria de Ana Bolena. A modo de antídoto a la culpa, Sandra Barneda (Barcelona, 1975) recorre en su último libro los siete pecados capitales parándose en las vidas de 17 mujeres icónicas a las que la historia ha juzgado por sus vicios y ambiciones. ‘Hablarán de nosotras’ es la primera incursión en la no ficción de la periodista catalana, que se alinea en este último trabajo con figuras como Cleopatra, Marilyn Monroe, Jackie Kennedy o Frida Kahlo para autoproclamarse, sin remordimiento alguno, una pecadora más.  

Es el libro en el que más se destapa, reivindicando sus propios pecados a través de estas 17 mujeres. Al final más que exponerme lo que hago es expresar mi opinión sobre cada uno de los pecados capitales, pero me pongo en primera persona para invitar al lector a que explore y a que no sienta culpa al verse como pecador o pecadora. La idea surge de desear juntar dos obsesiones, me encantan las biografías y siento devoción por los pecados capitales, que más bien los considero como parapetos, salvoconductos para sobrevivir y seguir luchando.  

¿Se siente especialmente identificada con alguna de estas “pecadoras virtuosas”? No me hace mucha gracia, pero en momentos determinados la soberbia de Bette Davis me ha llamado mucho la atención. Aunque también lo ha hecho la ira de Frida Kahlo y cómo la usa para soportar el dolor y hacer arte sobre ello. También admiro cómo Chavela Vargas consiguió tener una segunda oportunidad después de estar años anegada en el alcohol. Y ahora sigo muy de cerca a Hillary Clinton para ver cuál será su siguiente paso después de tres décadas preparándose para ser presidenta.

Precisamente empieza el libro con Clinton, a quien asocia con la avaricia. ¿Qué lectura hace ahora de su derrota electoral? No lo achaco a su ambición por el poder ni al hecho de que sea mujer, que es de lo que hablo en el libro. No creo que haya sido responsabilidad absoluta de Clinton, creo que ha habido un conjunto de circunstancias que la han castigado. Ha sido un voto para castigar el 'establishment’ y movido también por el miedo a los radicalismos. Esto me parece muy peligroso… Veremos qué ocurre dentro de unos meses en Francia con Marine Le Pen.

Con este trabajo ha podido indagar en las luces y sombras de estas mujeres. ¿Ha llegado a comprenderlas mejor? Es un ejercicio de tolerancia absoluta. Cuando entiendes, estudias y escuchas en profundidad a alguien te das cuenta que, al final, todos estamos en lo mismo. Somos aprendices de la vida, nos encontramos con situaciones y experiencias nuevas ante las que no sabemos cómo reaccionar.

Dicen que en el pecado está la penitencia y usted también muestra el precio, a menudo injusto, que pagaron estas mujeres por ser transgresoras. Es cierto, pero yo creo que en el pecado está la libertad, no creo en la penitencia. Quiero mostrar que en el pecado está la valentía, el atrevimiento y el ir más allá, a pesar de las consecuencias. Quién nos dice que las primeras sufragistas no fueron consideradas pecadoras...  

En el prólogo relata cómo todavía hoy  parece que “lo positivo es propiedad exclusiva del hombre y lo negativo de la mujer”. ¿Nos acercamos a la igualdad de género o más bien retrocedemos? Leí hace poco en un informe del Foro Mundial que en el 2175 se alcanzará la igualdad de género. Es  una forma de ponerle fecha para que de algún modo lo vislumbremos, pero lo que está claro es que aún queda un larguísimo camino por recorrer. Es innegable que se sigue etiquetando por géneros. En el momento en que se deje de ver el género como un producto de la discordia y se empiece a hablar de seres humanos no existirá esto. Por ejemplo, ahora se han inventado el término “fofisanos” para los hombres dejados con un poco de barriga. Un término positivo creado solo para el hombre que no se aplicaría a una mujer.  

Llama la atención la ausencia de mujeres españolas en el libro. ¿No hemos pecado tanto? No precisamente (ríe). Había tantas pecadoras virtuosas que no quería colocar solo a una, podría escribir otro libro con las españolas.

Es su primera incursión en el género de la no ficción. ¿Se ha sentido cómoda? Hay  menos libertad que en la ficción, donde puedes dejar ir toda tu imaginación, pero me he sentido igualmente cómoda porque es un género que está cerca del periodismo, con lo cual lo he practicado más.

Cuesta imaginarla pecando de pereza. ¿Tiene tiempo para hacer el vago después de lanzar el libro o ya está inmersa en otros proyectos? Has dado en el clavo, la pereza es el pecado que más me cuesta practicar y debería, a veces va bien hacer el vago y evadirse. Pero de momento, me faltan dos libros más para completar la tetralogía, cuyas protagonistas también serán mujeres, y lo seguiré combinando con mi trabajo en televisión.