EL PERSONAJE DE LA SEMANA. MARIO VARGAS LLOSA & ISABEL PREYSLER

El paraíso en la otra esquina

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DANIEL VÁZQUEZ SALLÉS

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La portada de la revista ¡Hola! y su reportaje interior, dos páginas en las que aparecen Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler conversando junto al príncipe Carlos de Inglaterra en Buckingham Palace, ha solapado cualquier exclusiva publicada por otros medios de los considerados rosa amarillistas. Escuchaba hoy, o quizás fuera ayer, como también lo escucharé pasado mañana en boca de uno de esos periodistas que parecen vivir mutados en un ácaro en las camas de todos los famosos mediáticos, que la noticia divulgada por la revista ¡Hola! nunca hubiera visto la luz sin el permiso de Isabel Preysler, «que controla», dijo textualmente el periodista, «hasta el último de los pies de foto de las noticias que protagoniza».

 

Junto a esta realidad -dice la revista ¡Hola! que la amistad sin derecho a roce, o quizás sí, entre la marquesa de Porcelanosa y el marqués de Vargas Llosa  se prolonga desde el año 1989-, discurre una realidad paralela protagonizada por la hasta ahora esposa del premio Nobel, Patricia Llosa, que ha aparecido en escena convertida en la reina de las nuevas redes sociales. El tuit va acompañado de dos fotografías. Al fondo, se distingue el skyline de Nueva York; de frente, en un plano americano, la familia Vargas Llosa al completo con una copa de Dom Perignón en la mano. «En familia y cincuenta años de casados», dice el tuit anunciando la celebración de unas bodas de oro que han quedado desbravadas por culpa del comunicado que le ha precedido. «¡La terra trema!», exclamaría el conde de Lonate Pozzolo, alias Luchino Visconti ante este nuevo lío de amores ilustres y faldas patricias. En el comunicado, la aún marquesa de Vargas Llosa dice sentir «pena y sorpresa» ante la noticia aparecida en ¡Hola! que desvela la estrecha amistad, siempre con las dichosas parábolas,  entre el marqués y la viuda de Boyer. Como colofón, Patricia Llosa pide «respeto por su privacidad».

 

Las redes del vodevil

La historia contada así tiene visos de culebrón, aunque tengo serias dudas de que narrada de otra manera, la noticia lograra escapar de las  redes del vodevil.

Aunque el artículo publicado en El Mundo asegura que a Isabel Preysler le atraen los hombres con cultura literaria y talante liberal, es posible adivinar que a esa mujer que anunciaba bombones Ferrero Rocher a los pies de la escalinata de una embajada, le gusta el oropel de la nobleza. Se casó con el rey de la canción ligera y le abandonó para caer en los brazos de un marqués de verdad. Abandonó al marqués de Griñón para casarse con un miembro de la nueva aristocracia del fin del milenio, un banquero llegado de la fría izquierda. Y cuando Miguel Boyer murió en septiembre del 2014, todo hacía presagiar que en su camino volvería a aparecer otro aristócrata. Los futurólogos no se equivocaban. A Isabel Preysler se la vuelve a ver del brazo de un marqués, esta vez sí, con cultura literaria a borbotones y talante liberal a ratos.

Lady Diana Spencer decía que en una pareja, tres son multitud. Pero la fotografía que ha destapado la caja de los truenos no es la protagonizada por Isabel, Mario y Carlos, sino la más pequeña y en teoría, la más inocente. En ella aparecen  el marqués de Vargas Llosa e Isabel Preysler de espaldas, con las manos entrelazadas, caminando por las calles de Londres sin el corsé de palacio. Una fotografía letal por la naturalidad que muestran los protagonistas. Ante el inicio de un escándalo tan cotidiano como poco escandaloso, la familia ha tratado de controlar a los periodistas amantes de la pirotecnia, un intento fallido ante las palabras del escritor. Acorralado por las cámaras cuando subía a un taxi, el marqués de Vargas Llosa se ha protegido la yugular antes de pronunciar estas escuetas palabras: «Lo único que les confirmo es que estoy separado». Muerto Cristopher Lee, se necesitan nuevos vampiros.

A estas alturas de la vida, lo último que esperaba Mario Vargas Llosa (79 años) era convertirse en carnaza para alimentar las conversaciones de peluquería. «Me ha contado una amiga», le dice la clienta a la peluquera, «que Isabel encandila a los hombres por ser una experta en el carrete filipino». La peluquera, que no quiere ser menos que su clienta, dice saber que Isabel se desmaya cuando  llega al orgasmo. Y con una mecha aquí y otra allá, la peluquería es una fiesta.

Dicen las revistas cardiópatas que las familias hispanoperuana e hispanofilipina ya se conocen, y que el marqués visita con asiduidad la casa de la marquesa de Porcelanosa. El problema es ese tuit mandado por Patricia Llosa. A no ser que su aspiración sea la de épater le bourgeois, celebrar unas bodas de oro cuando el matrimonio está finiquitado es una excentricidad.